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Respiró profundo.
Había pasado un año desde su separación y todo el proceso legal había finalizado ya, sin obligaciones adicionales, sin despedidas, sin llantos ni escenas.
Sonrió.
Convencido de que el Amor se busca hasta que se encuentra, y de que nunca valdría esforzarse por una relación en la cual no se sintiera libre y satisfecho por completo, sopesó el aprendizaje que adquirió.
Guardó lo que debía conservar, y desechó lo superfluo, los malos momentos, las malas caras, lo desagradable, rompiendo en mil pedazos muchos recuerdos que no necesitaría en su vida.
Era libre nuevamente.
El día prometía…
El futuro era suyo…
Desplegó sus alas y emprendió el vuelo.
Gerardo Saviola