Editorial
A mediados de quincena, en este agitado mes de noviembre, ha tenido lugar una reunión entre dos potencias mundiales, importantes ambas por sus características notables en lo económico, poblacional, tecnológico, político e incluso en lo militar.
Las grandes poblaciones que las habitan -una en Asia, la otra en América- viven inmersas en cambios trascendentes surgidos de la velocidad del crecimiento de ambos colosos.
La evolución del planeta Tierra creó un paso transitorio entre ambos continentes, el Estrecho de Behring, por donde supuestamente, en la zona norte terrestre, llegaron los primeros pobladores del continente americano, dibujado y cartografiado por Américo Vespucio, con cuyos incipientes planos divulgados en Europa se orientó Cristóbal Colón. Su nombre como navegante le valió al cartógrafo la adopción para calificar a un nuevo continente: América.
En la circunnavegación, ansiada por esos tiempos, la presencia europea y riqueza de unas tierras tan extensas se convirtió en un reto, por lo que el espíritu aventurero de los navegantes de la época se volcó hacia el conocimiento, el estudio, la planificación, iniciando el despojo de las nuevas tierras halladas, hoy separadas por fronteras de países hermanos, independientes. Esa etapa la padecieron los habitantes originarios.
Lo que es el norte del continente ahora, después de guerras y despojos, son Canadá y los Estados Unidos, los United States of America, país integrado de migrantes europeos y de otros continentes, que despojó otrora a nuestro México de la mitad de la parte norte de nuestro territorio original.
China, en tanto, en su gran extensión territorial, ha mantenido sus firmes raíces culturales y ha logrado levantarse en economía, niveles de vida, con avances científicos y tecnológicos admirables. Es hoy una potencia mundial.
CHINA – USA son dos grandes potencias mundiales en la actualidad, dos formas distintas de progreso.
