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T’Ho La Mérida Ancestral – IV

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T’Ho – Mérida

3. CRONISTAS ESPAÑOLES: FRAILES Y CONQUISTADORES

Fueron los primeros en escribir las imágenes de la nueva tierra, su paisaje, costumbres, religión y otros aspectos, es decir, se interesaron por la historia y la cultura del territorio conquistado.

–Román Piña Chan

Las relaciones de los españoles con los mayas de la Península de Yucatán empezaron desde los primeros momentos del descubrimiento de América. Se reportan contactos con los antiguos habitantes de Yucatán desde el segundo viaje del Almirante Cristóbal Colón, quien en una de sus expediciones se encontró con una canoa de mercaderes mayas que transportaban algodón y otros productos peninsulares, y del naufragio en el Mar Caribe que habría de integrar a Gonzalo Guerrero a la cultura maya y que sería ocasión para que Jerónimo de Aguilar aprendiera su lengua –tan útil a Hernán Cortés en la conquista de la Nueva España–

Don Francisco de Montejo, quien había participado en casi todas las expediciones a Tierra Firme, era buen conocedor de la costa peninsular, y es posible que en más de una ocasión hubiera tocado tierras yucatecas antes de obtener del Rey el título de Adelantado y el apoyo para la conquista, cuando todavía para los españoles Yucatán era considerada una gran isla. T’Hó, la Mérida ancestral, mereció especial atención por parte de los conquistadores y evangelizadores españoles: los escritos del siglo XVI son magníficos documentos para conocer las características de las antiguas poblaciones de Yucatán. El interés de los Montejo por establecer en T’Hó una de las principales ciudades de la colonia tiene implícito un conocimiento del panorama cultural y político-territorial del pueblo maya peninsular.

En 1531 los Montejo, el Adelantado y el Mozo, luego de haber salido Dávila para Cochuah y Uaymil, partieron de Salamanca de Campeche hasta desembarcar en algún punto de la costa cerca de Punta de Piedras, en Ixil o Chicxulub, ya en el cacicazgo de Cehpech, precisamente en el distrito de Maxtunil. Juan Francisco Molina Solís, en la Historia del Descubrimiento y Conquista de Yucatán, nos dice al respecto:

Montejo visitó diversos pueblos del distrito de Maxtunil, y tal vez de la inmediata Provincia de Chakán, llegando quizá hasta la antigua T–ho, pues permaneció tres meses en Maxtunil.

En 1533, después del primer intento de colonización, Francisco de Montejo el Mozo venía huyendo de Chichén, en donde había fundado Ciudad Real de Chichén Itzá. Montejo el Mozo «se apresuró a buscar a su padre y pronto lo halló en el pueblo de Cibikal, en la provincia de Chakán, cerca de las ruinas de la antigua T’ho”; Cibikal parece corresponder, según Ramírez Aznar, a un sitio ubicado cerca de Umán.

Los conquistadores tuvieron desde un principio interesantes relaciones con los pobladores de la provincia de Chakán, principalmente con el linaje Chablé. Posteriormente, siguiendo instrucciones del Adelantado, su hijo Montejo el Mozo cumplió las órdenes que su progenitor le dió en la quinta instrucción:

Y llegados al pueblo de T–ho, que es [en] la provincia de Ceh Pech [de Chakán, corrige Molina Solis], asentaréis el Cabildo e Regimiento en la dicha villa y ciudad, y si os pareciese que la comarca es tal, que lo sufra. Y de allí trabajaréis de traer toda la tierra de paz. E si algunos no quisieren venir darles heis guerra conforme a lo que os he dicho, de manera que todo caya conforme a lo que su Magestad manda.

Antes de la fundación de Mérida y tras largo camino, lleno de enfrentamientos y alianzas, Montejo el Mozo se estableció a 14 leguas de T’Hó, en el pueblo de Tuchicaan, posteriormente Hacienda de Granada, entre Maxcanú y Calkiní, cerca de la frontera de la provincia de Chakán. Desde ahí mandó a uno de sus capitanes a un pueblo que se hallaba próximo a T’Hó, muy posiblemente a Cibikal, donde ya había estado con su padre el Adelantado.

