Editorial
Cierto es que la vida en la península yucateca desde siempre ha estado caracterizada por circunstancias ambientales angustiantes, pobreza de los suelos en la mayor parte del territorio, y condiciones climatológicas adversas que oscilan entre temporadas de lluvias copiosas y sequías pronunciadas, paso anual de ciclones livianos o poderosos, y visitas de fenómenos ajenos que afortunadamente, hasta ahora, no han logrado avasallar el arraigado sentimiento de pertenencia de quienes aquí viven y se desenvuelven durante todo el término de sus vidas.
Miles de coterráneos están dispersos por todos los confines de los cinco continentes, pero las raíces locales peninsulares se mantienen y afirman a través del paso de los tiempos.
Cada año, el paso de tormentas tropicales y ciclones enciende las alarmas y la población se previene ante las posibles contingencias. Luego, la vida continúa y se reafirma por las generaciones siguientes.
De ahí que cuando un fenómeno inesperado, como lo es la actual pandemia del Covid-19, golpea inmisericorde a las familias y las instituciones, la disposición para enfrentarla se multiplique en las acciones gubernamentales, familiares y sociales. Y conste que esta pandemia actual ha multiplicado, su presencia y actividad en la península, muy a pesar de los esfuerzos que se continúan haciendo para combatirla y erradicarla.
La disciplina familiar mantiene el “Quédate en casa”, las condiciones ambientales en cuanto a las áreas de convivencia se adaptan al fenómeno: cierre temporal de giros comerciales e industriales, limitación al expendio de bebidas alcohólicas, uso obligatorio de cubrebocas, y amplias campañas de orientación por todos los medios de comunicación disponibles (prensa, radio, televisión, redes sociales, etc.) que han cerrado filas en el combate.
Las autoridades y gobiernos peninsulares llevan a cabo la revisión de sus instalaciones propias de prevención, atención médica y hospitalización, a la par de muy amplias y continuas campañas de información, por cuanto medio de comunicación sea posible para prevenir, corregir o disminuir, los posibles fallos temporales, y atender cada día la creciente demanda de servicios médicos y hospitalarios.
En los siglos precedentes hubo fenómenos de este tipo y existen antecedentes escritos de que las pérdidas de vidas se sumaban por miles, hasta millones, lo que por ahora no ha ocurrido, afortunadamente.
Por ello, mantener la fe, la cordura, y muy en alto las esperanzas, son recomendaciones válidas de urgente aceptación y acatamiento. Entendámoslo así, y cumplamos cada uno con la responsabilidad que le corresponde.
La unidad en ocasiones anteriores nos ha hecho fuertes en circunstancias tan críticas como ahora. Continuemos uniendo fuerzas y voluntades para que nuestros congéneres y la sociedad puedan tener un mejor futuro en los días por venir.