Editorial
La humanidad por todo un año ha padecido el doloroso trauma de convivir en medio de una pandemia, hasta ahora muy difícil de combatir, intentando acabar con su presencia maligna.
Los hombres de ciencia, las potencias mundiales, los centros de investigación, aún no han logrado apagar ese fuego maligno que acosa y atosiga a la humanidad.
Los seres humanos que la padecemos vivimos con la angustia y el sobresalto cotidiano. Centros de investigación dotados de enormes espacios, equipos, personal calificado de muy alto nivel y recursos cuantiosos se han esforzado, lográndose algunos avances sin que, hasta ahora, se haya podido lograr una solución definitiva.
A lo anterior deben agregarse ahora los cambios naturales en la provisión natural de agua, la tierra, el aire, el medio ambiente.
En lo que es la temporada previa al inicio de la primavera, las contingencias ambientales engrosaron los penares de la humanidad. Los cambios en el clima, en los mares, en la tierra, se suman ahora a los flagelos inacabables, agregándose a la polución ambiental.
No podemos sustraernos a la irresponsabilidad humana, porque las antiguas y numerosas pruebas nucleares, el agotamiento por abuso en la extracción de aguas del subsuelo, las mega construcciones y la creciente disminución de bosques y espacios arbolados, se van agregando, sin querer queriendo, al problema global que va generando ahora no solamente cambios en nuestra salud, sino también en el carácter y manera de ser de las personas.
Es así que asoma la censurable actitud de individuos o grupos sociales, imbuidos ahora como se está viendo en diversas partes del mundo, no de sincera solidaridad humana, sino de abuso en contra de sus congéneres.
Ahora nos enteramos de tranzas y desorden en el acopio, manejo y distribución de medicamentos, vinculados y denunciados públicamente, así como la aparición de actitudes negativas en algunas entidades que los operan y distribuyen.
Se dice que las vacunas se manipulan e incluso se asignan políticamente, apartando la prevención generalizada determinada médica y socialmente, para dar comienzo a un movimiento desordenado y fuera de control, con grave riesgo de que estos cambios indeseables contribuyan a crear mayor número de víctimas o incrementar las áreas y espacios de alto riesgo.
¿Desorden?, ¿viveza de unos cuantos?, ¿elitismos sanitarios?, ¿prevalencia de intereses bastardos por encima de la salud pública? Los motivos que han trascendido son de diversa índole.
Lo lamentable es que, en esas condiciones de desorden y vivezas aisladas, muy censurables, se está complicando la distribución de la vacuna preventiva. Habrá que combatir a quienes están creando estos nudos convenencieros a intereses mezquinos.
Quienes, según ellos, con estas actitudes ganan una mayor oportunidad de protección a sus vidas, son delincuentes manipuladores de insumos médicos y vacunas en su beneficio particular.
Estos, entiéndase, no son tiempos para ganancias censurables o prevalencia de vivales e intereses bastardos.