En la Probanza de Hernando Muñoz Zapata se relata que:

…después de examinar el distrito, este capitán quedó convencido de que la misma T–ho se hallaba situada ventajosamente para ser el sitio de una ciudad española. No sólo se hallaba cerca de grandes concentraciones de población indígena, sino que las ruinas de los antiguos edificios proporcionaban fortificaciones formidables, como también materiales para la construcción de los edificios españoles.

En la segunda mitad de 1541 Montejo el Mozo condujo todas sus fuerzas hacia T’Hó, estableció un campamento sólidamente fortificado en medio de los edificios y proyectó la subyugación del territorio del contorno, ya por medios pacíficos o por la guerra.

Diego Sánchez dice en su Probanza de 1569:

…todas las provincias comarcanas al dicho real [se alzaron] vino más que agora lo son y acuden a la ciudad de Mérida, estaban los naturales de ellas alçados y revueltos, con soberbios y endurecidos los ánimos, sin que aprovechasen llamamientos, ni halagos, ni requerimientos, ni amenazas para traerlos de paz, antes que estaban de guerra y la pedían con voces que venían a dar al dicho real y a tirar flechas.

Entretanto, H-Kin-Chuy, sacerdote de Pebá, enfervorizó hasta el «frenesí religioso” a los habitantes de la provincia. Gaspar Antonio Xiu, quien se convertiría en incondicional aliado de los conquistadores, en su Probanza de 1581 recuerda que «…este fanático, que predicaba el odio y una guerra de exterminio contra los españoles, apeló a su pueblo para que defendieran sus libertades, hogares y altares hasta el último momento”. Robert Chamberlain, eminente historiador en su Conquista y Colonización de Yucatán, 1517–1550, publicada en 1982, comenta que las acciones de H-Kin-Chuy fueron el impulso para una «nueva coalición poderosa» entre los caciques de Chakán y de los territorios adyacentes, probablemente inspirada y dirigida por Nachi Cocom, Señor de la belicosa provincia de Sotuta, quién ordenó a todos sus guerreros y resolvió llevar la guerra a los españoles, erigiendo al mismo tiempo sólidas fortificaciones en muchos puntos, y con una política de arrasar la región antes que abandonarla al enemigo, proyectó evacuar las poblaciones y dejar desolados los campos. Este episodio finalizó con la captura nocturna de H-Kin-Chuy y el envío de una embajada de los Xiu a Tuchi-caan, donde estaba asentado Montejo el Mozo y el resto de la expedición española. Los Xiu juraron obediencia y comenzaron a formar alianzas con los caciques de otras provincias del norte peninsular, a excepción principalmente de los territorios pertenecientes o en acuerdo con el grupo de los Cocom de la provincia de Sotuta, quienes no serían sometidos hasta muy avanzada la colonización.

Fray Lorenzo de Bienvenida, en 1548, hablando de la recién fundada ciudad de Mérida, escribió una acuciosa descripción de los antiguos edificios de T’Hó, los cuales, poco tiempo después de la invasión, con el clima tropical de la península de Yucatán, estaban ya cubiertos con vegetación:

La civdad está la tierra adentro treinta y tres leguas, llámase la civdad de Mérida; pusiéronle asi por los edificios superbos que ay en ella, que en todo lo descubierto de Indias no se an hallado tan superbos; edificios de cantería, bien labrados y grandes las piedras, no ay memoria de quien los hizo; parecenos que se hizieron antes de la venida de Christo porque tan grande estava el monte encima dellos como en lo baxo de la tierra: son altos de cinco estados, de piedra seca, y encima los edificios, quatro quartos todos de celdas como de frayles, veinte pies de luengo y de diez de ancho, y todas las portadas de una piedra lo alto la puerta, y deboveda; y destos ay en la tierra otros muchos. Esta gente natural no abitova en ellos, ni hazen casa sino de paja y madera, aviendo mas aparejo de sal y piedra que en todo lo descubierto. En estos edificios tomamos sitio los frayles para Casa de San Francisco, lo que avia sido cultura de demonios, justo es que sea templo donde se sirva Dios; y el primero sacramento que se a puesto en la tierra, es alli, que por nuestros pecados no lo ay en otra parte…

