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Vida de Rigoberta Menchú

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Educación entre los Mayas

XXIII

 

EL NACIMIENTO

Para darle la bienvenida al niño, en el momento del alumbramiento, concurren los más importantes miembros de la comunidad; representantes de las familias de los dos padres, y/o de los elegidos si ellos no pudieran estar presentes. Ocho días duran las visitas, los regalos, los ritos, entre los que es muy significativo el de hacer que permanezca el niño con los bracitos y las piernas amarrados manteniéndolos muy rectos.

Esto significa que sus manos son sagradas para el trabajo, nunca van a robar, nunca van a abusar de la naturaleza. Se le amarran las manos también para que no acumule cosas que la comunidad no tiene, y que sepa repartir, que sus manos tienen que estar abiertas. Las mamás se encargan de abrirles las manos. 115

 

A LOS OCHO DÍAS

El niño es integrado a la comunidad ante la presencia de los vecinos cercanos. Los ritos se acompañan con candelas e incienso. Uno de ellos consiste en ponerle al cuello una bolsita que contiene ajo, un poco de sal y tabaco, cosas que consideran sagradas y que lo alejarán de lo malo, que harán que sepa cómo enfrentarse a ello. Entre lo malo estaría no ser sincero o no decir la verdad. En este acto se presentan los instrumentos de trabajo, de tamaño pequeño, que el niño tendrá como juguetes.

En general, a lo largo de los primeros años, los niños junto a sus padres aprenden las distintas ocupaciones a que éstos se dedican. Sus juegos son imitación del trabajo de los mayores y de los ritos que los acompañan; por ejemplo, cuando el hombre antes de comenzar sus tareas se quita el sombrero y saluda al sol, el acto es repetido por el niño; igual que la niña repetirá el soplo que la madre da a sus manos antes de meterlas dentro del nixtamal.

 

LOS CUARENTA DÍAS

Hay una ceremonia a los cuarenta días del nacimiento del niño, en la que es integrado a toda la comunidad. Rigoberta la llama bautizo; pero es ajeno al que hacen en la Iglesia católica, que también practican. El señor principal, la señora y sus hijos. están presentes y transmiten sus experiencias, y son ejemplo de cómo conservar las costumbres de los antepasados, que los padres del niño se comprometen a hacer que sean seguidas por éste.

Que los padres tengan que enseñarle al niño que aprenda a guardar todos los secretos, es para que nadie pueda acabar nuestra cultura, con nuestras costumbres(…) es algo como una crítica con respecto a toda la humanidad, y a mucha de nuestra gente que ha perdido sus costumbres. Hacen como una petición, pidiendo que esas costumbres se reintegren en la mente de toda esa gente que las ha perdido. Luego se hace mención a nombres de gentes importantes que han muerto con nuestros antepasados. Por ejemplo, Tecún Umán, otros personajes que se recuerdan: que están integrados como una oración o como héroes de los indígenas y que recuerdan todo eso. Y después dicen –y eso es lo que ya analizo yo después– dicen: ni un terrateniente podrá acabar con todo, ni los más ricos acabarán con nuestras costumbres. Y nuestros hijos aunque sean trabajadores, aunque sirvientes, sabrán respetar y guardar sus secretos. Y así se hace mención al maíz, al frijol, a las yerbas más importantes. El niño está presente pero bien envuelto. Se le dice que se va a alimentar de maíz y desde luego está formado de maíz; entonces el niño sabrá respetar y coger un grano de maíz cuando esté tirado en el suelo. Después multiplicará a nuestra raza, que ese niño será el multiplicador de todos los que han muerto. Es cuando el niño toma la responsabilidad. Y es cuando se le dice que tiene que vivir como vivieron sus abuelitos. Es una iniciación para la vida en comunidad. Los papás hablarán por el niño, que el niño tiene que cumplir con todo esto. Y es cuando los papás hacen el compromiso y los señores elegidos también hacen el compromiso según lo que exige la comunidad. Esa ceremonia es bastante importante y es cuando se le considera como hijo de dios que es como decir el padre único.116

 

LOS DIEZ AÑOS

De las ceremonias de los diez y los doce años. Rigoberta cuenta sus propias experiencias:

