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Swan Song, de Robert McCammon

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Libros

De la obra de Robert McCammon les había platicado de Boy’s Life, una misteriosa y a la vez sensible mirada al pasado que muchos compartimos, todo dentro de una mirada al horror y la constante batalla entre el Bien y el Mal. Al final de esa reseña mencioné que tenía otro de sus libros esperando su turno.

Cuando me trasladé a Canadá en enero de este 2020, supe que debía llevar conmigo libros que me acompañaran en todo el tiempo que pasaría solo; jamás imaginé que también serían compañeros de pandemia y de cuarentena. Entre los que pude meter a mi maleta, y por los cuales tuve que pagar exceso de equipaje, viajó Swan Song, el que mencioné en enero del 2019, al cerrar la reseña mencionada anteriormente.

Generoso en extensión, 919 páginas en la edición en inglés que leí, Swan Song fue publicado en 1987, cuatro años antes que Boy’s Life, y toca un tema que en esos días era una amenaza diaria, una que desgraciadamente no ha desaparecido del radar más de tres décadas después, pero que ya no tiene el mismo peso, razón de más tal vez para que nos preocupáramos, pues continúa latente: el apocalipsis por intercambio de armas nucleares de guerra entre Estados Unidos y Rusia.

La historia se centra en Josh, un luchador negro que se gana la vida sobre los encordados asumiendo el rol de luchador “rudo”; en Sister, una mujer que ha hecho de la mendicidad y el alcohol en las calles de Nueva York la manera de escapar de un doloroso pasado; en Roland, un adolescente con una personalidad psicópata; en el Coronel Macklin, un veterano de la guerra que es atormentado por el Soldado Sombra, una figura imaginaria que lo ayudó a sobrevivir su confinamiento en manos enemigas usando métodos poco éticos; en “el hombre al que le gustan las películas”, que a lo largo del libro va adquiriendo otras personalidades, siendo en realidad la personificación del Mal, y el único feliz de que se haya dado la conflagración; y la figura principal es Sue Wanda (Swan), una niña de nueve años cuando sucede el bombardeo, con poderes singulares que pudieran usarse en la labor de reconstrucción de la muy dañada Tierra. A ellos se suman muchos otros personajes secundarios que mueven la historia y ayudan a entender cómo es la vida después de la catástrofe.

El día en que ambas superpotencias deciden imponer sus ínfulas de poder, haciendo llover misiles con cargas nucleares sobre sus respectivos territorios, Josh y Swan se encuentran en una gasolinera en Nebraska, Sister está en el sistema de túneles del metro de Nueva York, Roland y Macklin están en el campo militar de supervivencia que el Coronel vende como oportunidad de entretenimiento, y el “hombre al que le gustan las películas” está en el cine viendo una y otra vez, carcajeándose y gozando, un filme en el que la miseria y la desgracia humana se presentan en imágenes de abortos, resultados de accidentes, fotos de asesinatos, etc.

Después de la caída de las bombas, el mérito de McCammon es usar su imaginación y describirnos lo que en su mente se convertiría su nación, usando los elementos patrióticos y la paranoia, así como las ansias guerreras de muchos de sus pobladores, presentándonos una sociedad en la que la ley del más fuerte predomina, con los consiguientes enfrentamientos y retorcidas manifestaciones del poder. Alrededor de la historia, los elementos fantásticos también suceden, y con ellos se conserva la cada vez más tenue esperanza de que el Bien sobreviva, y que exista algún tipo de redención.

Aquellos que hayan leído Apocalipsis (The Stand, en su versión original), de Stephen King, encontrarán muchos elementos semejantes, aunque Mc Cammon es mucho más crudo y mucho más pesimista ante la sociedad del futuro que emerge de las cenizas.

En español, en 1991, ediciones Roca lanzó este libro como La Canción de Swan, como parte de la colección “Gran Super Terror”, que abarcó muchos de diferentes autores, y que recuerdo haber visto en la Librería Dante de la Avenida Colón con Reforma, en alguna de las múltiples tardes de las vacaciones de verano que pasé en ella, hojeando y decidiendo para qué libro pedirle dinero a mi padre.

Swan Song, de Robert McCammon, no decepciona en ningún momento. Al igual que con Boy’s Life, el transcurrir del tiempo, en particular en esos días iniciales de la pandemia, que fue cuando lo leí, resultó mucho más llevadero, y eso siempre se le debe agradecer a un escritor. Cuando, además, nos ayuda a retirar de nuestra mente el temor y la zozobra ante un virus desconocido y mortal, se convierte en un amigo, y un aliado.

S. Alvarado D.

sergio.alvarado.diaz@hotmail.com

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