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Pluma revisitada

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Letras

José Juan Cervera

Aún queda mucho por conocerse en cuanto se refiere a la obra de escritoras de otras épocas, como es el caso de Sara Mendoza, hondamente identificada con la historia y la vida de Yucatán, si bien no queda claro si su nacimiento fue en esta entidad o en el occidente del país, ni el año preciso en que ocurrió, aunque se sitúa aproximadamente a inicios de siglo; murió en 1965. Is González Sosa, descendiente suyo, asumió el propósito de estudiar su trayectoria y la significación de sus libros, además de poner al día sus datos biográficos para divulgarlos entre las generaciones actuales y mostrar la calidad de su trabajo literario. Como parte de esta labor, tuvo a su cuidado la edición de Un baile en el Liceo de Mérida (1909), novela que su bisabuela escribió y fue impresa por vez primera en 1955, y que en 2023 apareció con el auspicio de la Secretaría de la Cultura y las Artes de Yucatán.

Cuando se hace mención de las autoras que en los siglos XIX y XX se propusieron dar a conocer sus creaciones en los géneros por entonces más acreditados, es inevitable pensar en los obstáculos que enfrentaron para ser aceptadas en su tiempo, en vista de los prejuicios que fijaban el arte escrito como campo exclusivo de varones, caballeros distinguidos que bajo su gesto adusto se negaron a admitir lo que a su juicio sólo podían considerarse intromisiones y atrevimientos, desacatos a su autoridad y signos perturbadores del orden patriarcal que las normas añejas consagraron para designar el lugar que a cada quien corresponde en el mundo.

Se aceptaba que las mujeres tuvieran a su alcance textos prescritos para reforzar sus instintos maternales y mejorar su desempeño en las tareas del hogar, subordinando la atención de sus propias necesidades en bien del predominio masculino. Al influjo de tales ideas, la sensibilidad de ellas estaba desprovista de capacidad para asimilar contenidos que no se ciñeran a esas pautas de raíz arbitraria y de menosprecio mal disimulado. Así puede entenderse que, ya avanzada la vigésima centuria, persistieran inercias de pensamiento que viciaron la relación entre individuos con manifiestas diferencias biológicas, pero con un potencial de desarrollo equivalente no reconocido desde la perspectiva de las atribuciones de género tradicionales.

Tanto la novela que aquí se evoca como el conjunto de la obra de Sara Mendoza evidencian su empeño en realizarse, con esfuerzo personal y recursos que la inventiva puso en sus manos, en un ambiente familiar y en un medio social restrictivos, a los que se sobrepuso para paladear la satisfacción de ver impresos los escritos en que volcó sus apetencias creadoras ya que ella misma costeó las ediciones que acogieron títulos como Aventura principesca, El milagro del Ave María, El chantaje de los millones, Llaman a misa de boda y Algo de mi vida. Como madre de varios hijos, la venta de sus libros le allegó ingresos para velar por la subsistencia de todos.

Un baile en el Liceo de Mérida reafirma cualidades expresivas de amenidad y fluidez, recrea costumbres arraigadas en suelo yucateco y describe el sistema de dominación que aseguró el consumo ostentoso de la clase social favorecida por el régimen de Porfirio Díaz. La voz que guía el relato encarna inicialmente en una niña que, sin pertenecer a las altas esferas en que refulge el esplendor de las minorías acomodadas, logra introducirse de manera fortuita en los salones lujosos y en la casa principal de las haciendas para calibrar su contraste con las penurias de la masa explotada que formaban los peones. Este cuadro general, que retrata las relaciones sociales de aquel tiempo, se matiza en infortunios íntimos que maduran en lazos solidarios, muestras de apoyo mutuo que la frivolidad circundante interpreta con toda la malicia que puede gestar el retorcimiento de las apariencias.

En el recuento constante de las obras meritorias de mujeres de letras ya puede figurar el nombre de Sara Mendoza gracias al trabajo de recuperación de una de sus novelas que vuelve a circular entre un público heterogéneo, convocado al impulso de una herencia familiar que florece honrando a sus antepasados desde una mirada comprensiva y empática, convencida de los alcances de su actitud vital y hecha extensiva a nuevos lectores con ánimo de valorar una concepción estética plasmada en un testimonio de época.

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