Arte
¿Existe una relación entre el arte y la magia? Si por magia entendemos una actividad por la cual es posible volver a entrar en contacto con el universo atemporal de los mitos, Roger Von Gunten es probablemente uno de los pintores quien nos permitiría responder afirmativamente a esta pregunta.
Von Gunten nació en Zurich el 29 de marzo de 1933, aunque abandona Europa en 1957, antes de sus veinticinco años, para instalarse en México, país del que tomó la ciudadanía en 1980. Si es verdad que, desde hace mucho tiempo, Von Gunten es para nosotros un pintor mexicano, desde un punto de vista europeo es difícil no ligar el abandono de su Suiza natal con el deseo de huida que empujó a numerosos pintores y escritores del final del siglo XIX y del principio del siglo XX, empezando por Gauguin, a alejarse de una Europa cuyo pragmatismo y racionalidad se hicieron cada vez más agobiantes para el «alma romántica», retomando aquí, a propósito, y de manera por completo anacrónica, la bella expresión de Albert Beguin en su libro El alma romántica y el sueño.
El fenómeno forma parte de lo que se conoce como “primitivismo”, una actitud recientemente analizada por Philippe Dagen en su libro en dos volúmenes Primitivisme: une invention moderne, si bien se trata de una reflexión que inicia con el famoso libro Primitivism in modern art, de Robert Goldwater, cuya primera edición se remonta a 1938.
Si al llegar a México, Von Gunten quiso dejar Europa tras él, el demonio de la huida parece haberlo poseído a lo largo de su vida. Hay numerosos momentos donde parece haber querido abandonar México, como una vez dejó Suiza. Tal es el caso de su repentina salida hacia la provincia de British Columbia, en Canadá, destino hacia la cual partió acompañado de su familia, buscando, -uno imagina-, una naturaleza todavía más pura y salvaje que la de México. También está el famoso viaje a Indonesia, que hiciera muchos años después, entre 1998 y 1999, y que parece haber tenido una importancia capital para el artista, pues ahí se encontraría con su “doble” perdido, una anécdota que retoma Jaime Moreno Villareal en el libro dedicado al pintor, publicado por El Equilibrista en el 2013.
En lo que respecta a esta tendencia a la huida hacia destinaciones “exóticas” con relación a Suiza, me parece significativo que el primer reflejo que tuviera el pintor al llegar al puerto de Manzanillo, en México, durante los años cincuenta, fuera pensar en el aduanero Rousseau al constatar que la vegetación tropical que había visto en sus obras existía en efecto en México, aun si se encontraba mezclada con algunos árboles que no eran tan exóticos, lo cual parece haber significado cierta decepción para Von Gunten, según se desprende del testimonio escrito.
Por otro lado, también es significativo que cuando Jomi García Ascot le preguntara, en 1978, de qué manera se definía como pintor, Von Gunten le respondiera que no sabía si considerarse como un expresionista mientras que, a veces, llegaba inclusive a preguntarse si no era un “surrealista de puntillas”. A decir verdad, si eso hubiese sido posible cronológicamente, uno no se hubiese extrañado de encontrar en el libro de André Breton, El arte mágico, una obra de Von Gunten a lado de los Gauguin, Rousseau y Odilon Redon, en los cuales el famoso poeta francés vio los precursores de todo aquello que el Surrealismo defendió en materia artística.
Si la relación entre Von Gunten y el Surrealismo es por demás discutible, a pesar de la propia declaración del pintor, lo es menos su relación con el Expresionismo alemán, en particular por el uso tan peculiar que tiene del color. En efecto, como ya también lo señalaba Jaime Moreno Villarreal, es por su manera tan peculiar de agenciar los colores cálidos y fríos –aunque siempre parecen predominar estos últimos– que Von Gunten logra restituirnos a las fuerzas primordiales de la naturaleza, acercándonos a ella no sólo por medio del ojo exterior, sino abriéndonos al sentido interior que nos permite ver, como en un mito, la belleza de sus bosques tropicales, sus océanos, sus montañas, sus ídolos y sus espíritus, eminentemente marcados por el erotismo femenino, exactamente como sucede con algunas telas de los expresionistas.
Lo cierto es que, si bien Von Gunten huyendo de su país encontró en México el refugio donde era posible encontrar aquel “tiempo erótico” sin el cual es imposible pintar, él nos ha devuelto, gracias a su pintura, a un espacio de ensueño en el cual nos reencontramos con nuestro propio origen. En eso, no cabe duda, tiene algo de un chamán, de un brujo o de un “encantador”, así sea venido del frío lago de Zurich que lo vio nacer.
ESTEBAN GARCÍA BROSSEAU