Félix Ramos y Duarte
Por el Lic. Santiago Burgos Brito
La insurrección cubana contra el dominio español determinó que vinieran a Mérida muchos ciudadanos de la isla que no tenían aptitudes militares. Entre ellos vinieron intelectuales distinguidos que, al terminar el movimiento armado en su patria, permanecieron en Yucatán definitivamente. Uno de estos expatriados, natural de San José de los Ramos, provincia de La Habana, fue Félix Ramos y Duarte, estudiante de la Escuela Normal de Guanabacoa, acusado de conspirador. Ya en Mérida continuó sus estudios en nuestra Escuela Normal, situada en el Instituto Literario del Estado, hasta graduarse de maestro de Instrucción Primaria Inferior y Superior. Ejerció su profesión en Mérida, se marchó luego a Veracruz y luego a la ciudad de México, en donde residió hasta que, proclamada la Independencia de Cuba, retornó a su tierra natal, en donde suponemos falleció.
Ramos y Duarte publicó varias obras, todas didácticas, entre ellas la titulada Crítica del lenguaje, para nosotros muy interesante, no sólo por la parte gramatical, en sus aciertos, sino porque sus ejemplos criticables los toma de obras de autores mexicanos y particularmente yucatecos, a los que critica sin consideración a su categoría literaria. Sus criticados predilectos fueron, en la metrópoli, el maestro Justo Sierra, y en Mérida, Delio Moreno Cantón y el obispo Carrillo y Ancona. Como se ve, no medía sus armas con cualquier clase de gente. Se lanzó también al palique de las cuestiones arqueológicas y filológicas de los pueblos indígenas de México, y parece que en esta su aventura no salió muy bien librado.
Por curiosidad, espiguemos algo de las páginas de este libro que viene a ser como el abuelo malhumorado de las obras similares de ahora, como las de Lozano, Restrepo y tantos otros. Claro que no todas las correcciones del señor Ramos se mantienen firmes, pero es interesante ver cómo se trataban hace más de medio siglo estas cuestiones lingüísticas.
“Al pelo” es una expresión adverbial que aquí se usa mucho, y que Ramos le critica a Micrós. Lo correcto es “a pelo”.
Don Vicente Riva Palacio, en México a través de los siglos, habla de los indios de ambos sexos, disparate que debe corregirse por “de uno y otro sexo”. Por estos rumbos se incurre a cada rato en semejante ambigüedad.
Don Justo Sierra habla de un aliento aromado. Le corrige diciendo que se debe decir aromatizado o aromoso, pero, y creemos que está en lo justo, con minúscula.
Carrillo y Ancona habla “casas todas de bajareque”, y Ramos se le va encima diciéndole: «¿Qué entenderá el señor Carrillo por bajareque? Decir casa de bajareque es un desatino, porque bajareque es casa o choza más humilde que el bohío.” Esto es verdad, pero es que esa palabra, según Maleret, también significa enrejado de palos entretejidos, en cuya acepción debió emplearla nuestro historiador.
Corrige el vocablo “banqueta”, que nosotros usamos como la parte más alta de la calle, al filo de las cosas. Santamaría, en contra del colega cubano, acepta el término y dice que Ramos lo rechaza, pero que “como de costumbre, no resuelve nada”.
Don Rafael Ángel de la Peña en su Gramática habla de “las lenguas de flexión cuyo mecanismo es bastante complicado”. Ramos le advierte, y en esto la Academia hasta hoy está de acuerdo, que “bastante” no quiere decir “mucho” sino “ni poco ni mucho”, “ni más ni menos”. Don Félix le acertó por esta vez.
Cuando Ramos critica a Moreno Cantón porque usa la palabra cosa cuando dice “que llegará la cosa” o “pero la cosa es”, no debió consultar a la Academia, o por lo menos la edición de entonces no traería una ficha tan amplia como el actual Diccionario que comienza diciendo: “Todo lo que tiene entidad ya sea material o espiritual”, y que entendemos permite el múltiple uso que todos hacemos de la mencionada palabra.
Arremete contra don Justo Sierra porque habla de una “cartulina crema” en vez de decir “de color crema”. ¿Y no decimos de color verde, de color azul, etc.? Acaso porque crema es el nombre de un dulce, y para evitar la ambigüedad, pero no lo dice.
En cambio, cuando critica al maestro en esta frase: “muy junto de esa mujer”, creemos que acierta, ya que lo correcto es decir “junto a esa mujer”. Suena mejor.
A Moreno Cantón no le acepta usar “enagua” en singular; pero la Academia la consigna en esa forma, aunque advirtiendo que se usa más en plural. Vuelve a la carga contra don Delio cuando dice: “le sobraba desparpajo para encontrar la contra”. Correcto, don Félix. Debe ser el contra o lo contrario, de acuerdo con la que limpia, fija y da esplendor, ni más ni menos.
Muchas más de las observaciones del inteligente cubano podríamos citar, por lo acertadas unas, y lo erróneas otras. Pero, para terminar, ésta que se refiere al Señor de las Ampollas: el obispo Carrillo y Ancona habla de la “nomenclatura de las ampollas” del Cristo de Ichmul. Ramos le pregunta qué querrá decir con eso, en su crítica justa, pero estropeada por la forma incorrecta con la que se refiere al Cristo de la Catedral, destruido torpemente hace cincuenta años.
Diario del Sureste. Mérida, 10 de enero de 1967, pp. 3-7.