Libros
Te hice daño, es cierto.
Nunca fue porque no te amara.
Fue porque no me amaba a mí.
Presente, pasado y futuro, más que tres palabras, son tres definiciones que, si bien son tan básicas, tan elementales que desde temprana edad nos las inculcan, nos las definen y proyectan con nuestro idioma mismo, con el pasar de los años las vamos olvidando. Me atrevo a pensar que realmente nunca las entendimos.
¿Por qué es tan complicado situarnos en cada una de ellas?
Nos aferramos tanto a un pasado, vivimos en un ayer, en la melancolía de un adiós, la serendipia que emergió en la anterior hoja del calendario de nuestra vida, esa dura y pesada página que cuidamos, que no queremos arrancar para dar paso a un presente, que indiscutiblemente por nuestra apatía y aferro no vemos pasar, no disfrutamos y, sin querer, lo convertimos en pasado.
Nos arrepentimos, lloramos y suplicamos regresar el reloj; anhelamos los minutos perdidos en la melancolía, en el llanto y la desesperanza, esa que se ve reflejada al momento de perdernos el futuro también.
Podemos hablar del amor, lo bonito y maravilloso que es el inicio de una relación, las bendiciones que irradian con cada amanecer a lado de la persona amada, esa sensación de mariposas en el estómago que propicia el contacto con esa persona especial.
¿En qué momento se acabó? ¿Cuándo te volviste pasado? ¿Cuándo fue la metamorfosis entre el amor y desamor? ¿Acaso el amor duele?
Respuestas a estas interrogantes las podemos encontrar en la segunda obra del joven escritor Alberto Villarreal, quien hace un par de años comenzó su camino como escritor de la casa Editorial Planeta con la novela “Ocho lugares que me recuerdan a ti”. Ahora nos trae su segundo material: “Todo lo que fuimos”, en el que podemos ver a un Alberto más maduro.
Pude observar en la obra que, hablando del diseño, es muy atractiva, muy bonita y llamativa, predomina el color rojo y gráficos que hacen muy amena su visualización. En contraparte con el diseño, podemos observar un ejemplar cargado de dolor, la intensidad de laa colecciones de “pequeños escritos” que va en incremento, en sentimiento y profundidad; cada uno de estos pequeños textos que enmarca a manera de “cartas” vienen cargados de melancolía, esa melancolía que nos acompaña con el dolor de la separación y el término de una relación.
Es un ejemplar que me gustó –debo aclarar que me gustan las historias de desamor–; sin embargo, me gustará leer una siguiente obra de él, porque definitivamente va a mejorar mucho, ya que el crecimiento que va mostrando Alberto es significativo, y estoy convencido que puede dar más. Les recomiendo ampliamente la obra, no sólo como lectura juvenil, sino como una lectura ágil y al mismo tiempo reflexiva para todas las edades.
Después de terminar la lectura, me quedo con la melancolía, con el intento de desapego que uno tiene que sortear día a día cuando el amor se va. El amor no se termina, el amor nunca se acaba, se transforma, se canaliza, y al final no se olvida: se aloja en una parte de difícil acceso en nosotros, buscando algún día volver a emerger.
Cada acción siempre tiene una reacción, igual, pero en sentido opuesto; no solo es ciencia, es también la vida misma.
Si quieren más detalles del libro, no duden en adquirirlo. Estén pendientes de nuestras redes sociales, porque rifaremos un ejemplar autografiado por el autor.
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Isaías Solís Aranda
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