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Sin voz ni voto

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Letras

LVI

Los animales son la mayoría más grande sin voz ni voto y sólo pueden sobrevivir con ayuda del ser humano,” sentenció Gerald Durrell, uno de los grandes investigadores de la vida salvaje en el mundo, nacido en la India en 1925 y fallecido en el Reino Unido en 1995.

Sus libros Seis meses en Nueva Zelanda, Australia y Malasia; Misión de rescate en Madagascar, Murciélagos dorados y palomas rosas, entre otros veinticinco autobiográficos y quince de diversos géneros, constituyen minuciosa descripción de sus exploraciones en las selvas, que sorprenden, no sólo por la información que aporta, sino porque se revela como un escritor de estilo narrativo depurado e inconfundible sentido del humor británico.

Los conocimientos que le brindaron múltiples expediciones fueron conduciendo su objetivo principal: la conservación de las especies en vías de extinción, como sucedió con el pájaro dodó, originario de las islas Mauricio, cazado hasta su aniquilación total en el siglo XVII, y cuya imagen fuera elegida como símbolo del zoológico de Jersey.

Sus argumentos para evitar la desaparición del albatros, por la ignorancia misma de los nativos y el desconocimiento de los turistas, conforman una apasionante crónica del modo en que capturaban parejas para la preservación de la especie, con ayuda económica de algunas agrupaciones –entre ellas Club Rotario– a las que no se permitió cercanía durante el proceso de trabajo a pesar de su altruista cooperación, sino hasta años después del acondicionamiento de las aves en su nuevo hábitat, cuando habían sido salvadas completamente.

Otra de las descripciones interesantes de Durrell es el momento cuando nace un canguro. Después de varios días en acecho y unas cuantas falsas alarmas, Durrell y su camarógrafo pudieron obtener un video que, si logró alcanzar la fidelidad explicada en el documento literario, debió resultar una exposición visual muy calificada.

Sus patrocinadores habituales, la BBC de Londres, Channel Televisión Inc., la automotriz Toyota Motor Corporation –que provee de las Land Rovers para los internamientos en las selvas– y la Wildlife Preservation Trust International, dan idea de la cultura de la donación y del apoyo a las causas de protección de la vida silvestre que existen en otros países y que tanta falta hacen en el nuestro. Desconocemos si en México se da el auspicio por parte de los grandes emporios televisivos, empresas telefónicas, embotelladoras, cerveceras y un largo etcétera. Tampoco conocemos si existen incentivos de parte de las autoridades correspondientes que, por el contrario, se tiene evidencia que propician, si no es que permiten, la depredación desatada. Por citar un ejemplo: la fauna marina quintanarroense y el actual bajo índice de flamencos rosados en las costas yucatecas, por descuido o por comercialización en el extranjero y para satisfacción privada (como ornato) en las opulentas mansiones de algunos empresarios, políticos y otras especies, sin visión del futuro.

Preocupado por el destino que aguarda a los animales después de su salvamento, Gerald Durrell indica en su libro Stationary Ark ciertas normas que deben ser, a su juicio, aplicadas en los zoológicos: “El objetivo principal de un zoológico debe ser actuar como reserva de especies en peligro de extinción que necesitan de la cría en cautividad para poder sobrevivir. El objetivo secundario es educar a la población sobre la fauna salvaje y la historia natural, así como educar a los biólogos sobre los hábitos de los animales. Los zoológicos no deben gestionarse tan solo con propósitos de entretenimiento, y las especies no amenazadas deben ser reintroducidas en su hábitat natural. Un animal solo debe estar en un zoológico como último recurso, cuando todos los esfuerzos para salvarlo en su entorno hayan fallado.

Por último, agrega: “Los recintos deben construirse teniendo en mente primero la comodidad del animal (incluyendo un refugio privado), después la conveniencia del cuidador, y finalmente, la comodidad de observación de los visitantes. El tamaño del recinto dependerá de cuán grande fuera el territorio del animal en libertad. Los compañeros de un animal deben reflejar no solo su nicho ecológico, sino también sus habilidades sociales, lo bien que se lleva con otros individuos tanto de su especie como de otras. Cada animal merece disponer de comida de su elección, variándola de vez en cuando para mantener su interés, así como una pareja de su elección, y un entorno atractivo e interesante.”

(En recuerdo del bellísimo ejemplar de puma hembra, de sus crías recién nacidas, y de la bebé jirafa que murieron en breve lapso en el Zoológico de Nuevo Laredo, y con el deseo de que no haya más muertes de animales en el universo como resultado de la desidia humana).

Paloma Bello

Continuará la próxima semana…

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