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Letras
José Juan Cervera
La conciencia de los tiempos recuerda con honores la sutileza de cavernarios que plasmaron amores platónicos en pinturas rupestres.
Tras labrar sus anhelos, los amores de caverna retozan en lecho de piedra.
La estalactita empotra sus obsesiones en rutina vertical.
Una base de piedra erige ilusiones moldeadas en una cavidad soñadora.
La superficie y el subsuelo intercambian ofrendas discretas para honrar su parentesco.
De una pétrea morada brotó un caminante que recorre antros sin prisas ni angustias.
Un filósofo huraño decidió mudarse a una caverna que registró con el sello de su propiedad intelectual.
Una mina de oro traslada el fulgor de sus venas a la vecindad de una cueva con opulencias que oprimen rigores de aire enrarecido.
Una ciudad excéntrica se asentó en una cueva adornada con escombros de sociedades que rompieron pacto con los rayos del sol.
Con las emanaciones del subsuelo brotan mitos en estado puro y sueños repudiados que alguien enterró tras fracasar en su intento de descifrarlos.