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Viajes a Yucatán

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PRESENTACIÓN

Larga es la relación de viajeros a nuestra península desde que fue descubierta en 1508 por Juan Díaz Solís y Vicente Yáñez Pinzón, compañero, este último, de gloria y aventuras del Almirante del Mar Océano. La inicia fray Alfonso Ponce, Comisario General de la orden Franciscana, que nos visita entre los años de 1588 y 1589, en tanto dicta sus impresiones y experiencias, incluyendo una descripción de las ruinas de Uxmal, a su secretario el célebre mayista Fray Antonio de Ciudad Real, afirmando haber visto la catedral con sus dos torres concluidas, lo que echa por tierra la leyenda de que una de ellas no se construyó sino hasta el siglo XVIII. Pero la “Relación breve y verdadera de algunas cosas de las muchas que sucedieron al padre Fray Alfonso Ponce, en las provincias de la Nueva España…” vino a publicarse en Madrid hasta el año de 1873.

En “Alexander Agassiz, Olvidado Viajero a Yucatán” (1) mencionamos a quienes destacaron en tal aspecto, sin duda, el más importante y famoso de estos intrépidos personajes lo es el infatigable viajero John Lloyd Stephens, que dio a conocer nuestros monumentos arqueológicos en el mundo entero, gracias a sus dos admirables libros: “Incidents of Travels in Central America, Chiapas and Yucatan” e “Incidents of Travels in Yucatán”, publicados ambos por Harper and Brothers de Nueva York, en dos volúmenes cada uno, en 1841 el primero y en 1843 el segundo, estupendamente ilustrados por Frederick Catherwood.

Stephens nace el 28 de noviembre de 1805, en Shrewsbury, Estados Unidos, y al año siguiente traslada su familia a Nueva York. En 1812, ingresa a la Escuela del señor Boyle y, entre 1815 y 1817 asiste a la Escuela Clásica de Joseph Nelson. De 1818 a 1822, concurre a la Universidad de Columbia, graduándose de Bachiller en Artes y luego de Licenciado en Artes, en 1828. De 1822 a 1824, es alumno de la Escuela de Derecho de Tapping Reeve, en Litchfield, Estado de Connecticut. En este último año viaja por las praderas de Illinois y baja el Mississippi, hasta Nueva Orleans. De 1825 a 1834, practica la abogacía y se dedica a la política en Nueva York. A fines de 1835 y durante 1836, viaja por Malta, Egipto, Arabia Pétrea, Jerusalem y Levante. En 1837, publica en Nueva York, “Incidentes de Viaje por Egipto y Arabia Pétrea” y, en 1838, “Incidentes de Viaje por Grecia, Turquía y Polonia”. En 1839, el entonces presidente de los Estados Unidos, Van Buren, le confía una misión diplomática a Centroamérica, que Stephens aprovecha para emprender una expedición arqueológica, en unión a Frederick Catherwood, a Belice, América Central, Chiapas y Yucatán, embarcándose en Nueva York el miércoles 3 de noviembre de dicho año, con destino a la Bahía de Honduras. El regreso lo efectúa desde Sisal, Yucatán el 24 de junio de 1840, rumbo a la Habana, a la que no llega, pues una calma chicha retiene su barco en Cabo Catoche hasta el 15 de julio y, navegando después en condiciones precarias, tiene ocasión de cambiar de navío en alta mar, para llegar a Nueva York el 31 de julio de ese año. En 1841, como ya hemos dicho, publica “Incidentes de Viaje en Centroamérica, Chiapas y Yucatán” y, el lunes 9 de octubre emprende en Nueva York su segundo viaje a Yucatán, acompañado por Catherwood y por el Dr. Samuel Cabot, quien practicara en la Península las primeras operaciones para corregir el estrabismo, teniendo entre sus pacientes al antiguo insurgente, General Juan Pablo Anaya (1785-1850), que era bizco de los dos ojos. El regreso de este viaje lo lleva a cabo también desde Sisal, el 18 de mayo de 1842, vía la Habana, llegando a Nueva York el 17 de junio siguiente. En 1843 publica “Incidentes de Viaje en Yucatán”. En 1846, es Delegado de la Convención Constituyente de Nueva York y, ese mismo año viaja a Alemania, conoce al barón Alejandro de Humboldt y publica, en el “Living Age Magazine”: “Una Hora con Humboldt”. En 1848, obtiene, junto con Aspinwall y Chausey, la concesión para construir un ferrocarril que atraviese el Istmo de Panamá, emprendiendo los trabajos consiguientes entre 1849 y 1851, ya como Presidente de la Compañía del Ferrocarril de Panamá. Muere el 5 de octubre de 1852, en Nueva York, tal vez a consecuencia del paludismo contraído en Centroamérica y es enterrado en una sepultura sin señas, en el Old Marble Cementery.

