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Tan mujeriegos y tan malos amantes

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Edgar Rodríguez Cimé

Pobres hombres: tan mujeriegos y tan malos amantes” ríe la facebookera ticuleña Afrodita, mientras repasa encuentros de su historia amorosa. “Diosa de la belleza, la sensualidad y el amor”, sabe bien de lo que habla. La última pareja le había quedado demasiado chica para su sensibilidad de Venus tropical.

              No es que se deba ser el Gran Amante –como quienes se dan el lujo de extasiar con oleadas de placer a sus parejas mientras ellos, con dominio pleno, controlan la situación en la cama (sutra); o, como Haroun Al Makhzoumi, autor de Las fuentes del placer, que disfrutaba plenamente horas un autocontrol erótico, mientras sus amantes quedaban locas de contentas–, sino conocer lo básico, el A B C del erotismo femenino, para satisfacer amorosamente -no solo sexualmente- a una mujer. Si se desea aprender lo necesario y todavía más, favor de no leer El Kamasutra (hindú), un texto más filosófico y lar-guí-si-mo sino, mejor, Las Fuentes del Placer (El Kamasutra Árabe).

              De otra forma, las féminas salen perdiendo porque la mayoría de los varones desconocen lo básico: el erotismo femenino es diferente al masculino. Creen que hacer el amor consiste solamente en el “acoplamiento del sol y la luna”, saltando etapas importantes para el erotismo femenino (para empezar, las damas desean con el Elegido, no con cualquiera; mientras los hijos de Don Juan quieren con todas). Calidad versus cantidad.

Siguiendo a Alberoni, autor de El Erotismo, se debe resaltar la importancia del beso para la mujer antes de…, a diferencia del hombre. A ella le sublima, desea extender ese tiempo tooodo lo posible, mientras el varón ya está como lobo en celo. Ella se regodea en el éxtasis del beso, recorriendo infinitos en unicornio azul, como dice el poeta cubano Silvio Rodríguez, o más o menos.

              Continúa el escarceo amoroso, cuello, lóbulos, nuca, antes de hacer como los conejitos, como lo llama el Nobel de Literatura García Márquez; se sugieren frases amorosas ad hoc. El poeta persa Makhzoumi sugiere que, a diferencia de conocida canción (las manos quietas), uno debe utilizarlas para recorrer milimétricamente la accidentada geografía femenina lo cual, sobra decirlo, resulta sensorialmente muy agradable para la pareja.

              En cuestión de tiempo, el fellatio pasó de ser una perversión (Márquez de Sade) a ser considerada hoy día como una técnica para profundizar en las relaciones eróticas; así como el ombligo ha sido conceptualizado como un órgano erótico en las relaciones amorosas en Japón, como nos ilustra el escritor Gutierre Tibon en El ombligo como centro erótico.

La felación en las relaciones heterosexuales posibilita una dimensión desconocidamente placentera para las parejas que se atreven a romper el turrón: ¡Otro Viaje! No es de extrañar, puesto que los órganos sexuales están plenos de terminales nerviosas que guardan oleadas de placer erótico para los amantes atrevidos.

              Luego del encuentro erótico viene el plus, un momento muy placentero para la mujer, pero casi siempre desconocido para los hijos de Adán: el relax amoroso, un momento íntimo muy agradable para la sensibilidad femenina, que no se agota con el encuentro sexual, sino que se prolonga con la tibieza física de la cercanía del amante, los olores, los sabores. Este rato lo disfrutan las hijas de Ixchel (diosa maya del amor y la fertilidad) como no se imaginan.

edgarrodriguezcime@yahoo.com.mx

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