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Un enemigo entre nosotros

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Editorial

La Humanidad presente, esa que un día sí y otro también se despierta y aguarda temerosa las noticias de la evolución transcontinental del temido virus del COVID-19, puede calificarse como la más golpeada física y sicológicamente por las circunstancias ambientales en lo que llamamos Historia.

Un largo periodo de más de un año no ha sido suficiente para acabar con esa pandemia viral creciente. Los recursos científicos, tecnológicos, económicos y políticos se han invertido, unificados e ilimitados, para enfrentar y lograr el deseado éxito ante este flagelo.

Han pasado a segundo término los enfrentamientos de carácter ideológico, económico y geopolítico entre naciones. Cada potencia mundial mira hacia sus adentros, pero hasta ahora la batalla continúa siendo desigual y la pandemia va ocupando espacios cada día más extensos.

A mediados del siglo anterior, el descubrimiento y la puesta al alcance al público de la penicilina dieron un merecido galardón al descubridor, y ganaron o recuperaron espacios a la salud mundial. Los médicos canalizaron el descubrimiento a sus pacientes y los índices de mortalidad se abatieron significativamente.

Con ello, la Humanidad logró el control y combate pleno a este azote que durante los años presenciales de su recorrido llegó a cobrar un gran número de víctimas.

Apareció por ese entonces una nueva generación de medicinas milagrosas, se optimizaron los servicios hospitalarios y, a partir de su generalizada distribución, la penicilina comenzó a rescatar vidas y sonrisas de la población mundial.

En lo político, la Organización de las Naciones Unidas vino a sumarse a la búsqueda de instauración de una paz total, no plenamente lograda aún ahora. Persisten antiguos intereses por territorios y recursos materiales ajenos, rezagos de un pasado de ambiciones aún no logradas, mas puede decirse que se vive en una paz transitoria compartida.

Ahora, un voraz visitante ha roto esa quietud temporal, y lo ha hecho golpeando por igual a las potencias mundiales y a los pequeños estados.

Sin conflagraciones bélicas, un nuevo virus pernicioso ha roto la tranquilidad mundial, el COVID-19, actual y mortal enemigo de países y gobiernos, igualados todos en su daño territorial, en todos los espacios continentales.

Ahí continúa con su ominosa e indeseable presencia, dañina, agresiva, mortal. Agresiones internas a cada nación, presencia firme y continua en territorios de todas las nacionalidades, es la noticia continua día a día.

Por ello, una vacuna en ciernes es por ahora la única esperanza de vida para nosotros, los actuales habitantes de este planeta.

Y eso debe motivarnos a la reflexión.

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