Rocío Prieto Valdivia
(Baja California, 1974)
Trascender es sólo un sentimiento que ata y derrumba al ser.
Los campos amarillos reverdecen cada año, abren sus botones,
y el blanco se va tornando un sol pequeño.
El vuelo de las aves, imagen atrapada en la pupila,
cristal espejo que atraviesa las manos y no corta.
Quién hubo de mentirnos,
para que solo se plasmara este perro sentir,
si la vida es hilo que ata cada mirada, el naranja de la tarde que cae al mar
o el azul de las campanillas creciendo en las veredas.
Soy lo verde que ilumina los ojos saltones de los sapos croando en los arroyos,
el rojo de los filamentos de las flores del granado,
el morado de los frutos de una higuera.
La colorimetría de las marcas de la forma tan sutil de amarme,
según tú
eso era todo en la vida.
Pasar de rojo a morado, del verde al amarillo,
y volver a empezar.
Yo, cegada, no asomaba la vista más allá de la cerca sin colores
y los colorines sonrientes
los colibríes de abiertas alas.
El sol pequeño para mis manos. La neblina era tu cómplice
en esa farsa.
Soy la cerrazón autoimpuesta,
una ciega más.