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Sor Juana Inés de la Cruz

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Rosa Carolina González de la Torre

El mes pasado, la Academia Mexicana de la Historia, en su página de Facebook, publicó una invitación para participar en el Ciclo de Conferencias Sor Juana Inés de la Cruz. Los Doctores Antonio Rubial García, Gisela von Wobeser, Wendy Lucía Morales Prado y Elio Vélez Marquina con los temas “Sor Juana Inés de la Cruz y su entorno”, “Sor Juana Inés de la Cruz, una monja moderna”, “Actualidad de la obra de Sor Juana Inés de la Cruz: temas y obras”, y “Sor Juana, símbolo de sí misma: aproximación a su iconografía”, respectivamente, lograron un evento de gran riqueza y nivel académico con tono cotidiano, sencillo y, ante todo, expuestos el estudio, la  admiración y la pasión que tienen por la vida y obra de la Décima Musa para así lograr conectar de manera virtual y muy significativa con los asistentes.

Les comparto aquí algunas reflexiones sobre los diferentes temas a propósito del natalicio de Juana Inés. Sabiendo que no hemos leído toda su obra, también los invito a hacerlo.

Nocturna, mas no funesta,

de noche mi pluma escribe…

SJC

I

SOR JUANA INÉS DE LA CRUZ Y SU ENTORNO

En la escuela primaria uno crece sabiendo de Sor Juana Inés de la Cruz que fue una mujer que se vistió de hombre para poder estudiar, entró al convento para escribir poemas, y la ves en los billetes de doscientos pesos; en la secundaria, hasta puedes recitar en poesía coral “Hombres necios que acusáis a la mujer sin razón, sin ver que sois la ocasión de lo mismo que culpáis”. Pero si te adentras en su mundo, en su historia, en su contexto, en sus letras, terminas dándote cuenta que nada sabías de esta tremenda figura que trasciende en el tiempo: así como destacó en su época, cruzó fronteras, convirtiéndose ella y su obra en hitos de la literatura.

Hay mucho de ella que llama mi atención: hija natural, criolla, adinerada, sabía latín, fue tesorera y con gran influencia dentro del convento de San Jerónimo, le hicieron encargos literarios en la Nueva España, pues sí, pero también en España; era conocida en las tertulias de La casa del placer, un grupo literario de monjas portuguesas que ganó dinero y plata en concursos literarios y con ello compraba libros; que le mandaron escribir sobre temas devotos, aptos para mujeres, y no teológicos a los cuales sólo se podían referir los hombres; que el castellano le abrió horizontes, pero no conoció a Shakespeare ni a Molière, que era bella y humilde, que tenía enamorados –¡y cómo no!, enamorados de sus loas, de sus sonetos, de sus obras de teatro– cuando ella lo que amaba eran sus libros, su tiempo para escribir, su libertad interior, la del alma. Ni las celdas del convento ni la necedad de los clérigos, ni el arrebato que hicieron de sus libros le pusieron alto a su ingenio, ella entre el español, el negro y los indios, los virreyes, los marqueses, los obispos y otras monjas, mujer amante de su tierra, de sus raíces americanas, y nosotros, hombres y mujeres necios en el siglo XXI, encantados con su vida, exaltados por su obra.

ROMANCE A LA DUQUESA DE AVEIRO

 

Que yo, señora, nací

en la América abundante,

compatriota del oro,

paisana de los metales,

 

adonde el común sustento

se da casi tan de balde,

que en ninguna parte más

se ostenta la tierra madre.

 

De la común maldición

libres parece que nacen

sus hijos, según el pan

no cuesta al sudor afanes.

 

Europa mejor lo diga,

pues ha tanto que, insaciable,

de sus abundantes venas

desangra los minerales,

 

y cuantos el dulce lotos

de sus riquezas les hace

olvidar los propios nidos,

despreciar los patrios lares,

 

pues entre cuantos la han visto,

se ve con claras señales

voluntad en los que quedan

y violencia en los que parten.

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