A los diez años recibí la misma atención que recibe toda la gente. Quizá no fue exactamente el día de los diez años porque yo estaba en la finca y después regresamos y ahí es cuando me celebraron. Mis papás me llamaron y me explicaron un poco lo que es la vida de un adulto. Pero para mí no había tanta necesidad de explicación ya que la misma había visto y había vivido con mi mamá. Entonces era únicamente para aceptar lo que los padres dicen. Estaban mis hermanos mayores, mi hermana que hoy es casada. Los hermanos menores no estaban porque se trata de una ceremonia donde mis papás me dijeron que yo iba a empezar otra vida diferente. Mis padres me habían hecho un agradecimiento por mi participación en el trabajo directo, ganando dinero para todos. Después me ubican un poco mi situación como mujer. De que iba a tener mi menstruación, y que es cuando la mujer empieza a tener la capacidad de tener hijos. Que alguna vez me iba a pasar. Por eso ellos me pedían que yo me acercara más a mi madre para preguntarle todo y que mi madre me iba a acompañar todo el tiempo para cuando yo tenga dudas o me sienta sola. Mi hermana mayor que ya era bastante grande, tendría sus veinticuatro años, creo yo, me contó sus experiencias de cuando era joven. Diez, doce, trece, quince años. No amargase ni tampoco buscar una diversión o una salida fuera de la ley de nuestros padres. Eso ayuda a que uno sea una niña honrada de su comunidad. Y mi papá explicaba un poco de la importancia del ejemplo de nosotros, de cada uno de los hijos de los vecinos. Sabemos que no tenemos un sólo ojo encima sino que tenemos los ojos de toda la comunidad encima. De una vez me ubicaron como una gente adulta. Mi padre me decía: tú tienes mucha responsabilidad. muchas tareas que cumplir con la comunidad. Entonces me hacen recordar una vez más los compromisos que mis padres hicieron cuando yo nací. Y cuando me integraron en la comunidad. Que dijeron que yo era una niña que era de la comunidad. Una niña que tenía que servir a los muchos que iban a haber cuando yo fuera grande. Hicimos estos compromisos y te toca hacerlos pues ahora tienes que participar como un miembro más. En ese tiempo ya existía la mezcla de la religión católica y de cultura o, así, costumbres católicas. Entonces mi tarea fue que yo me proponga hacer algo por la comunidad. Entonces yo buscaba en que podía meterme en la comunidad. Cuando se cumplen los diez años se hace una charla con la comunidad y con la familia. Es muy importante. Es una celebración igual que si estuviéramos rezando a Dios.

Entonces me propuse hacer muchas cosas por la comunidad; delante de mis hermanos, delante de mis papás. Así fue como me comprometí a servir a la comunidad y así es cuando empecé a hacer un poco la tarea de mi padre. O sea, mi padre se dedicaba a rezar en casa de los vecinos. Y así es cuando, me recuerdo, empecé a ser catequista.117

 

A LOS DOCE AÑOS

Hay otra costumbre al cumplir los doce años. Se le entrega un su cochito o una su ovejita o unas sus dos gallinitas; y esos animalitos se tienen que multiplicar y eso depende de la persona, del cariño que le tiene al regalo de los papás. A los doce años recuerdo que mi papá me había entregado un cochito chiquito, un puerco. Me entregaron dos pollitos chiquitos también y me entregaron una ovejita, que yo tanto quiero a las ovejas. Nadie va a tocar ni vender esos animalitos sin que yo dé permiso. Es un poco para que uno empiece a sostenerse a sí mismo. Yo me sentía contentísima con todos los animalitos que yo tenía. Me hicieron una fiesta. Comimos. Los indígenas sólo comemos un pollito cuando hay una fiesta. Para nosotros, comer una gallina es una fiesta grande. Un tiempo después creció el puerquito y dio cinco puerquitos, que yo tenía que trabajar sobre tarea para hacerles la comida. Pero no sacando de los trabajos de los papás. Tengo que conseguir yo misma la comida para ellos. Entonces, lo que yo hacía, después del trabajo en el campo, era regresar seis, siete de la noche a la casa, hacia todos los oficios que se tienen que hacer, preparaba las cosas para el día de mañana, y, ya como a las nueve de la noche, me ponía a tejer con luz de ocote. A veces, en quince días, tenía unos tres, cuatro tejidos. A veces, cuando comemos en el campo, colgaba mi tejido en una rama y a tejer ahí, pues, así a sobre tarea. A los quince días me tocaba vender cuatro o cinco tejidos y compraba maíz o cositas para mis cochitos, para que pudieran comer. Así pude mantener a mis cochitos y ya empecé yo a trabajar con azadón, a sembrar un poquito de mi milpa para mis puerquitos. Cuando llegó el tiempo que tenían siete meses mis puerquitos, los vendí y así es como yo pude sembrar un poco de maíz para la mamá de los puercos y para que siga teniendo sus hijitos. Entonces yo ya pude comprar un corte, así cositas para poner y pude comprar bastante hilo para que pudiera hacer o tejer una blusa, un huipil. Y así uno se va sosteniendo y llega un momento en que tenía tres puercos grandes y que estaban maduros, como para vender los tres. Al principio cuesta, uno no sabe ni qué darles de comer. Yo buscaba yerbas del campo para darles a mis puerquitos. Al mismo tiempo, como me tocaba hacer la comida de los perros, sacaba un poco de eso para los puerquitos. Mis papás estaban muy contentos conmigo.118

 

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115 Burgos, 1992:32.

116 Burgos, 1992:33-38.

117 Burgos, 1992:70-72.

118 Burgos, 1992: 73-74.

Candelaria Souza de Fernández

Continuará la próxima semana…

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