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Ulises entre líneas

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Poesía

Jorge Pacheco Zavala

[POEMA EN TORNO A LA OBRA DE JAMES JOYCE, ULISES, OBRA QUE ESTÁ CUMPLIENDO 100 AÑOS DE HABERSE PUBLICADO POR PRIMERA VEZ.]

 

Una ventana se abre,

una puerta se cierra,

una página grita,

una voz ahogada describe

lo que miran sus ojos:

la línea de una navaja

y un espejo indiscreto

que refleja y delata,

que interrumpe

y corta la historia…

 

 

La vida marcada por las horas,

la esquina de una historia

apuntando al otro lado del desierto,

todo es verdad y parodia;

vasos comunicantes,

labios convertidos en palabra,

y la mente de un lector

que juega y se entretiene

con la posible vida que surge,

se esconde y muere…

 

 

En Ulises se radicaliza

la futilidad del tiempo

y la risa furtiva,

40 horas nunca alcanzan

para revelar los límites,

tan solo nos muestran

la sombra de un destello…

 

 

La piel vieja y la piel nueva,

las voces gastadas

y las que aún no se escuchan,

entre los pensamientos la incógnita:

qué saben las siluetas de sustancia…

qué sabe la belleza de irrupciones…

qué sabe el mar de superficies…

¿acaso ellos imaginan

lo que sueñan los esclavos?

¿es acaso su llanto, voz de sirenas?

¿o es el diletante arrullo

la muerte del que duerme?

 

 

En el simbolismo de tus representaciones

parece imposible no sentir,

soñar, percibir la majestuosa

atmósfera de Dublín:

líneas conexas que se atreven

a delimitar el gesto adusto de Homero

y la angustia pesarosa de tu pluma,

que no encuentra reposo;

ahora más que nunca,

abres camino entre espinos,

rompes los diques que contienen

hasta hoy, la inefable

belleza de una calle cualquiera…

 

 

 

Dedalus abre el libro

en donde las memorias

habitan a los moribundos,

los desterrados sin carne,

que siembran sin luz

y mueren sin sombra,

que buscan un cielo

y también un infierno…

Artista adolescente

que se pinta sin luz,

sin color, sin sombra;

que borda el manto nocturno

con jirones de piel

que renueva con cada amanecer.

Así comienza otra página

que se resiste a quedar en blanco,

que simula ser un registro,

un extraño código

que ha sucumbido al tiempo…

 

 

Los pasos firmes de Bloom

se pasean entre tantas tumbas,

bajo miradas furtivas

de ángeles entristecidos,

y el sonido incomprensible

de un viento irlandés

que nadie atina a descifrar…

 

 

Tiempo sin tiempo

son tus horas Ulises,

atemporales son tus moradas,

silenciosas mortajas,

espejos codificados

son tus atmósferas,

en cuyos escondites

se oculta la palabra precisa,

la roca inaccesible

que te distingue entre el barro

y la tierra que te forma…

 

 

Y al fin el soliloquio desbocado,

caballo que remonta la colina

de tu empinada retórica,

profundo sonido que te alcanza,

desnudez sonrojada a la luz de Rehoboth,

rodillas gastadas que no reparan

en el dolor o el sufrimiento,

porque es de ellas el martirio

pero de tu boca la súplica

en busca de placer…

 

 

Epítome que trasciende,

que delimita y bifurca:

ríos dobles que confluyen

al final de la vida,

sembradío que decae,

bosque rocoso de Dublín,

asamblea de estrellas

que confunden al viajero

en noches sin destino…

 

 

Elegía que anticipa:

¡tragedia!: realidad inevitable,

lírica viva que muerde,

que duele y socaba

del alma lo profundo,

lo oculto del hombre:

arma mortal que traspasa

con punta de palabra afilada

en la oscura noche,

en el secreto profundo de la cueva…

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