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Reflexiones al amanecer – XVII

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XVII

PATERNIDAD

 

XVIII

 

Tóquenme, hijos míos,

soy de carne y hueso,

y como humano puedo ser falible, puedo obrar mal,

pero esa misma condición nos permitirá acercarnos más.

Si ustedes y yo ponemos de nuestro empeño, hemos de compartir,

y nuestras vidas podrán complementarse,

tomarán de mí lo que sea bueno,

y yo me sentiré vivir en ustedes.

 

Siéntanme, hijos míos,

porque también poseo sentimientos.

Tengo mis temores y también mis aciertos,

y lo que siento por ustedes está entre lo más preciado que poseo.

Ustedes son mi amuleto,

siempre me acompañan,

y desearía que ustedes lo sintieran,

que por ningún motivo lo dudaran.

 

Abrácenme, hijos míos,

y llénenme de ustedes,

que la vida es corta,

y el amor no debe guardarse sino prodigarse.

Háganme sentir vivo e infúndanme sus esperanzas,

que deseo compartir con ustedes solamente mi alma,

y vivir creciendo con ustedes,

y forjar mentes y cuerpos,

con intención de mejora,

como medio de preparación a su propia vida,

como continuación de las cosas buenas que me acompañan.

 

Apóyense en mí, hijos míos,

que mis errores les eviten dolor y desengaños,

que mi vida sirva para mostrarles el camino,

no el mío, sino el que cada uno de ustedes

considere como el mejor,

el que más satisfacciones les traiga.

Y que no se haga nunca mi voluntad,

sino la que Dios dicte para ustedes,

y que me conceda observar…

y sonreír satisfecho.

Sergio Alvarado Díaz

Continuará la próxima semana…

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