Inicio Portada Un Caballero Perfecto

Un Caballero Perfecto

3
0

Letras

XVI (y finaliza)

Gustaba de vestir con elegancia, a la moda. Flux de paño negro, corbata ancha y a veces de mariposa, leontina con reloj de bolsillo, espejuelos redondos, sombrero de carrete y bastón de madera tallada. Era un Quijote de su tiempo, un fuerte sentido de justicia animaba sus acciones. Era un caballero que libraba con frecuencia batallas contra los molinos de viento del tiempo que le tocó vivir.

No soportaba presenciar el maltrato a alguien indefenso. Con valentía, exponiéndose a salir lastimado, intervenía para defender con reclamaciones verbales y a veces, cuando la ocasión lo ameritaba, también con la fuerza, a una persona, a un animal, y siempre salía airoso en sus contiendas por el derecho.

Así se le vio evitar que hombres cobardes golpearan u ofendieran a una mujer. Ni tardo ni perezoso intervenía, poniendo en su lugar al que intentaba cometer tal desatino. Así, también, que alguien maltratara a un niño o que la piqueta de la autoridad ignorante demoliera algún edificio de valor artístico o histórico.

Abogado de profesión, fueron múltiples las demandas que gestionó en contra de lo que consideraba injusto. Era también un abogado de los pobres. Apenas cobraba bajos honorarios que le permitían vivir con modestia, aunque con dignidad, y a veces no recibía un centavo cuando el defendido carecía de recursos.

Frecuentes eran sus batallas y frecuentes también las animadversiones en su contra, pero nada ni nadie logró alguna vez alejarlo de su afán de equidad.

Alguien le dijo:

–Si te metes a redentor, terminarás crucificado.

–No importa, respondió.

En su casa prodigaba amor y ternura a su esposa, a sus hijos, y era el mejor amigo de sus amigos. Siempre pendiente de todos, ayudaba a solucionar los problemas ajenos sin más recompensa que la satisfacción de haberlo hecho.

Los años pasaron. Un día enfermó; con estoicismo soportó sus dolencias. A veces, alguna leve queja delataba su sufrimiento.

Una tarde, se vistió como en los mejores tiempos: con flux de paño negro, corbata de mariposa, con sombrero de carrete, con bastón de artísticos adornos y zapatos de charol con polainas.

Entonces dijo:

–Esposa mía, prepara mi maleta, me voy de viaje.

–¿Pero, a dónde, si estás enfermo?…

Él respondió, insistente:

–Me voy de viaje.

Cogió la maleta que le habían preparado, entró a su cuarto, se acostó, cerró los ojos. Poco después –con elegancia, con dignidad, con entereza, con respeto a sí mismo– murió tranquilo en su cama.

César Ramón González Rosado

FIN.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.