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Testimonios, Cuentos, Relatos y Otros Temas (IX) – El Ejercicio de la Profesión

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Testimonios, Cuentos, Relatos y Otros Temas

(IX)

EL EJERCICIO DE LA PROFESIÓN

Me gradué de profesor y volví a la ciudad de México, en busca de la oportunidad de ejercer la docencia primaria.

Corría el año de 1959. En la Secretaría de Educación Pública el Prof. Hebert Santoyo, director de Educación del D.F. a eso de las 12 del día, en su oficina repartía interinatos. Los jóvenes profesores solicitantes, apretujados en torno al escritorio del funcionario, entre ellos yo, levantábamos ansiosos la mano, pidiendo la oportunidad. Santoyo preguntaba: “¿Cuántos interinatos tiene Usted?” El aludido respondía: “Dos”, o tres, o cuatro, según, y se le concedía uno más. Era difícil obtener el primero. No sé por qué razón el Prof. Santoyo tardaba en dar oportunidad a los que nunca habíamos trabajado, así es que nunca me tocaba.

Un día se dirigió a mí con la misma pregunta: “¿Cuántos interinatos tiene?” “Ninguno, maestro”, respondí. Se dirigió a otro. Entonces, con enfado, alzando el volumen de la voz aunque con respeto, le dije: “Maestro, ¿y cómo voy a tener el primero si Usted no me lo da?” Recapacitó Santoyo, y me mandó a trabajar durante tres meses.

Mi primer trabajo como profesor de primaria fue en la colonia de los Doctores, en la escuela David J. Berlanga, del Distrito Federal. Se acostumbraba, erróneamente, poner al novel profesor en un grupo de primer año, en vez de otro grupo superior en donde la tarea fuera menos dificultosa. Enseñar a leer y escribir en el primer año de primaria es verdaderamente obra de titanes. Sin embargo, pude con el encargo. Las enseñanzas de Narcedalia García -Dalita- mi maestra de Técnicas de la Enseñanza, y de Elsy Zavala Velázquez que me enseñó el método global –Ovidio Decroly- para la enseñanza de la lecto-escritura, me sirvieron de mucho, además de los consejos de algunas compañeras maestras con experiencia en el asunto. Recuerdo con gran afecto a mis primeros alumnos. Conservo una fotografía con ellos, sobre todo recuerdo a los niños Chiriguchi, dos niños japoneses que aprendían muy rápido, a pesar de su maestro.

César Ramón González Rosado con su primer grupo de alumnos de primer grado en la Escuela David J. Berlanga de la Colonia Doctores en la ciudad de México.
César Ramón González Rosado con su primer grupo de alumnos de primer grado en la Escuela David J. Berlanga de la Colonia Doctores en la ciudad de México.

Veinte años después, en un restaurante, se me acercó un joven señor en compañía de su esposa y sus tres hijos. Me dijo:

– “Perdone. ¿Es Usted el Prof. González Rosado?”

– “Sí”, le contesté. “A sus órdenes.”

– “Permítame saludarle. No se ha de acordar de mí, pero yo sí de Usted. Fue mi maestro en primer año de primaria. Soy el Ingeniero fulano de tal.”

Como ustedes, queridos lectores han de comprender, la sorpresa y satisfacción fue enorme: Encontrarme con una persona que había sido mi alumno tanto tiempo atrás, y que me saludara con afecto y reconocimiento, es el mejor premio que pude haber recibido por mis inicios en el magisterio, confirmando mi sospecha de que había comenzado bien mi desempeño en la docencia.

Después de este interinato, Santoyo me concedió otro ya sin dificultades. Había pasado la novatada.

Fui a trabajar a la escuela “Estado de Chihuahua” cuya Directora, Soledad Patiño -Chole-, dirigía su escuela con la mucha seguridad de quien tiene gran experiencia en la docencia. Chole me trató con mucha deferencia, me dio el tercer año de primaria, y sus consejos contribuyeron en la continuidad de mi formación docente.

En ese entonces había un conflicto magisterial encabezado por el Prof. Othón Salazar que dirigía el Movimiento Revolucionario del Magisterio –MRM–.   Todos los profesores de la escuela – menos Chole – pertenecían a este movimiento; por solidaridad y convicción participé con ellos en las manifestaciones y en algunas zacapelas con los granaderos. Al poco tiempo me eligieron su representante ante el MRM.

El Prof. Fabio Espinosa Granados, paisano a quien había conocido en la SEP como ayudante de Santoyo, discretamente vigilaba los movimientos en las escuelas. Un día me lo encontré en las inmediaciones. Me llamó y platicamos un rato:

– “César”, me dijo muy serio, “no te metas en problemas.”

– “Profesor Fabio”, respondí, “ya estoy metido en problemas: me parecen muy justas las demandas de los profesores.”

Era presidente -1959- el Lic. Adolfo López Mateos, de gran popularidad en el país. Había grandes manifestaciones de ferrocarrileros encabezados por Demetrio Vallejo, Valentín Campa, y de profesores por Othón Salazar.

Las huelgas no se hicieron esperar. El movimiento fue reprimido por el gobierno, y los líderes se fueron a la cárcel, acusados del delito de disolución social, aberrante delito que se conservaba desde los tiempos de la segunda guerra mundial que servía para controlar movimientos subversivos y sabotajes con motivo de la guerra, y que ahora se utilizaba bajo cualquier pretexto para someter los movimientos de la clase trabajadora.

También David Alfaro Siqueiros se fue a la cárcel. Se le adelantó al Presidente en una gira a Sudamérica, acusándolo de represor de obreros y de dictador, pretexto para aplicarle el delito de disolución social. Al final del sexenio todos ellos fueron liberados.

Prof. Othón Salazar Ramírez
Prof. Othón Salazar Ramírez
Demetrio Vallejo
Demetrio Vallejo

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Estos movimientos fueron precursores de lo que sucedería en 1968. Los ferrocarrileros y los profesores demandaban mejores condiciones de trabajo, respeto a la voluntad del pueblo en los procesos electorales, democracia, no al autoritarismo, no al charrismo sindical, demandas sociales todas que más tarde, en el 68, harían crisis con los resultados trágicos conocidos, pero que favorecerían reformas democráticas dentro de los propios gobiernos de la Revolución, como la Ley de Organizaciones y Procesos Electorales – LOPE – promovida por D. Jesús Reyes Heroles en el sexenio de López Portillo, la actual Ley de Procesos Electorales, el Instituto Federal Electoral, los Tribunales Electorales, y otros cambios que significan  evolución y enriquecimiento de la vida democrática de nuestro país y que hoy, como conquistas del pueblo, que no como dádivas, permiten una alternancia de los partidos políticos en el poder.

Esperamos que los gobiernos emanados de la voluntad popular sepan corresponder a la confianza que el pueblo deposite en ellos, y no la defrauden como parece que en la actualidad está sucediendo.

[Continuará la próxima semana]

César Ramón González Rosado

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