“He estado llorando últimamente
Pensando en la manera de ser del mundo.
¿Por qué debemos seguir odiando?
¿Por qué no podemos vivir felices…?”
Cat Stevens, Peace Train
Aún con la agradable resaca rockera que me dejó el sábado 27 de diciembre y todos los eventos que rodearon y culminaron con el homenaje a Erick Flota Polanco, en el Teatro Armando Manzanero, era obligado adentrarme a esa historia que contaban tantas fotografías y que había antecedido lo que estaba atestiguando esa noche.
Así que he leído el libro de Jorge Cervera, Historia del Rock en Yucatán – Memoria de una Identidad, me he hecho de nuevos amigos rockeros, recopilé la opinión de uno de ellos, y encuentro un elemento común cuando agrego lo expuesto por Ricardo Pat y el Paxux Escalante durante la mesa panel de aquella noche.
Si bien Jorge Cervera habla elocuentemente de las persecuciones sociales, del tapadismo y la doble moral que siempre han existido en nuestra ciudad, y que muchos personajes de mente estrecha siempre han asociado y aprovechado para acusar y satanizar al rock, no es eso lo que parece desprenderse en su libro como causal del pobre desarrollo de nuestros músicos y de nuestro rock, y que también vino a ser el clamor de las otras fuentes que se han mencionado.
Tal parece que el problema principal ha sido nuestra propia inhabilidad de adoptar el Rock (así, con mayúscula) como cultura y, sobre todo, de apoyarla como se merece. Voy más a fondo: el Rock no podrá ser adoptado como cultura mientras no poseamos el suficiente nivel intelectual para hacerlo y defenderlo pacíficamente, mientras sigamos pasándonos de “vivos” y busquemos el máximo beneficio con el mínimo esfuerzo.
¿Por qué la cerrazón y la negatividad asociada al Rock? Porque no hemos tenido los argumentos suficientes para convencer a otros de que el Rock es una manifestación que no necesariamente tiene que ser violenta, ni que viene a trastocar nuestra manera de vivir.
Ante la ausencia de argumentos, es imposible que se dé un diálogo, y todo se convierte en monólogo o en opiniones en las cuales un bando descalifica al otro. Peor aún, muchos (de ambos bandos) recurren a la violencia y a la persecución con tal de imponer su manera de pensar. Olvidamos las palabras de inmortales como Lennon que nos pedía que le diéramos una oportunidad a la Paz.
Hablamos de que debemos apoyar a nuestros artistas favoritos, pero no estamos dispuestos a gastar y pagarles los frutos de su trabajo. Proliferan los vendedores de música “pirata”, de ropa y artículos “pirata” y, lo peor, seguimos comprándoles con lo cual ese artista que queríamos apoyar nunca recibe tal estímulo económico. No asistimos a aquellos lugares en los que se presentan los artistas. No compramos productos oficiales de la banda. ¿Cómo esperamos entonces que ellos avancen y continúen desarrollando música?
Metallica se ganó la enemistad de muchos “pseudo-rockeros” cuando persiguió y metió a la cárcel a muchos que bajaban gratuitamente la música que a ellos les costó mucho esfuerzo crear.
Pearl Jam emprendió una cruzada contra Ticketmaster debido al alto precio de los boletos que se cobraban a sus fans por sus presentaciones.
U2 regaló su último disco, Songs of Innocence, a todos los que tenían “iTunes”.
Todas son manifestaciones de la manera de pensar de grupos que, como los locales, iniciaron humildemente y que con mucho esfuerzo lograron llegar a la cima. Ninguno de ellos promueve una revolución sino, más bien, busca transformar conciencias.
Desde esta perspectiva, la pregunta que todos debemos hacernos es si en verdad queremos Rock y, entonces, actuar en consecuencia y con congruencia, apoyando a los artistas y sus creaciones.
¿Queremos apoyar el Rock? Hagámoslo con acciones y argumentos que demuestren que lo que buscamos es trascender para mejorar.
Gerardo Saviola