Editorial
Un período de firmes raíces religiosas del pueblo judío en la antigüedad ha devenido en un tiempo ya no para la reflexión, el rezo acostumbrado, y la glorificación de Jesucristo como mártir del Calvario. Ahora se vive esa solemnidad en una temporada con crecientes signos contrarios: holganza, paseos, diversión e ingesta, con abuso, de bebidas alcohólicas.
Una fecha religiosa clasificada por el catolicismo tradicional ahora se utiliza como puente para un relajamiento de las costumbres, paseo y diversiones, aunque hay que reconocer que los cimientos religiosos prevalecen en millones de creyentes.
El gran mensaje universal de aquel gran ser humano, el Cristo que dio su vida para salvación de sus congéneres, está por ahora guardado bajo siete llaves en la mente de muchos millones de habitantes comodinos de nuestro planeta.
¿Escape a la rutina laboral cotidiana?
¿Recarga de energías para continuar un tanto más sosegados en la continuada vida económica opresiva que nos acosa?
¿Parteaguas en la rutina laboral o doméstica?
¿Escape espiritual o físico a los traumas acumulados y las presiones de un día sí y el siguiente también?
Cada uno de nuestros lectores tiene seguramente una opinión, muy personal y respetable.
La Iglesia Católica Romana da seguimiento en su evangelio al doloroso trance de Cristo, nacido bajo el signo de estrellas que escribieron la ruta de reyes visitantes al pesebre de Belén, así como sucesos registrados de la vida y milagros de Jesús, la ceguera de la sociedad que lo rodeó y el juicio con que se dio forma al sacrificio de un ser humano excepcional.
Son tiempos, apreciados lectores, que debemos dedicar en buena parte a la reflexión, la convivencia familiar, la atención, comprensión y respaldo y apoyos a los desfavorecidos en este siglo en curso; moderno, pero igual de doloroso para millones de familias desprotegidas.
En estos momentos de reflexión necesaria para nuestra mente y espíritu, reciban nuestros lectores los sinceros deseos de una gran Pascua de Resurrección para todos.
Así sea.