A mediados del siglo XVI, fray Diego de Landa, después de describir un edificio prehispánico de Izamal, «de tanta altura y hermosura que espanta», prosigue en su Relación: «Los segundos edificios que en esta tierra son más principales y antiguos –tanto que no se tiene memoria de sus fundadores–, son los de Tho.»

Más adelante, nos dice el Obispo de Yucatán: «los españoles poblaron aquí una ciudad y llamáranla Mérida, por la extrañeza y grandeza de los edificios…” En laboriosa descripción del núcleo central de T’Hó, nos habla de paredes muy fuertes y muy anchas «de piedra seca», de altura y grandeza «que espanta»; de alas labradas «de una parte a la otra de muy buena cantería»; de series de celdas con puertas “de piedra muy labrada…obra trabajada a maravilla», de «arcos de puente», de «relejes de piedra labrada», de altos «pilarejos…la mitad labrados redondos y la mitad metidos en la pared», de grandes escaleras y escalones, de amplios patios altos, de «piezas cerradas con bóvedas», de «edificios redondos», de «arcos que atraviesan», de remates “encalados», de «cerros de mampostería, muy bien labrados encima, sus muy buenas capillas de la bóveda como solían y sabían hacer ellos”; de corredores «con muy gruesos pilares y de más y más techos de «muy hermosas piedras labradas» y «enterizas”.

Martin de Palomar, vecino y Regidor de la ciudad de Mérida refiere en su «Relación de la ciudad de Mérida» de 1579:

Esta ciudad de Mérida está fundada en comarca de cuatro provincias de indios, la más principal está a la parte del sur, y llámase Tutubiu en lengua de los naturales, y es nombre mexicano. A la parte del norte está la provincia de Quepeche, y a la del este está la de Aquinchel, y al oeste está la de Acanul.

En la misma “Relación…” se nos menciona brevemente una de las antiguas plataformas de T’Hó situada al poniente de la plaza mayor:

…está un cerro de piedras muy grande donde antiguamente había un oráculo donde los indios sacrificaban, y de este cerro se toma piedra y tierra para edificar la iglesia catedral y para los edificios y casas de los vecinos.

Por su parte, Fray Alonso Ponce, en 1588, señalaba que:

…Mérida, la cual en la lengua de los indios, se llama Tihó porque está fundada en un asiento de un pueblo antiguo de ese nombre…En la comarca de aquella cibdad hay muchas sabanas, dehesas y en ellas pobladas muchas estancias de ganado mayor y menor, porque para todo hay pastos, y para abrevarlo tienen muchos pozos y pilas muy grandes, y sacan el agua con anorias… Nuestro convento está pegado con la mesma cibdad, puesto sobre un ku o mul antiguo, y aun edificada parte de él sobre los mesmos edificios viejos de los indios antiguos.

Al desembarcar de Cuba, Fray Antonio de Ciudad Real, quien acompañaba al padre comisario Fray Alonso Ponce, registró en su maravilloso «Tratado curioso y docto de las Grandezas de la Nueva España» el itinerario que siguieron para llegar a Mérida. Ya habiendo recorrido la parte nororiental de la península y una vez en Yaxcabá, donde fueron recibidos con bailes “a su uso», pasaron por Tabi, Kantunil, Xanabá, Pixila, Itzmal. Tikantó, Zumá, Cizomtún, Yobain, Cinanché, Telchaque, Mutul, Moxopip, Tixkokob, Noló y Cumkal, para llegar por fin «a decir misa entre seis y siete a la cibdad y convento de Mérida» el martes 16 de Agosto.

