15 mil millones de pesos después, que eso se gastaron – e incluso mucho más que eso – en el proceso electoral, esa es la pregunta que me ronda en la cabeza desde el domingo por la noche. ¿Ahora qué van a hacer los “nuevos” políticos para gozar del erario, de los contubernios, de los moches, de las “prestaciones” de su nueva adquirida identidad legal?
Más importante aún, me pregunto qué vamos a hacer nosotros para evitar que estos tipos continúen saliéndose con la suya, mientras vemos cómo nuestro país, nuestro estado, nuestra ciudad, se van a la fruta. Mi nivel de tolerancia a este abundante y escandaloso robo es mínimo, ¿qué tal está el de ustedes?
Quiero pensar que, a juzgar por los resultados de la votación, habemos cada vez más ciudadanos cansados de lo mismo, y que nuestra votación lo ha reflejado: dentro de las reglas del juego hemos elegido castigar a algunos, confiar – aunque no al 100% – en otros, y posiblemente deshacernos de dos partidos rémoras. En al menos dos estados, por primera ocasión escuchamos a los candidatos ganadores de las gubernaturas hablar de que serán llevados ante la ley los gobernadores que reemplazarán, de comprobarles los ilícitos que son vox populi. Tiempos y declaraciones inéditas, en verdad.
¿Y ahora qué?
¿Volveremos a ver tan interesados en sus representados a todos los candidatos ganadores, como cuando durante la campaña? ¿Seguirán caminando y acumulando kilometraje mientras buscan estrechar nuestra mano y platicarnos los beneficios que nos ha traído haberlos elegido? ¿Veremos un giro de 180 grados en el comportamiento de las (Re)Cámaras de Diputados, ahora sí preocupándose por materias pendientes desde hace muchos años como lo son los impuestos, la honesta aplicación de los recursos en beneficio de nosotros, el desarrollo de estrategias que permitan generar empleos, el reclamo incesante por la aplicación de la ley a todos aquellos que la transgredan, la disminución de la impunidad, y un eterno etcétera (Pat dixit)?
¿O será que acaso veremos que “no hay nada nuevo bajo el sol”?
No sé ustedes, pero yo quiero ver algún tipo de cambio en este arranque de la segunda mitad de este sexenio. Nos urge ver que estos tipos dejen de rascarse para adentro y se dediquen a ser lo que son: nuestros servidores. Señales de hartazgo abundan a lo largo y ancho de nuestra geografía mexicana. Aquellos que piensan – y apuestan a – que todo ello es atribuible a la presidencia y al gabinete se equivocan: estamos óptudimóder (Dehesa dixit) de todos los políticos, de sus partidos, y de todo lo que huela a ellos. No se equivoquen: vemos claramente cómo se xoden los unos a los otros, llevándose al resto de nosotros entre las patas en sus “travesuras”, pero siempre apapachándose con más e incansables prebendas, cual sociedad mafiosa que son.
Han logrado lo que nunca antes: nos han interesado en ver cómo se desempeñan y en qué raterías andan metidos sus predecesores, y en cuáles vamos a cacharles a ustedes. Es más, ustedes mismos le han enseñado a todos que con marchas y plantones, ínguese quien se ingue y en aras de un pésimamente entendido “respeto a las manifestaciones”, se obtienen pingües beneficios, y que es en ese entonces que aparecen “mesas de diálogo y negociación” en las cuales tan solo se negocia un precio. El mal ejemplo lo han puesto ustedes.
Desde esta perspectiva, me parece que muchísimos ojos, orejas y sentimientos están atentos ahora de todo lo que vayan a hacer, señores electos. Ahora más les vale, por el bien de nuestra nación y el de ustedes mismos, que se vayan derechitos en el marco de la ley, porque no veo muy tolerante que digamos a la sociedad, y ustedes ocupan el último puesto en el hit parade de la popularidad.
Así pues, vengan los cambios positivos por nuestro México, por nuestro Yucatán, por nuestra Mérida.
O aténganse a las consecuencias.
Gerardo Saviola
gerardo.saviola@gmail.com