Editorial
Las luchas intestinas, las guerras entre los primeros habitantes de nuestro México, fueron características de los pueblos de América, todos ellos en busca de una constitución formal, propia de su organización social, adecuada a los límites territoriales de sus fronteras y el trazo de su organización interna.
Firmeza y consolidación en lo interno, respeto desde el exterior de los otros países del mundo hacia nuestras fronteras, así como visión de la sana convivencia entre naciones, sin prevalencia de intereses mezquinos o ambiciones territoriales bastardas, esa era la visión de nuestros antepasados en los inmediatos siglos precedentes.
No obstante, desde Europa se dieron intentos de dominarnos e imponernos autoridades no mexicanas. Las grandes potencias de ese entonces convirtieron a México en un país agredido por grandes potencias de esos periodos.
Por ejemplo, el vecino del norte compró gran parte de nuestro territorio a un presidente mexicano que requería dinero para perpetuarse en el poder, dejándonos como límite hacia el norte el río Bravo.
Desde el continente europeo, sueños de oligarcas intentaron imponer un gobierno en alianza con grupos políticos aristocráticos locales. La base popular, el pueblo humilde, dio lecciones de rechazo y dignidad a esta coalición maligna.
No cabe duda de que nuestro México actual surgió de un pacto de voluntades. Posee un sustento popular indiscutible y, para darle firmeza, solidez y principios, ha expresado a través de sus propias leyes la vocación de libertad y progreso, de respeto igualitario entre países. Que lo que cuente en las relaciones entre países sean las leyes y el respeto a nuestros derechos.
México es hoy un país respetable y respetado, admirado y reconocido. Muchos miles de buenos mexicanos han luchado por ello, derramando su sangre en defensa de sus principios de autonomía.
Un gran mexicano recordó a los países del mundo que: “El Respeto al Derecho ajeno es la paz”. Recordemos ese liderazgo gubernativo de Don Benito Juárez, ensalcemos las raíces de ese su mensaje que aún vive y perdura en la mente y corazón de cada mexicano.
Hoy, ese pensamiento, unido al de otros grandes patriotas y visionarios que construyeron las bases políticas de México, nos permiten vivir y convivir como país integrante de contexto internacional.
Honor y gloria a los constructores de esta patria nuestra. Con su ejemplo mantendremos nuestra vocación de vivir y convivir en paz y amistad con todos los países del mundo.
México es un país pacifista que promueve el respeto al derecho ajeno y la no intervención en asuntos políticos de otros países.