Un Colaborador del Señor Turrisa
Es sumamente satisfactorio que Justo Sierra O’Reilly, relevante figura de la literatura yucateca del siglo XIX, haya dado origen a cuidadosos y reveladores estudios sobre su vida, su obra y la atmósfera cultural que las envolvió. Así lo demuestran los trabajos de investigación de distinguidos académicos, entre los que es preciso mencionar a Manuel Sol, Arturo Taracena, Terry Rugeley, John F. Chuchiak, Romina España y Carlos J. Sierra.
Las ediciones críticas de obras suyas como La hija del judío y Un año en el hospital de San Lázaro también han contribuido a un más amplio conocimiento de su trayectoria y de su espíritu creador. Estas ediciones, que Manuel Sol Tlachi preparó e incorporó a la colección Clásicos Mexicanos, de la Universidad Veracruzana, restituyen, con su fidelidad textual y su metodología impecable, la voluntad artística de quien recurrió al anagrama José Turrisa para acuñar uno de sus seudónimos.
Sin embargo, los acercamientos eruditos y el rescate de la producción escrita de los autores que colaboraron en los grandes proyectos editoriales que Sierra O’Reilly encabezó, exaltando la historia y la literatura de nuestra región, siguen siendo incipientes. Podría decirse que sus compañeros de letras están a la espera de ser atendidos, de tal forma que sus biografías y la compilación de sus textos puedan arrojar más luz sobre una etapa fundamental de la dinámica cultural de la Península de Yucatán.
Ante las circunstancias descritas, adquiere un valor significativo la circulación de libros que se proponen subsanar tales carencias. Este es el caso del que lleva por título Un sacerdote y un filibustero del siglo XVII. Textos reunidos, de Rafael Carvajal, que El Colegio de San Luis publicó en 2010 en su colección Fin de Siglo.
Este volumen contiene los relatos que Carvajal dio a conocer en El Registro Yucateco, revista literaria que Justo Sierra O’Reilly editó en Mérida en 1845 y 1846. Son historias que, a pesar del tiempo transcurrido desde entonces, conservan el poder de persuasión que pone en evidencia las dotes narrativas de su autor.
Acorde con los valores del romanticismo, Carvajal abrevó de la tradición regional y de la historia de Yucatán para ambientar sus relatos. Así, el pueblo de Quisteil durante la sublevación de Jacinto Canek en 1761 es escenario de uno de ellos. Otro, el que da título al libro, transcurre en Campeche alrededor de los años en que dicho puerto sufrió el ataque de Lewis Scott, filibustero que en 1678 dirigió el saqueo de la villa marítima.
Otra de sus narraciones la sitúa en Puebla y expone las peripecias de un personaje desencantado del amor, que finalmente llega a recuperar la fe en los afectos de una mujer. Los dos restantes tocan temas que la imaginación popular ha investido de una connotación sobrenatural a los que, no obstante, Carvajal atribuye desenlaces en los que el humor pone un acento inesperado.
A manera de apéndice, el libro incluye un cuento traducido del francés y un ensayo humorístico. Es oportuno señalar, como lo hace el doctor Sol en su estudio introductorio, que fue Rafael Carvajal quien sugirió a Sierra O’Reilly la redacción de La hija del judío durante su estancia en Estados Unidos en 1847.
Sean bienvenidas las obras que nos llevan al encuentro de un pasado que sigue vivo gracias a la fecundidad de sus expresiones literarias.
Rafael Carvajal, Un sacerdote y un filibustero del siglo XVII. Edición, estudio preliminar y notas de Manuel Sol, San Luis Potosí, 2010, 183 pp, colección Fin de Siglo núm. 2.
José Juan Cervera