Inicio Cultura Wita, un profesionista de la Colonia Yucatán – III

Wita, un profesionista de la Colonia Yucatán – III

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Cada aventura que pasamos en ese entonces… refiere el compadre de Jasso, a quien una vez le dijo que no quería seguir estudiando la secundaria. Estaba en primer año de secundaria. «No quiero seguir estudiando,» le dije cuando llegó a almorzar a la casa. «Ta’ bien,» me contestó serio, se levantó y se fue, no me dijo nada más. «¡Chin! ya lo logré,» pensé, «no me reclamó ni me dijo nada más.»

Al día siguiente, a las cuatro de la mañana me dice: «¡Hijo, hijo, levántate! Aquí está tu torta.»

-«Pero si no ha amanecido.»

-«Ya lo sé. Te vas con el chofer a buscar madera,» me ordenó.

Contento, brinqué de mi hamaca y nos fuimos muy temprano rumbo a Tixcacal. Nos metimos como cinco kilómetros al monte a buscar la madera. Los tres primeros días muy bien; a la semana siguiente ya no podía, era tiempo de lluvia y a vuelta de rueda iba el camioncito.

Cuando se pinchaba una llanta había que cambiarla. A las seis o siete de la noche llegábamos a la Colonia; sin bañarme, me tiraba a la hamaca a dormir, lastimado, adolorido, cansado, sucio.

Así estuve como dos semanas hasta que dije: ¡Son pendejadas, esto no es para mí!…

-«Papi, voy a seguir estudiando,» le dije.

-«Muy bien, hijo. Ya lo sabía. Agarra tus 25 pesos para que pagues tu escuela.» Eso se pagaba mensualmente por cooperación, ¡coño!

A la escuela iba limpiecito, comido, descansado.

Esa anécdota siempre la recuerdo: cómo sin un golpe mi papá me educó. Aprendí la lección muy bien, comenta serio el que nunca reprobó un año en toda su formación académica y hasta hoy sigue tomando cuanto curso de su profesión se le invite.

Una noche veníamos de pasear del Centro Patulin y yo. Ya era tarde, refiere volviendo a las anécdotas de su vida de estudiante. Doña Satur estaba durmiendo y no quisimos despertarla, pero sabíamos dónde guardaba la comida. «¡Tengo hambre!» me dice Patu. «Yo también,» le digo. Saca su moneda y dice: «A ver quién va en un volado.» Perdió.

Estaban apagadas todas las luces, abrió despacio la puerta de la cocina, se agachó y empezó a entrar a rastras. Por lo oscuro que estaba, no vio un traste y lo tiró…¡pam pam pam!,

-«¿Quién anda ahí?» preguntó doña Satur, que dormía en la cocina.

-«Miaaauuuu… miaaaauuuuu…»  contestó Patulin…

-«¡Chingao, gato!», escuché que dijo doña Satur…

Patu siguió arrastrándose hacia la olla de comida; cuando ya merito la agarraba, sin darse cuenta tiró la tapa y ¡¡plan plan plan!! El escándalo.

-«¿!Quién anda ahí!?» volvió a preguntar, ya molesta, la mamá de Juan…

-«Guau… guaau…» dijo Patulin 

-«¡¡¡¡Jueputa perro se está comiendo la comida!!!!»

Y, zaz, le tiraron un zapato…

Sale Patulin corriendo, asustado, sin fijarse que en la puerta había un cubo lleno de agua. Mete el pie y se cae junto a mí, todo mojado. «Ya nos chingaron.» me dijo.

Recuerda entre carcajadas: «Ya no cenamos… jajaja…pero cómo nos reímos esa noche…»

De los que estudiamos la secundaria en la Colonia –hace un repaso Wita-, recuerdo a Tito (Xuca) Cetina,  Catra (Juan Contreras), Luis Zapata, Chuy (Jesús Díaz), Juan Ramón Góngora, Rolandin Miranda, Medina Pat (un cerebrito), José Alfredo, Turi (Arturo) Tello, Kiko Rodríguez, Rodolfo Serrato (Nego), Juan Góngora, Emita Canto, Lourdes Pérez (la hija de don Raúl), Lizbeth Moreno (Chulona), Nitza Carrillo, Candy Gómez (hermanita de Rufino), Yesenia Matos, Mary Núñez, Enilda Pérez Kutu, y Carlos Pinto.

También me acuerdo que estaban Inés Medina Chan (vivía donde viven ahora tus papás); su hermana Chabelita es enfermera. Betty González (hermana de Cape), Calin Tello (aquél que le decíamos Dzito que era de Kantunilkin), así como Mariano y uno que se parecía a Chuy.

Fuimos muy afortunados por haber nacido ahí. Recuerdo que había mucho respeto a los mayores, a los maestros, hacia los padres y a las autoridades, tal como debe ser. Era muy bonito. Esos inconfundibles olores del campo después de la lluvia…

Éramos una gran familia todos los de la Colonia Yucatán, que yo digo que fue una comunidad adelantada a su época.

En el ramo de la educación, siempre estaba entre los primeros lugares a nivel nacional; en los deportes, igual… Son cosas que no regresarán, que no debemos dejar morir. Eso es para nuestros hijos, por los que vienen adelante, reflexiona con cierta nostalgia el hermano de Chuly.

Continuará…

L.C.C. VICENTE ARIEL LÓPEZ TEJERO

vicentelote63@gmail.com

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