Artes Plásticas
En un artículo anterior hablé de la obra de Remedios Varo (La invocación, 1963), tratando de hacer evidente lo que la acercaba al Barroco y el Manierismo. Estoy consciente, sin embargo, que tal forma de acercarse a una obra surrealista no es necesariamente la más habitual, ya que se tiene generalmente la idea de que la Historia del Arte se divide por periodos precisos cuyas fronteras sería anatema infringir.
Sin embargo, hay opiniones que han diferido de este tipo de pensamiento un tanto restrictivo. Por ejemplo, en su libro The shape of time, Georges Kubler propuso la existencia de secuencias artísticas en la que determinados motivos que aparecieron en cierto momento de la Historia desaparecen por un momento para luego reaparecer años o inclusive siglos después por razones difíciles de determinar.
En lo que concierne al espíritu barroco de La Invocación y su relación con el theatrum mundi, es sin duda significativo que la pintora haya realizado una serie de siete proyectos para el auto sacramental de Calderón de la Barca, El gran teatro del mundo.
Por otro lado, Janet Kaplan, en su libro Remedios Varo: Unexpected Journey, también estableció algunas comparaciones puntuales entre la obra de la pintora surrealista y la de El Greco (1541-1614), en particular entre La invocación y El martirio de San Mauricio. De igual manera, puso en evidencia algunas concordancias entre la obra de la pintora y las del Bosco (c. 1460-1516) y de Goya (1746-1828), de épocas y estilos por completo distintos.
Además del Barroco, es igualmente posible acercar La Invocación con el universo del Manierismo del siglo XVI y, más precisamente, con las grotte artificiales del Cinquecento italiano.
Teniendo en mente todos estos elementos, me gustaría señalar aquí las afinidades que se pueden establecer entre El trovador (1959) de Remedios Varo con una escena de grutescos de Cesare Baglione (c.1550-1615), que forma parte de los frescos que realizó cerca de 1589 para la Rocca di Soragna, en Italia.
Como se sabe, el grutesco es un género ornamental nacido en la Roma antigua, aunque redescubierto en la Italia Renacentista, que pone en escena diversos personajes fantásticos como sirenas, centauros, sátiros y demás, en situaciones tan inverosímiles como jocosas.
Ahora bien, en El Trovador vemos a un personaje sobre un navío que es a la vez una sirena. El personaje, vestido como un cazador medieval, toca las cuerdas casi transparentes de un instrumento que recuerda un arpa si bien, en realidad, estas cuerdas son los finos cabellos de la sirena-barco sobre la cual está montado el personaje.
Mientras tanto, en la escena de grutescos de Baglione, vemos en la parte inferior de la composición que nos interesa aquí dos navíos que parecieran tallados en la piedra. El navío de la derecha ostenta una figura de sirena en la proa. Sobre cada uno de estos navíos hay un personaje con ropajes afines a los del personaje de El trovador, en particular en lo que se refiere a los tocados. El de la izquierda es un cazador y el de la derecha está afilando una cuchilla.
Los dos navíos se dirigen hacia una fuente donde las sirenas de la base parecen cobrar vida. En la parte media de la fuente vemos figuras femeninas en cuya postura y actividad sería difícil no reconocer alusiones eróticas. Hay una profusión de aves al igual que sucede en El trovador. El elemento acuático predomina, por supuesto, en ambas obras.
También podemos reconocer ciertas afinidades entre los mecanismos diversos de la escena de Baglione y aquellos que en muchas otras obras de Varo propulsan vehículos terrestres y marinos, o fungen como maquinarias para destilar una misteriosa sustancia cósmica, como sucede en El alquimista (1955) o en Papilla estelar (1958). Además, tanto la obra de Baglione como la de Varo, a pesar de las diferencias evidentes, parecen bañar en el mismo ambiente onírico.
Por el momento, sería difícil tratar de establecer una correspondencia entre el espíritu de Remedios Varo y el del grutesco en general, pero se trata de un tema que valdría la pena explorar más a fondo, tomando en cuenta el motivo, muy afín a la pintora hispano-mexicana, de la errancia, en particular en su relación con el deseo y el inconsciente.
ESTEBAN GARCÍA BROSSEAU