Frederick Catherwood, el ilustre dibujante compañero de Stephens y a quien éste conoce en Londres, nació el 27 de febrero de 1799, en Hoxton, Inglaterra y es el autor de las 85 láminas que ilustran “Incidentes de Viaje en Yucatán”, de las que aparecen en “Incidentes de Viaje en Centroamérica, Chiapas y Yucatán” y de 25 láminas más que bajo el título de “Views of Ancient Monuments in Central America, Chiapas and Yucatán”, dio a conocer simultáneamente en Londres y Nueva York, en 1844. Murió ahogado al hundirse el Vapor “Artic”, en su viaje de Liverpool a Nueva York, ya próximo a Terranova, el 20 de septiembre de 1854.

En su revista “El Repertorio Pintoresco”, don Crescencio Carrillo y Ancona, futuro Obispo de Yucatán, publicó en Mérida, en 1863, las primeras noticias que se tenían acerca de la vida de Stephens, bajo el título de “Reseña Biográfica de Mr. John Lloyd Stephens”, ilustrada con un retrato del autor.

Acerca de la vida de Stephens recomendamos la lectura de “Explorador Maya. John Lloyd Stephens y las ciudades perdidas en América Central y Yucatán” de Víctor Wolfgang von Hagen, publicado por Hachette, en Buenos Aires, en 1957, con ilustraciones de la edición inglesa de 1947.

Con referencia a Catherwood, recomendamos “Frederick Catherwood Archt”, siempre de von Hagen, ilustrado y con introducción de Aldous Huxley, publicado por Oxford University Press, en Nueva York, en 1950.

Journey to the sky” es una “Novela acerca de las verdaderas aventuras de dos hombres en la búsqueda del perdido reino de los Mayas”, según reza el subtítulo de esta hermosísima obra de Jamake Highwater, dedicada a Stephens y a Catherwood y que editó Thomas Y. Crowell, Publishers, en Nueva York, en 1978, con bellas ilustraciones.

Víctor Wolfgang von Hagen se refiere, también, a ambos viajeros en: “Search for the Maya: The story of Stephens and Catherwood”. Saxon House, Londres, 1973. El lector interesado puede consultar la traducción de esta obra al español, editada por Editorial Diana bajo el título: “En Busca de los Mayas”. México, 1980.

Para tener idea del extraordinario éxito editorial de las obras de Stephens, diremos que, de “Incidentes de Viaje a Centroamérica, Chiapas y Yucatán”, aparecida en 1841, la Casa Harpers hizo doce ediciones entre esa fecha y 1871, habiéndose reimpreso la última once veces consecutivas.

Animados por la expedición arqueológica que acaba de emprender Stephens, Patrick Walker y John Herbert Caddy (c. 1782-1847) salieron de Belice, en 1839, para explorar Palenque, efectuando su regreso vía Mérida. Caddy, lleva un diario de viaje minucioso y es también excelente dibujante de ruinas y ciudades, pero nada se publica hasta 1967 (2), cuando aparece un reporte, con algunas de las ilustraciones de Caddy, incluyendo de Yucatán, ya que todas las demás duermen en los archivos de la Universidad de Harvard.

Siguiendo los pasos de Stephens y en pos de su fama y notoriedad, Benjamin Moore Norman viene a Yucatán y publica, en 1843, “Rambles in Yucatan or notes of travel through the peninsula, including a visit to the remarkable ruins of Chichen, Kabah, Zayi and Uxmal. With numerous illustrations”, obra que no ha sido traducida al español, tal vez por sus prejuicios, deformaciones, inexactitudes y fantasías, que pone de relieve la grandeza de Stephens y Catherwood. Norman es, para Stephens, la piedra de toque como lo fue Avellaneda para la obra inmortal de Cervantes. Y no se crea que Norman no tuvo éxito editorial en su tiempo pues logró, en 1843, tres ediciones de su libro. La cuarta en 1844 y la quinta en 1849, todas ellas en Nueva York. Publicó la sexta también en 1849 en lugar desconocido, y en este mismo año, se editó la séptima en Filadelfia.

Desde su aparición, la obra de Stephens contó con numerosas ediciones en Inglaterra y en Alemania y hoy día, se encuentra traducida a las lenguas más importantes. No hay enciclopedia, que se precie de tal, que no contenga los datos biográficos de Stephens y Catherwood; pero ninguna de ellas, ni en inglés ni en español, se ocupa de Norman, ni de su obra que ha caído en el olvido. Las ediciones de Stephens hechas en los Estados Unidos, a la rústica, han sido ampliamente difundidas y constituyen la mejor propaganda turística de nuestras ruinas Mayas.

