Arte Escénico – Desde Nicaragua
Salvador Espinoza nació en Somoto, Madriz, pueblo del que emigró desde muy pequeño con su madre, rumbo a Managua, con un futuro incierto, junto a sus 14 hermanos, sin poder saber entonces que se convertiría en uno de los actores más destacados de Nicaragua.
Desde el Teatro Nacional Rubén Darío, donde funge como subdirector, o bien desde su cargo como Secretario de la Junta Directiva del Foro Nicaragüense de Cultura, ha podido desempeñarse para enaltecer el arte, la cultura y tradiciones de Somoto.
Seguidamente, con su labor personal de actor y como crítico de arte e investigador cultural, ha contribuido con diversos trabajos culturales, a través de la Alcaldía y con la Asociación de los famosos herederos del Mundo Sandoval, de las Polkas y Mazurcas de Somoto, con el disco Tapacalí, que significa el río de caracoles colorados. Además, se encuentra apoyando en la edición de un libro con una recopilación de los mejores artículos de la revista Musunce de Somoto.
De igual forma, luego de venir de la Cruzada Nacional de Alfabetización, participó en la formación del Movimiento Cultural Leonel Rugama; a partir de esto inició su vinculación con el mundo artístico.
Espinoza, dentro de su carrera actoral, logró catapultarse hasta la Televisión. Su primera incursión fue en el Canal 6, trabajando con Enrique Polo, un director mexicano que, durante su estancia en Nicaragua, dirigió una serie de televisión de varios capítulos que se llamaba “Empresa Estratégica”.
Salvador Espinoza incursiona en la pantalla entonces en los inicios del año 1990, actuando en el programa de Tita Ternura, también en Sexto Sentido, donde hacia el papel de un acosador, y en la película La Yuma, la que tuvo gran reconocimiento y aceptación, y en La Canción de Carla. Incluso realizó cortometrajes, monólogos importantes y documentales.
Salvador Espinoza platicó amablemente conmigo para el Diario del Sureste.
En el año 78 yo tenía 15, o 16 años. Un amigo me invitó a ver un ensayo de un grupo de teatro. «¿Quieres?» me dijo. Este hermano se llama Aníbal Almanza, profesor de La UNICA (Universidad Católica Redemptoris Mater). Él me metió a esto. Entonces, estábamos en el tercer piso del Teatro Nacional y me presentó a doña Socorro, ella me dijo: «¿Qué viene a hacer?» «¡A ver!» le respondí. «¡No, aquí se viene a trabajar!» me contestó.
La maestra dirigía en ese entonces el grupo “Comedia Nacional”, hablo de la gran Actriz Socorro Bonilla Castellón, maestra de generaciones, quien inmediatamente fue mi maestra eterna. Comparto su lema: «Luchar por la cultura teatral y la subsistencia del actor nacional». Una verdadera institución teatral forjadora de una interminable lista de generaciones de teatristas. Luchadora incansable, fuente infinita de mística y pasión por el teatro. Maestra eterna del teatro. Y empecé desde entonces, hasta el sol de hoy. Es decir, me quedé en la “Comedia Nacional”, para siempre.
¿Qué representa el Teatro para usted?
Me ha permitido desarrollarme intelectualmente, porque no solo me quedé como actor. Me provocó también la investigación. En términos personales, hacer cambios en mi vida.
El teatro es análisis, investigación, estudio. No es solo imitar a un personaje, va más allá de eso. Es analizar el comportamiento de los mismos; hay que analizar mucho, para vivirlo. Y me permitió ampliarme en muchas oportunidades.
Actualmente ¿cómo está desarrollando su labor en el Teatro Nacional Rubén Darío?
Estoy escribiendo el catálogo de una Exposición del pintor nicaragüense Mario Montenegro, que va a ser el próximo 13 de octubre en el salón de los cristales, acá en el Teatro Nacional Rubén Darío. Además, me encuentro promoviendo el Festival de Teatro Universitario, para noviembre también, el Festival de Teatro Popular. En marzo, la Expo Centroamericana de Teatro. Y recientemente, la temporada de teatro clásico en memoria de Socorro Bonilla Castellón, en ese rumbo constante de hacer teatro en Nicaragua.
¿Ha descubierto nuevos talentos?
Hace poco presenté a la actriz Priscila Rosales y Andrea Pilarte, son dos chavalas jovencísimas, con potencial que están haciendo un espectáculo de teatro y comedia fusionado. Me parece una belleza esa puesta en escena, son súper actrices.
La visión del teatro en Nicaragua ¿es positiva?
Hay mucho movimiento, lo valioso es que hay trabajo que se está desarrollando. En Nicaragua, está, por ejemplo, Mónica Ocampo, desde su labor en el Teatro El Gato, con el grupo Quiebraplata y Oscurana Teatro, el Guachipilín, desde hace más de 43 años; Aníbal Almanza, mi mentor sigue con la Comedia Nacional; Mayra Bonilla, continúa haciendo teatro, con Mayboarte, Marina Obregón, Ibón García, Xiomara Centeno, José Áreas y Salomón Alarcón, grandes actores del teatro universitario, que están conmigo haciendo Textos en el Cubo.
¿Qué admira de México?
Hablando de México, en el año 1991 hice una gira por dos meses, por distintas ciudades. Realicé treinta funciones con “El Caso 315”. Todo eso me dejó gratos recuerdos.
Aquí en Nicaragua, en los 80 recibíamos agrupaciones de allá. Hemos tenido una cercanía muy importante. Creo que México ha sido una referencia del teatro para Centroamérica y América Latina.
RAFAEL QUINTANA