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Una cuestión de Geometría

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Gracias por recibirme. No, no estoy bien, pero gracias por la bebida.

No…no estoy seguro cómo comenzar. Creo que nadie en mi posición sabría cómo comenzar.

Sí, supongo que por el principio estaría bien…

Soy capataz de una compañía constructora, ya sabe cuál. Es prácticamente la que ha construido la mayor parte de los edificios de esta ciudad. Podrá ver nuestra firma en cada edificio: un pequeño logo de la compañía que ha sido nuestro legado en este negocio por los últimos cuarenta años, desde su fundación.

El señor… [No debo usar nombres verdaderos.] Bueno, el jefe de la compañía es un hombre bastante común, con todas las cualidades y fallas que cualquiera tendría como líder de una compañía como esta. Como capataz, tengo que formar parte de las juntas directivas para ciertas tomas de decisiones; aquellas tomadas a puerta cerrada no me incumben.

Así que cuando fue el mismo jefe quien nos pidió que trabajáramos en este proyecto fue bastante inusual, por decir lo menos. Pronto se escogieron los gerentes del proyecto, así como los intendentes generales a quienes yo respondería. Luego de reunir a todos los técnicos, especialistas y obreros, se dio marcha a la obra.

El lugar escogido fue este terreno baldío a las afueras de la ciudad. Nada que no hubiéramos visto antes.

La primera sospecha vino del hecho de que, bueno, era demasiado bueno para ser cierto. El 95% de las construcciones son técnicamente más que nada reconstrucciones, esto es, la construcción de un nuevo edificio en donde otro fue demolido recientemente. Ya no hay muchos lugares libres en donde crear nuevos cimientos, especialmente en un ambiente urbano como el nuestro: es prácticamente imposible conseguir un pedazo de tierra libre que no sea propiedad de alguien y que no haya sido usado ya de alguna manera. El otro 5% es solo un lugar en tal mal estado o pésima ubicación, que solo un idiota construiría ahí.

Este lugar era simplemente perfecto. Sin árboles, sin hierba. Nada de piedras y roca y minerales que dificultaran la construcción del cimiento. Ninguna clase de edificios o construcción suficientemente cercana para obstaculizar su expansión. Un sitio en un millón.

La segunda cosa que noté extraña fue la cantidad de trabajadores. Una construcción como esta, una casa de tres pisos, puede parecer que necesite mucha mano de obra, pero en realidad requiere menos de lo que la gente cree. En este caso, el número de obreros fue excesivo, algo que hice ver a mis supervisores, quienes ya habían tenido las mismas preocupaciones. Me dijeron que era “necesaria para terminar cuanto antes la construcción.”

Mi preocupación era más en cuanto a la paga: más trabajadores significa repartir en pedazos más pequeños el dinero. Afortunadamente, en este caso no fue así y se nos dio lo justo, e incluso más. No es necesario decir que con este “bono” todos cerraron sus bocas con respecto a las dudas sobre el lugar.

Sé lo que parece, incluso mucho antes de que las cosas pasaran, ya tenía la sospecha de que podría tratarse de algo ilegal, tal vez drogas o lavado de dinero. Pero cuando eres padre de familia, y te dan dinero extra, simplemente no haces preguntas. No estaba solo en esto, ya que nadie tuvo ningún inconveniente en los siguientes meses que pasaron.

Llegó octubre y entonces todo comenzó.

Al principio fueron cosas sutiles: algunos de los técnicos empezaron a tener quejas con respecto a que alguien no estaba haciendo bien su trabajo y había jodido las mediciones de algunas áreas marcadas. Luego de mucha discusión y pasar días enteros apuntando el dedo a quienes se pensó que fueron los responsables, terminamos haciendo las mediciones nosotros mismos.

Ahí nos dimos cuenta de que algo estaba mal: no importaba como lo midiéramos, la cantidad medida nunca era la misma que la trabajada. Lo hacíamos una y otra vez, pero nunca daba la cantidad exacta. A veces aumentaba, a veces disminuía, y otras veces el volumen de trabajo nos regresaba al origen. Tomamos medidas, usamos puntos de referencias, tomamos fotografías…Nada. Era como si el área que midiéramos se volviera más larga o pequeña después de tomarle las medidas, incluso cuando eso fuera imposible.

