Letras
Rocío Prieto Valdivia
Era una tarde de invierno.
En la empresa donde trabajaba Rebeca, habían hecho horas extras. Al salir, ya se había puesto el sol.
Le dio un poco de miedo.
Al llegar al puente, recordó la cajita de cerillos que su hijo le había dado un día anterior. Pensó que le serviría y se consoló.
Caminó con lentitud, mientras hurgaba en su bolsa hasta encontrar la pequeña vela que había comprado para el próximo cumpleaños de Fernando; enseguida sacó la cajita de cerillos. Parecían estar húmedos. Trató de encender uno, y luego otro. Cuando solo le quedó un par, las esperanzas casi se le agotaron.
Imaginó a su hijo apagando la velita mientras sonreía, feliz.
Entonces lo volvió a intentar.
Con el último cerillo, Rebeca encendió aquella vela. El puente estaba oscuro, hacía viento, y la tenue luz se fue apagando mientras caminaba.
Creyó escuchar la voz del niño cantarle. La música en su cabeza la hacía sentirse valiente.
