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Tadea y don Chonito (IV)

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IV

LA HIJA DEL SOL

En una ocasión, una pequeña llama se escapó del padre fuego.

Era rebelde y no conocía la diferencia entre hacer el bien y hacer el mal.

Su padre trató de cogerla, pero ya era tarde: la flama había echado a correr, crujiendo por la vereda que formaban los surcos de paja.

Iba burlándose de los hombres y de los animales. Deseaba demostrar su fuerza ante los poderosos.

Fue haciendo estragos en todos los sitios por los que pasaba. En una ocasión, quemó un campo antes de la cosecha, sumiendo en el hambre a los pobres campesinos; otras veces arrasó viviendas con las personas que dormían en su interior.

Contemplando estos destrozos, la flama se transformó en una inmensa boca de amplia sonrisa. Sentía que ella era la mayor fuerza del universo, y se autonombró Hija del Sol.

Una tarde, las nubes negras se apoderaron del cielo.

La flama no les temía, y por ello no tuvo cuidado…

A los pocos minutos llegó la brisa y entonces empezó a asustarse. Estaba débil, exhausta, pero, a pesar de ello, cuando la recia lluvia se apoderó de la pradera, la flama, en un último esfuerzo, trató de demostrar su poder.

Ocurrió que la lluvia, al igual que la flama, no titubeó.

Raúl Morales

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