No estuve presente cuando sucedió el primer incidente; fue después de mi cambio de turno. Sin embargo, por lo que supe, involucró la puerta de la pared sur. Sé que el sujeto juró por su vida que, cuando la abrió para probar las bisagras, del otro lado vio un paisaje que describió como “salido de un sueño”. Nadie le dio mucha importancia, pues era de esos obreros que gastaban casi todo su sueldo en el bar más cercano. Los que le dieron importancia se preocuparon de que se tratara de una posible brecha de un tubo de gas subterráneo que podría empezar a afectar a los trabajadores. Podría ser incluso la razón de la falla de juicio de nuestra parte a la hora de hacer las mediciones.

Después de verificar todo el lugar más de cuatro veces, no encontramos nada. Ninguna clase de fuga o algo similar. No miento: eso, más que relajarme, aumentó mis preocupaciones.

La siguiente semana lo viví.

Un técnico, buen amigo mío, vino a mi despacho frente a la construcción. Estaba revisando los planos por alguna incongruencia cuando llegó, muy nervioso. Conozco a este chico desde hace años, así que no dudé nada de lo que me dijo; además, me lo mostró.

Salimos del despacho. Lo seguí a la parte posterior en la segunda planta; aún le faltaba una pared. Había dos trabajadores con la misma cara de susto, uno de ellos con un martillo y unos clavos en sus manos.

Lo primero que me vino a la mente es que alguien estaba gastándonos una broma sucia. Sus rostros y la manera sincera en que mi amigo me dijo lo que ocurría al final me convenció de acercarme a ver lo que querían mostrarme.

Mi amigo hizo un gesto a uno de los trabajadores que, después de vacilar un momento, tomó uno de los clavos que tenía y lo puso en la tabla que serviría para construir la pared. Luego martilló y el clavo se enterró. La punta del clavo apareció junto a la cabeza, del lado que había sido clavado. Era como si alguien hubiera hecho lo mismo del otro lado de la pared al mismo tiempo. El problema era que no había nadie; del otro lado había una caída segura al piso desde el segundo piso.

Lo hizo un par de veces más con los mismos resultados. Mi amigo me dijo que había estado pasando desde hacía minutos y no habían podido continuar con el trabajo. Después de pensarlo un poco, decidí que no tenía sentido continuar y moví a los trabajadores a otra parte de la casa.

Estupefactos, pero muy ocupados, a nadie se le ocurrió sacar su celular y grabar lo que pasaba. Cuando se me ocurrió, ya era tarde. Cuando regresaron a esa zona, no volvió a ocurrir el fenómeno. Ni mi amigo ni los trabajadores volvieron a tocar el tema. Por mí, fue mejor.

El siguiente incidente sucedió en la mañana, en mi presencia. Estaba hablando con un miembro del equipo de mantenimiento cuando escuché que la sierra eléctrica que estaba usando el trabajador a unos metros de mí dejaba de hacer su ruido acostumbrado abruptamente, el silencio ahora lleno por una serie de insultos. Cuando vi al trabajador con la hoja de la sierra bañada en sangre pensé que se había cortado. Pero no era así: cortaba un tablón de madera en el piso y tenía ambas manos en la sierra.

Del otro lado de la casa escuchamos una conmoción. Al acudir, descubrimos que uno de los obreros había perdido cuatro dedos de la mano izquierda. Fue estabilizado rápidamente y se llamó a una ambulancia. Ante de que se lo llevaran, le pregunté que le había pasado. Me dijo que estaba almorzando, sentado sobre un paño de madera cuando la hoja de una sierra eléctrica había salido de la nada por debajo, rebanándole los dedos.

Cuando revisé el lugar encontré el corte en la madera y sangre. No había manera de hacer dicho corte sin que viniera del piso, debajo de donde se había sentado el obrero. Una persona estaba usando la sierra en ese momento, pero estaba muy alejado. No se necesita ser un genio para saber de dónde provino la sangre en la hoja de la primera sierra. Aún no sé cómo.

