PRIMERAS LETRAS*
AURORA CASTILLO
Nunca antes lo vio. El destino había querido que tomara el autobús una hora antes. Desde entonces no fallaba: siempre, a la misma hora.
La primera vez que cruzaron miradas surgió la atracción; ella sabía que era recíproca.
Era la imagen del príncipe que soñó desde su infancia: delgado, sonrisa perfecta, cuello fino y estatura sobresaliente; el dulce color de sus ojos le recordaba al mar en calma, y la llenaba de una plenitud tal, que su corazón henchido vibraba como si experimentara en su piel la caricia de sus manos.
Sentados siempre en el mismo orden: ella a la izquierda, él una fila adelante; él sentado a propósito de lado para verla mejor, con una dulzura inusual, posaba la vista en ella; sus tupidas pestañas bajaban y subían con rapidez, coronando con una sonrisa tímida el ritual tan característico del pavorreal cortejando a su pareja.
Ella fantaseaba cada día asignándole un nuevo nombre, cada vez más gallardo, más hermoso, más digno de un hombre perfecto; imaginaba largos paseos tomados de la mano. ¡Ah! pero lo que más anhelaba era bailar con él; imaginaba sus cuerpos ágiles danzando en coreografías perfectas. Cuando bajaba del autobús, flotaba entre sueños.
Un día, no bajó en su parada habitual, el autobús se fue vaciando poco a poco y, sin darse cuenta, comenzaron a hablar.
Si los dioses tenían voz, seguramente envidiaban la suya; le preguntó por su vida, sus gustos y sueños; ella, con la alegría de un colibrí, llenaba de pinceladas el ambiente del ordinario lugar.
Cuando el autobús llegó al final de la ruta, ella se levantó de un salto; él se incorporó de a poco, tomó unas viejas muletas que apoyadas en el respaldo y las colocó bajó sus brazos.
Hasta entonces reparó en sus manos deformadas…
Una aguja congelada atravesó su espina dorsal al ver que solo una de sus piernas tocaba el piso; la flexión en la cadera denotaba el impacto de la asimetría en su esqueleto.
Al elevar su rostro hacia el de ella, la encontró pálida y horrorizada. Asombrado, la vio escapar de prisa, mientras gritaba al aire frases sin sentido.
Lamentaba haber perdido al príncipe de sus sueños.
*Espacio dedicado por Diario del Sureste a la publicación y promoción de textos de los Talleres de formación literaria de “Voz de Tinta”