Fray Antonio de Ciudad Real, autor al cual se le atribuye el conocido Calepino de Motul (Arzápalo, 1995), uno de los diccionarios mayas coloniales más completos, hace valiosas observaciones acerca del convento y la ciudad:

Moraban en el convento sobredicho de Mérida, cuando el padre comisario llegó allí, diez religiosos, y no los visitó entonces hasta después que hubo visitado los demás de la provincia; tiene aquel convento a cargo algunos pueblos de visita de Indios mayas, y junto a la mesma casa tiene también un barrio de mexicanos, llamado San Cristobal, de los que vinieron los españoles cuando la conquista, y para los unos y para los otros hay una ramada y capilla como en los demás conventos. En otro barrio, no lejos del convento, están tres kues o mules en que solían ofrecer antiguamente sacrificio a los ídolos, y agora hay puesta una cruz en cada uno; sin estos hay otros pequeños, y en medio de la cibdad hay uno muy grande y alfo del cual han sacado casi toda la piedra con que se han hecho las casas del pueblo, y cada día van sacando, que todos estos mules so hechos de enchimiento a mano, y admina mucho considerar de donde se pudo recoger tanta piedra, y que haya habido tanta gente en aquella provincia que bastase a hacer tantos cerros y labrar tantos edificios como en ella hay.

A fines del siglo XVIII Fray Diego López de Cogolludo vislumbra e interpreta aspectos del carácter maya de la floreciente Mérida de Yucatán.

La ocupación de T–hó no tendría dificultad, no había allí que vencer resistencia de belicosos guerreros; los habitantes eran pobres y miserables labriegos incapaces de organizar ni intentar hostilidad ninguna; eran súbditos del cacique principal de Chakan, residente en Caucel, denominado Euan, gran sacerdote de los ídolos, y que se mostraba favorable o propicio a los españoles. Este cacique, hombre inteligente y capaz, respetado como hombre circumspecto, sabio y prudente, fue uno de los primeros que se convirtieron al Cristianismo… acampó en la antigua ciudad, asentando el real en el cerro del poniente, desde cuya cima se descubría gran extensión de tierra en rededor y podía ejercerse mayor vigilancia y precaverse de cualquier asechanza de los indios.

Acerca del Convento Principal de San Francisco. López de Cogolludo nos proporciona, en su Historia de la Provincia de Yucatán, una descripción:

Está situado en un cerro pequeño de los muchos que avia hechos á mano en esta tierra, donde estaban vnos edificios antiguos, cuyos vestigios oy permanecen debaxo del dormitorio principal.

El propio Cogolludo hizo referencia a los edificios situados en la Plaza Grande de la ciudad de Mérida:

Llegados a Tihóo los Españoles, assentaron su Real para mas seguridad en vn cerro de los muchos q avia alli hechos a mano, y era el mayor que estaba en la quadra, que oy haze frente á la Santa Cathedral, y de que oy ay señales dentro en las casas.

En 1893 el Museo Nacional de México reimprimió la Historia de Yucatán Devocionario de Ntra. Sra. de Izmal y conquista espiritual, obra escrita en 1633 por Fray Bernardo de Lizana. El fraile relata ahí la llegada de Fray Luis de Villalpando a Mérida con Francisco de Montejo y la fundación del Convento de San Francisco:

…y para mejor acudir este Santo varón a su obra, pidió al Adelantado que en el asiento de aquella ciudad le señalasse un assiento y sitio donde hiziesse Iglesia, y Convento para si, y sus hermanos, para administrar los Santos Sacramentos a los Indios, y al punto lo concedió el Adelantado, y les señalo un Cu, o Cuyo, o Cerro alto, hecho a mano de piedra que a los Indios servian de casas, o templos de sus Idolos, no obstante que aquel sitio estava ya señalado para hazer vn castillo por lugar fuerte de que avia de ser castellano el Adelantado,….