Afectado, me dirigí a los gerentes del proyecto. Descubrí entonces que ya sabían de los incidentes y que el jefe de la compañía les había avisado que estos pasarían. Enfurecido, les exigí me dijeran los motivos para no avisar que estas cosas pasarían, sabiendo que ponían en peligro a mis hombres. Me dijeron que esperaban que no ocurrieran, que de cualquier forma el dinero extra dado era suficiente para cubrir cualquier daño causado, que no había nada que persuadiera al jefe de posponer la construcción, y que si amenazaba con renunciar ya tenían preparados nuestros remplazos. Tampoco sabían por qué ocurrían esas cosas en la zona de construcción, aunque el jefe posiblemente sí, porque había exigido terminar la construcción antes de que iniciara el mes de diciembre.

No hubo nada más que decir. Al final de cuentas, estaban en la misma posición impotente que la mía, aunque con la diferencia de que yo me exponía más al peligro que ellos. Nos quedaba poco menos de un mes de construcción, así que decidí no insistir más.

Conforme el mes transcurría, ocurrieron otros incidentes similares, pero estábamos preparados: debido a las precauciones extras que tomamos ninguno fue fatal. Descubrimos habitaciones que eran más grandes por dentro que por fuera, pasillos que no conectaban donde debían, perspectivas diferentes cuando ponían el cristal de una ventana. Más de una vez alguien aparecía en mi despacho cargando materiales de construcción ante mi cara de sorpresa, pues habían entrado por una puerta del otro lado de la casa en construcción.

Así llegamos al día del incidente final.

Era después de la última jornada de construcción. Estábamos más que felices de dejar el maldito lugar. Acompañé a un grupo de trabajadores a recoger el equipo y los materiales de construcción sobrantes.

Era de tarde y empezaba a oscurecer, con el lugar adquiriendo ese tono azulado después de un día caluroso.

Estábamos por irnos cuando mi amigo técnico notó que habían dejado una puerta asentada. Yo ya quería irme de ahí, pero mi amigo insistió. Le dije que, si tanto la quería, que fuera a buscarla mientras acercaba la camioneta.

Cuando pasaron los minutos sin que saliera supe que algo estaba mal. Me dirigí a la entrada de la casa. Frente a la entrada principal de la casa, en el suelo, estaba la puerta. No había rastro de mi amigo, a pesar de que lo busqué.

Pensando que tal vez había entrado a la casa, levanté la puerta para cargarla en la camioneta y esperarlo ahí. No pude hacerlo. Era como si esta estuviera fija al suelo.

Después de un momento, decidí girar la perilla y la abrí.

Aquí es cuando todo se vuelve confuso al tratar de recordarlo, como tratar de recordar un sueño, y en cierta manera se sintió así en su momento. Trataré de ser lo más claro posible.

Vi una escalera. Una escalera descendente que no parecía tener fin. Había luz brillando al final, iluminaba todo con un fulgor blanco cesante. Decidí bajar. En algún punto, mientras bajaba los escalones, la luz dejó de brillar para revelar un pasillo lleno de puertas en ambos lados. Como la escalera, el pasillo parecía no tener fin.

Nunca volteé atrás, eso sí lo recuerdo. En ese momento no parecía importante saber por dónde venía, o si podía volver por donde vine en primer lugar. Lo único que sé es que abrí una de las puertas, no recuerdo de qué lado, aunque no importa.

Cuando la abrí, me recibió una habitación con dos puertas en ambos lados y una enfrente de mí. Abrí esta última y apareció una habitación idéntica. Esta vez abrí la puerta de la derecha y otra habitación con las mismas tres puertas dispuestas en las paredes apareció.

Esta vez sí retrocedí por mis pasos y regresé al pasillo sin fin. Decidí recorrerlo. Ignoraba qué encontraría al final.

El pasillo se volvió de un material diferente, como de piedra rocosa, como la de los castillos medievales. Ya no había puertas y no podía decirte cuándo había sucedido el cambio.

El pasillo empezó a dar vueltas y dividirse en varios pasillos y entradas sin puertas. Se volvió un laberinto de un momento a otro. Ni siquiera me percaté que aún podía ver pese a no haber una fuente de luz.

Pasé lo que me parecieron varias horas en el laberinto. Más de una vez la geometría del lugar no tenía sentido, al caminar por lugares obviamente verticales o simplemente descender por una escalera, para llegar al mismo lugar de donde comencé.