“Incidentes de Viaje en Centroamérica, Chiapas y Yucatán” fue traducido fielmente al español por Benjamín Mazariego Santizo y publicado con las ilustraciones de Catherwood, en dos volúmenes, Quetzaltenango, Guatemala 1939-1940. La segunda edición de esta obra, la efectuó la Editorial Universitaria Centroamericana (EDUCA), en San José de Costa Rica, en 1971, siempre en dos volúmenes y conteniendo también, desde luego, las ilustraciones de Catherwood.

Incidentes de Viaje en Yucatán” fue traducido al español por don Justo Sierra O’Reilly, Patriarca de las Letras Yucatecas, con algunas valiosas notas que han permitido, por ejemplo, identificar al general operado de estrabismo, de quien antes hablamos. Publicóse, en 1848, el primer volumen de la obra y, en 1850, el segundo, ambos en Campeche, en diferentes imprentas y sin ilustraciones, dadas las dificultades que entonces se tenía para reproducirlas. Llevó por título “Viaje a Yucatán a fines de 1841 y principios de 1842”. La mayor parte de esta edición se vendió como papel viejo, según afirma Martínez Alomía (3), por lo que es extraordinariamente rara.

En 1869, don Manuel Aldana Rivas intentó publicar, por entregas y con ilustraciones, la segunda edición de esta obra, en esta ciudad, bajo el título de: “Las Ruinas Antiguas de Yucatán”, pero ésta quedó trunca, pues sólo llegó hasta el capítulo XIV, del primer volumen.

El poeta yucateco don Luis Rosado Vega, intentó la tercera edición en español, en Mérida, en 1923, reproduciendo los dibujos de Catherwood contenido en la edición inglesa; pero no se llegó a imprimir sino hasta el capítulo XV, del primer volumen y jamás circuló, pues fueron vendidos sus pliegos como papel de envoltura, salvándose unos cuantos y rarísimos ejemplares, como el que tenemos la suerte de poseer.

En 1937, el Museo Nacional de Arqueología publicó, en dos volúmenes, la cuarta edición, en la ciudad de México, con prólogo de César Lizardi Ramos, reproduciendo las ilustraciones de Catherwood, y llamándola “Segunda edición”, bajo el título de “Viaje a Yucatán: 1841 – 1842”.

El propio Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnografía publicó, en 1939, la quinta edición ilustrada en dos volúmenes, en la ciudad de México y utilizando el mismo título que el de la anterior.

Esta sexta edición, que ahora presentamos sin escatimar esfuerzo lleva muy justamente el título de “Viajes a Yucatán”, pues contiene, al igual que las otras ediciones en español, no solo “Incidentes de viaje en Yucatán”, sino también lo concerniente al viaje a nuestra Península, que incluye en “Incidentes de Viaje en Centroamérica, Chiapas y Yucatán” y que aparece al principio de primer volumen de esta edición, siguiendo siempre la fiel transcripción castellana del Dr. Justo Sierra O’Reilly.

Stephens, antes de venir a Yucatán, tenía un amigo yucateco: Don Simón Peón y Cano, hijo de Don Alonso Luis Peón y Cárdenas y de su esposa Doña Joaquina Eduwiges Cano y Roo, nacido en Mérida el 20 de octubre de 1808, casado con Doña Venancia Losa y Quijano y prominente hacendado, terrateniente ganadero y hombre de grandes empresas que, en unión de otras 27 personas, constituyó, el 2 de septiembre de 1830, la primera “Compañía para el cultivo y beneficio del henequén”, cuyas labores iniciaron en la finca “Chacsikín”, al suroeste de Mérida, siendo ahora, toda la valiosa documentación manuscrita de esta pionera empresa, propiedad de Cordemex. Don Joaquín de Arrigunaga y Peón, distinguido descendiente directo suyo, nos dice de las circunstancias de su muerte como sigue: “Su gran fortuna, alta posición social, ideas conservadoras y honores otorgados a sus hijos por el Emperador Maximiliano, motivaron que, a raíz de la caída del Segundo Imperio Mexicano, fuera desterrado de la Península de Yucatán en unión del digno y culto historiador don Crescencio Carrillo y Ancona, quien años después habría de ser Obispo de Yucatán (4). En su viaje al destierro, falleció al arribar al Puerto de Veracruz, el 23 de marzo de 1869” (5).