Lizana cuenta como Villalpando mandó decir a los caciques circunvecinos que les enviaran a sus hijos para adoctrinarlos y catequizarlos, luego relata el primer bautismo hecho en T’Hó y las características del bautizado:

…y los dos Santos varones Fray Luys, y Padre Benquente se ocupavan en catechizar a los alrededores de la ciudad, y siete leguas en contorno, y dieron principio al santo bautismo, y por primicias desta apostólica labor. El primero que recibió el bautismo fue vn gran sacerdote de los idolos, y Señor del pueblo de Caucel; celebróse este bautismo con mucha solenidad; hizole compañia el señor, y Cazique del pueblo de Cicipach, que tambien era hombre de muy buen entendimiento, y fue padrino de los dos el Adelantado Montejo,…mas el Señor de Caucel, que se llamó Francisco Euan, fue muy fiel Coadjutor de los Religiosos en la conuersion de los demas naturales sus compañeros, era este don Francisco Euan de mas de cincuenta años de edad, y aprendió a leer, y escriuir, y tenía tan buena persuasiva, que no platicó con los Yucatecos vez alguna en cosas de la Fé, que no los persuadiesse a que le recibiessen, y como era tenido por muy sablo entre ellos en sus ciencias, y gran sacerdote de los Idolos, creian ser verdad lo que les dezia, y de muy buena voluntad se conuertian, y acudian a la doctrina sin ser llamados: murió este Cazique el año de 1560. Y fue enterrado en la Iglesia vieja del Monasterio que está debaxo del dormitorio principal, y fue muy grande el sentimiento de los Religiosos, por la falta que hazerles podia tal Coadjutor, si bien se consolaua con aver hecho vn Santo, y que se yua a gozar del Cielo el que era ministro del Infierno pocos año savia.

Quedan en Caucel algunas ruinas de los edificios antiguos. A una cuadra de la plaza hay un cerro que bien puede integrarse al urbanismo actual, restaurándolo y diseñando un parque en el terreno baldío aledaño, fundo legal del municipio. En los solares de varias casas quedan también plataformas de los tiempos antiguos, como mudos testigos de una historia ya casi olvidada por el mundo: su registro puede ayudamos a conocer la antigua traza del Caucel en donde Euan y otros caciques principales se reunieron para decidir qué lugar se les ofrecería a los españoles para que asentaran su real, como todavía algunos de sus pobladores relatan.

Ya en el siglo XVIII, el Coronel D. Antonio de Alcedo, Capitán de Reales Guardias Españoles, en su Diccionario Geográfico–Histórico de las Indias Occidentales o América describió a Mérida con «cuidado y exactitud», según refiere don Carlos R. Menéndez en sus Visiones de Mérida:

Capital de la Provincia y Gobierno de Yucatán en la América Septentrional y Reyno de la Nueva España…el terreno es llano e igual que apenas tienen corriente las calles para las aguas, y por eso hay en muchas pozos para sumirlas…su vecindario se compone de 400 vecinos, porque se disminuyó mucho con una epidemia que experimentó en 1548, pero es muy crecido el de Mestizos, Mulatos y Negros, esta 22 leguas de la Costa de el mar en 289 grados 30 minutos de longitud y en 20 grados 10 minutos de latitud.

En 1800, antes de la independencia, el Gobernador D. Benito Pérez Valdelomar mandó demoler el «Cerro de San Antón», lo cual se creia «imposible» debido a su gran volumen, aumentando el menoscabo de las evidencias de la antigua Ichcanzihó, destrucción que como hazaña fuera conmemorada en una placa puesta en la esquina de las calles 50 por 67.

Como se puede observar, las referencias coloniales acerca de T’Hó, de sus construcciones antiguas, de las poblaciones que la rodeaban y de la gente que la poblaba, son frecuentes y ricas para conocer el carácter maya de la Mérida ancestral. El apoyo de las fuentes históricas escritas durante la Colonia son una parte para los estudios arqueológicos; es importante tarea futura ampliar estos datos que se encuentran en archivos y bibliotecas –de la Península, de México y del Estado español, principalmente– que aportarán más información para estudiar este período de la historia de la ciudad.

Josep Ligarred Perramon

Continuará la próxima semana…

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