Empecé a entrar en pánico cuando reapareció una luz. Era la misma luz blanca del principio, pero esta vez parecía provenir de un pasillo a mi izquierda. La seguí por varios minutos; el pasillo se expandía y alargaba, se volvía mucho más alto hasta el punto de que no era capaz de ver el techo, incluso teniendo la luz frente a mí.

Finalmente, llegué al origen de la luz: una entrada circular marcada con varios símbolos raros a lo largo. Entré al lugar. Fui recibido por un fogonazo de luz pura y blanca. Cerré los ojos por Dios sabe cuánto tiempo.

Cuando por fin los abrí, era una locura.

Una amalgama de edificios, todos construidos en una forma imposible. Algunos se sobreponían con otros, otros surgían de ramificaciones de otros. Algunos estaban de cabeza, como si una ciudadela completa hiciera de techo, otros estaban empotrados a las paredes, imposible ver de dónde surgían. Por todos lados había escaleras y puertas que no llevaban a ningún lugar y a todos los lugares al mismo tiempo.

Era simplemente inmenso. Era abrumador, demasiado para asimilar.

En el centro de todo estaba el núcleo: Un cristal, o lo que parecía ser un cristal. Era como ver dentro de un calidoscopio. Brillaba con muchos colores, pero se abría y cerraba continuamente. Cuando se contraía, parecía como si todo el espacio alrededor colapsara hacia su centro; cuando se abría, parecía florecer con todos los colores del arcoíris.

Me acerqué. A unos metros, el cristal cambió. Brilló en una explosión de colores tomando la silueta de un hombre.

Entonces habló.

Y algo pasó.

No sé qué fue. No importa cuánto trate, no puedo recordarlo. Sé que fue algo que no debí saber. Mi mente bloqueó el recuerdo como si supiera que era lo mejor. Recuerdo haber gritado mientras toda la arquitectura a mí alrededor colapsaba.

Corrí intentando escapar, tratando de alejarme de esa cosa.

No sé cuánto corrí, cuando abrí la última puerta, había salido por la entrada principal de la casa. La puerta en el piso estaba cerrada, y lo agradecí en silencio. Me subí a la camioneta, la encendí y salí disparado del lugar.

Conduje hasta llegar al extremo opuesto de la ciudad; no avancé más porque el tanque de gas se había agotado, tal vez hubiera terminado fuera del estado.

A la mañana siguiente había olvidado por completo lo que esa cosa me había dicho…Creo que fue para bien.

Estuve tentado a renunciar a mi trabajo, pero llevo tantos años que concluí que no valía la pena perder mi jubilación por ello. No sé lo que serían capaces si le dijera a mis jefes lo que vi. Ya no confío en ellos. Fue preferible que supusieran que la transferencia que pedí era para alejarme de la ciudad.

Nunca volví a saber de mi amigo. Estoy seguro de que entró por la puerta en el piso; tal vez no tuvo la misma suerte que yo para salir. Hubo sospechas sobre mí, por ser la última persona en verlo. Mis jefes de alguna manera arreglaron las cosas para que pudiera liberarme de las sospechas y no se tuviera que investigar más a fondo el lugar por las autoridades.

Sé que ustedes se dedican a la búsqueda de objetos como el que les describí. ¡Vaya que eso es un objeto y no una cosa!

Gracias. Es bueno saber que hay alguien que no crea que estoy loco.

En cuanto a lo que era esa cosa, mucho tiempo me pregunté qué podría ser. Luego empecé a recordar esas revistas de mi infancia. No sé si las recuerdan. Tenían imágenes ocultas en la portada que solo podías ver si la doblabas de tal forma que un extremo se conectara a otro. Creo que eso es lo que pasó: esa cosa comenzó a juntar los extremos del espacio en nuestra existencia, en su intento por salir.

No sé lo que el jefe de la compañía quiera con esa cosa, pero lo que sea, la inauguración de la casa será el próximo mes. Será algo grande, y ustedes deben detenerlo.

Espacio No Euclidiano. Pesadilla Hiperbólica. Fractales Corruptos. Llámenlo como quieran. Vi la falla del universo mismo, me miró de vuelta, y luego me habló.

Su opinión de nosotros no es nada buena.

HUGO PAT

yorickjoker@gmail.com

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