Entre Bambalinas
ALFONSO HIRAM GARCÍA ACOSTA
He tenido la oportunidad de conocer muchos teatros cubanos en la isla: desde el “Guaso», “América”, y el del Fondo de Bienes Culturales en el oriental Guantánamo; el “Oriente” en Santiago de Cuba; el “Luisa” y el “Terry” en Cienfuegos; muchos más en La Habana.
En la gran mayoría participé como conductor, o como mantenedor poético. En festivales como los “Cantares de América”, el “Festival del Son”, los “Benny Moré”, “Boleros de Oro”, de la “Décima y la Espinela” en Morón y Camagüey, o en los festejos del 8 de marzo dedicados a la mujer cubana, con buen éxito poético, mantenedor y a veces conductor de los mismos. Participé con Carbonel “El Acuarelista de Poesía”, alternando con artistas de primera línea del elenco cubano. Así pude reunir un libro de reportajes que fueron publicados en la edición impresa del Diario del Sureste.
Recuerdo con gran cariño esos momentos inolvidables que pasé en la Sala Teatro del Sótano en El Vedado, invitado y acompañado por la soprano Lucy Provedo y su esposo Félix Guerrero (+), para entregar un poema enmarcado en un homenaje que se le hacía a ella y a “Cholito” Soler por una vida dedicada al teatro, cine, televisión y radio por más de cincuenta años.
El evento se llevaría a efecto en el Teatro del Sótano del Vedado; ellos vinieron de Marianao hasta La Habana. Me recogieron en Paseo y 15 para ir hasta esta sala teatral donde se llevan a escena diversas obras de teatro cubano y contemporáneo, una sala pequeña, cómoda, con magníficas condiciones de visibilidad y una buena acústica para concierto.
Partimos después de un buchito de café de La Bodega en casa, para dirigirnos a la calle K, número 514, entre 26 y 27 del Vedado en la capital cubana, no muy lejos de la Rampa donde está el Hotel Habana Libre.
Esta Sala Teatro abrió sus puertas en 1956 bajo los auspicios de Paco Alonzo. Es un pequeño local, el doble de nuestra Sala de Arte del Teatro Mérida, ahora Armando Manzanero, pues cuenta con 198 butacas y en su entrada está el nombre de la guanabacoense Rita Montaner, que conserva su recuerdo en esta Sala Teatral. Agradezco algunos datos proporcionados por Cubaescena sobre este rincón cultural cubano.
Esa noche se grabó en mi mente. Escribí un poema para Rosita Fornés -solicitado e invitado por Lucy Provedo- a su trayectoria de vida teatral, en un evento para el cual ya había programa y guiones. Nos recibieron a la entrada y nos dieron las butacas centrales de la primera fila. Félix Guerrero, Lucy Provedo y yo tomamos asiento, quedando dos lugares a mi derecha. Minutos después, llegó una bella mujer, de porte distinguido y se sentó a mi lado, junto con su acompañante, un hombre de color, alto y fornido que tomó un vaso y lo llenó con agua del termo, entregándolo a la bella dama y diciendo: -Ya es hora de esta pastilla.
«¿Es usted Rosita Fornés?»
«Sí, compañero, soy yo.»
Me sentí halagado y le dije: «Señora, yo le conocí hace mucho tiempo en el Teatro “Yucatán”, en Mérida, cuando con su esposo Manuel Medel fueron a Mérida y cerraron con zarzuela. Plácido Domingo padre, Pepita Embil y usted pusieron tres zarzuelas que llenaron el teatro: ‘Agua Azucarillos y aguardiente’, ‘Las leandras’ y cerraron con ‘Luisa Fernanda’, con gran éxito.
«¿Y tú cómo te acuerdas de eso…?»
«Porque yo tenía quince años, era encargado de la nevería del teatro, y le llevaba una cebada Pino al tiempo a su camerino en cada función. Recuerdo que, cuando los ensayos matutinos, Plácido hijo, que es cinco años menor que yo, se pasaba conmigo todo el tiempo. Durante el ensayo de los vareadores de Luisa Fernanda, estando con Plácido Jr., cantamos con el coro las estrofas. Plácido padre le dijo al pianista (Conrado Peniche, primo de mi padre) que parara. «¿Que están cantando ustedes?» Su hijo le dijo: «Los vareadores; mamá la canta y yo la aprendí y tú» (refiriéndose a mí). Dije tímidamente: «Mi madre toca el piano y yo canto con ella.» «Suban y ensayen con nosotros, pero cómprenles un pantalón negro, un fajín rojo y una boina. Es lo que le faltaba a la escena: dos niños que le canten a Luisa Fernanda junto con Vidal, ya que el trabajo en el campo es familiar.»
«Fue mi debut contigo, con Plácido hijo, con las divas del momento y las dos mejores voces de España y México.»
Le recordé nuevamente: «Soy Poncho, como me decías cuando te llevaba tu sidra Pino a tu camerino.»
Rosita con un gesto cariñoso me tomó la mano y me dijo: «¿Y tú que haces aquí?»
«Me invitó Lucy a tu homenaje y aquí estoy.»
«¿Y quién es el poeta mexicano que invitaron?»
«Soy yo, Rosita. Después de la actuación de la soprano Lucy Provedo nos llamarán a escena.»
«Eso no: yo estaré en escena y te presentaré como un compañero de teatro de México, pero nunca digas que eras un niño.»
Subí a escena y la amistad con la Vedette de América se forjó nuevamente. Declamé el poema enmarcado y se lo entregué. A través del musicólogo José Ruiz Elcoro mantuvimos comunicación hasta su deceso, a los 94 añ6s me envió un autógrafo recordándome como; Alfonso, mi poeta preferido… Rosita Fornés.
Entre las fotos de archivo que conservo, esta es de José Ruiz Elcoro, en casa de Rosita Fornés. Pepe me mantuvo informado de los últimos años de la Fornés en La Florida. Diario del Sureste cubrió con algunos artículos el gran desfile funerario por las calles de Miami con fotografías proporcionadas por Ruiz Elcoro.
Sirvan esos momentos gratos para recordar al maestro Félix Guerrero quien junto con su esposa la soprano Lucy Provedo me abrieron las puerta de su hogar en Marianao. Agradezco sus atenciones en el gran teatro de la Habana “Federico García Lorca”, en las semanas de la zarzuela en Cuba. A Lucy debo recordar los momentos teatrales de “Cholito” Soler y Rosita Fornés, invitándome a participar en ese significativo acto como poeta, en sus peñas culturales de “La Sinagoga” y en el Museo de las Artes Figurativas; en el Teatro del Museo de la Música de Cuba, donde me presentó a la cantante Esther Borja, fue mi compañera de butaca y luego participamos en el refrigerio que nos ofreció el Lic. Jesús Gómez Cairo. A mi amigo y hermano José Ruiz Elcoro, por siempre tenernos presentes a nivel familiar. A Plácido Domingo hijo con quien después de Mérida en nuestro debut teatral pudimos hablar en la Ciudad de México en dos ocasiones. Recordamos ambos a sus padres como personajes inolvidables.
Recordar las cosas bellas del ayer…, como dice la canción, me llevó a una noche inolvidable en el Teatro del Sótano, donde se trabaja como en familia –me recordaba la Sala “Manuel Barbachano Ponce” en el Teatro Armando Manzanero, donde “Charlas de Café” cumplieron 8 años de promover la cultura artística de Yucatán.
Arriba: El funeral de Rosita Fornés en Miami. Abajo: Pasaporte español de matrimonio de Plácido y Pepita, y Cartel del Teatro Degollado en la Ciudad de México – Archivo AHGA.