He aquí las palabras de Stephens referentes a Don Simón Peón, tomadas del segundo volumen de “Incidentes de Viaje en Centroamérica, Chiapas y Yucatán”, traducción de Benjamín Mazariego Santizo, páginas 372 y 373 de la segunda edición de San José de Costa Rica, 1971 y que el lector puede cotejar con la traducción de los mismos pasajes, hecha por Don Justo Sierra, que encontrará en esta obra, para probar la fidelidad y pulcritud de ambas:

“El lector tal vez se sorprenderá, pero yo tenía un amigo en Mérida que me esperaba. Antes de embarcarme en Nueva York, había dado en la costumbre de comer en un hotel español en la calle de Fulton, frecuentado principalmente por hispanoamericanos, en cuyo lugar había yo encontrado a un caballero de Mérida, y sabido que él era el propietario de las ruinas de Uxmal. Hasta aquí yo no sabía nada de la posición o carácter de mi amigo, pero pronto descubrí que todos en Mérida conocían a don Simón Peón. Por la tarde nos dirigimos a su casa. Esta era una amplia mansión de aspecto aristocrático, de piedra gris obscuro, con ventanas y balcones que ocupaba casi la mitad de un lado de la plaza. Por desgracia él se hallaba entonces en Uxmal; pero vimos a su esposa, padre, madre y hermanas, pues la casa era una residencia de familia, cuyos diferentes miembros poseían haciendas separadas. Ellos habían sabido por él de mi proyectada visita, y me recibieron como a un conocido. A don Simón le esperaba de regreso dentro de pocos días, pero, con la esperanza de encontrarlo en Uxmal, determinamos seguir adelante inmediatamente. Doña Joaquina, su madre, prometió hacer todos los arreglos necesarios para el viaje y enviar un criado con nosotros. Ya hacía mucho tiempo que no habíamos pasado una noche tan agradable; vimos a muchas personas que en apariencia y manera habrían dado buena reputación a cualquier sociedad, y nos dejaron con una firme disposición de hacer alguna estancia en Mérida.

La plaza presentaba una alegre escena. Era la víspera de la fiesta de El Corpus. Dos lados de la plaza estaban ocupados por corredores y los otros se encontraban adornaods con enramadas de siempreverde, entre las cuales había luces diseminadas. Alegres grupos se paseaban por ahí, y a lo largo de los corredores y en frente de las casas se habían colocado sillas y bancas para el uso de los paseantes y de todos aquellos que quisieran ocuparlos.

“La ciudad de Mérida contiene alrededor de veinte mil habitantes. Está fundada sobre el sitio de un antiguo pueblo indígena y data de pocos años después de la conquista. En diferentes partes de la ciudad se encuentran las ruinas de edificios indígenas. Como la capital del poderoso Estado de Yucatán, siempre ha gozado un alto grado de consideración en la Confederación Mexicana, y por toda la República es afamada por sus sabios u hombres doctos”.

Stephens no sólo supo dar su justo valor e importancia a la cultura maya y a sus extraordinarios monumentos, sino también supo justipreciar a los yucatecos que conoció en aquel entonces, entre ellos el distinguido franciscano Fray Estanislao Carrillo (1798 – 1846), cura de Ticul, que alentó a Stephens y le proporcionó muy valiosa información acerca de nuestras antigüedades. Stephens, haciéndole justicia, logró fuera admitido como miembro de la Sociedad de Historia de Nueva York.

Ante ti queda, pues, lector esta obra invaluable, que estaba agotada desde hacía más de cuarenta años y que hoy puedes disfrutar en esta sexta edición, que intenta reproducir, lo más fielmente posible, los dibujos de Catherwood, tomándolos de las ediciones inglesas más recientes.

                                        Mérida de Yucatán, a 14 de noviembre de 1983.

                                                            RODOLFO RUZ MENÉNDEZ.

                                                  Miembro de la Academia Nacional de Historia

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NOTAS:

(1) Rodolfo Ruz Menéndez. “Ensayos Yucatanenses”. Ediciones de la Universidad de Yucatán. Mérida. 1976.

(2) “Palenque”: The Walker – Caddy Expeditions to the ancient maya city, 1839 – 1840. Collected an Edited by David M. Pendergast. University of Oklahoma Press. Norman, 1967.

(3) Gustavo Martínez Alomía. “Historiadores de Yucatán”. Prólogo de Rodolfo Menéndez de la Peña. Campeche, 1906.

(4) También acompañó a don Simón al destierro Monseñor Norberto Domínguez Elizalde, director del Colegio Católico de Mérida.

(5) Joaquín de Arrigunaga y Peón. “Estirpe de Conquistadores”. Academia Yucateca de Historia y Genealogía. “Francisco de Montejo”. Mérida, 1966.

Continuará la próxima semana….

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