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Perspectiva: Nochixtlán y otros conflictos

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Pobre del cantor de nuestros días que no arriesgue su cuerda por no arriesgar su vida”

-Pobre del Cantor, Pablo Milanés

Es imposible abstraerse de lo que sucede en nuestro entorno y pretender que la vida transcurre sin mayores problemas, que podemos vivir sin observar más que lo que sucede en nuestro inmediato hábitat. Con la edad, para bien o para mal, nos involucramos cada vez más en lo que sucede en nuestro país, allende nuestras fronteras locales, y en el mundo. Lo que estamos viviendo es preocupante para algunos de nosotros; a lo que observamos que está mal en nuestro estado, se agregan las noticias de otros estados, y de otros países.

Nochixtlán fue el escenario hace unos días de un enfrentamiento en el que diez personas perdieron la vida, y varias decenas más resultaron heridas. He leído expresiones de indignación tanto de los que se sienten agredidos, como de los que presuntamente fueron los agresores, sin olvidar a los iluminados que todas sus vidas han apoyado estas manifestaciones, y a los que detentan la responsabilidad de aplicar la ley. Me queda claro que, en la refriega, los agredidos también jugaron el rol de agresores, y viceversa, por lo que esto no hace más fáciles las cosas. Ciertamente, ninguna de las acciones de violencia cometidas es justificable si no fuera para defender la vida propia.

¿Cómo hacer prevalecer el derecho de varios ciudadanos – la mayoría de los mexicanos – al libre tránsito, a salvaguardarlos de la violencia que pregonan y practican los “maestros” y sus agrupaciones satélites que están peleando por continuar recibiendo del dinero que recibieron toda la vida sin dar un golpe? Oaxaca y Chiapas presentan los grados más altos de retraso escolar de todo el país, y eso se debe en partes iguales al gobierno – que “delegó” sus responsabilidades a estos mafiosos líderes, seguramente pellizcando dinero para sus propias arcas – y a estos pretendidos “maestros”.

¿Qué justificación para su violento accionar puede tener un “maestro” que se “defiende” usando bombas molotov y piedras – y ahora balas – cuando la autoridad pretende cumplir con la labor de mantener la paz y el libre tránsito, tareas que le corresponde cumplir porque así lo manda la constitución de su estado y la de la nación? ¿Es preferible que se sigan manifestando los mal llamados mentores y que la violencia escale, al no cumplir su exigencia de derogar una ley que prácticamente todos los otros maestros en el país han aceptado y que ahora siguen? ¿Y acaso no se está viendo que cuando se da esa inacción de la autoridad se está permitiendo que otros vivales se aprovechen del problema y asalten comercios, quemen unidades de transporte, violenten oficinas gubernamentales, con el mismo resultado: más violencia? ¿Debe la Policía “defenderse” contra las balas del otro bando tan solo usando macanas y escudos hechos de plexiglás, o debiera defenderse con las armas que nosotros les hemos dado para cuidarnos?

No sorprende que una reforma educativa que busca evaluar el grado de preparación de los maestros, obligándolos a prepararse adecuadamente en bien de los alumnos, sea el motivo de tanta discordia en un medio ambiente en el que esos “maestros” han sido amos y señores de presupuestos, calendarios escolares, designación de plazas y, como consecuencia, del atraso educativo de sus alumnos.

No sorprende tampoco que los que permitieron, para alcanzar sus fines electorales, que estos profesionales de la desestabilización ahora adopten el rol de agraviados, están cosechando lo que sembraron. Lo malo es que siguen llevándose entre las patas a los alumnos y a la sociedad.

Lo que sí sorprende es el alto grado de manipulación de la información que manejan ambos bandos a través de personeros. Muchos, entre ellos intelectuales y artistas, se dejan llevar por tan solo una parte del problema, perdiendo de vista el otro. Vamos, ¿en verdad deseamos que sea la CNTE quien decida sobre el futuro de la educación en los estados más retrasados de la nación? ¿Deseamos que sus líderes – que roban lo mismo que los políticos de quienes recibían el dinero – sigan “administrando” los millonarios presupuestos que recibían hasta hace unos meses? Puedo ver qué es lo que indigna a esos que apoyan a estos violentos disidentes: el gobierno y las instituciones policiacas han abusado en muchas ocasiones de su rol, y tal vez lo hagan por un tiempo más, pero creo que a todos nos ha quedado claro que ahora es mucho más evidente cuando lo hacen, y las consecuencias para ellos también cada vez llevan penalidades más grandes. Eso no debiéramos perderlo de vista. Vamos lentos en la aplicación de la justicia a los ladrones de toda la vida, pero ahí vamos, y el tiempo los está alcanzando.

Lo que ofende es el rol adoptado de unos y otros de “incomprendidos” y “agraviados/agredidos” cuando hasta hace poco eran hermanos de sangre, compañeros de elecciones. Ofende más saber que lo que persiguen es continuar recibiendo las prebendas y los cochupos a los que los tenían acostumbrados, no el bienestar de los alumnos.

Lo que preocupa es que no se ve voluntad de ninguno de los dos bandos de encontrar una solución.

Desde esta perspectiva, si a los maestros les desagrada la reforma educativa, siempre les queda el recurso de defenderse de su aplicación usando los mecanismos legales a su alcance: entablen una controversia constitucional (estamos hablando de una ley, aceptada por los congresos estatales y que, por lo tanto, todos los mexicanos debemos seguir, y las autoridades están obligadas a aplicar), apoyándose en sus representantes camerales, esgrimiendo los argumentos por los cuales consideran que debiera derogarse, y llévenla hasta los Tribunales. Peleen con ideas; no asaltando, robando, vejando, agrediendo, quemando.

A todos los “agraviados” por lo que sucede en Oaxaca y en el resto del país dirijo la siguiente pregunta para que cavilen: ¿cómo harían prevalecer la ley ante manifestantes – una minoría – que tratan de imponer, con evidente violencia, a la población – una inmensa mayoría – normas y maneras de actuar con las que no estamos de acuerdo?

Vivimos en un país en que la ley debiera prevalecer ante los arrebatos de unos y otros. Nos es obligatorio señalar a todos los que no la cumplan, sean “maestros”, políticos, o policías, y juzgarlos contra ella. De ninguna manera estar en contra de algo o de alguien nos da licencia para agredir a nadie.

La violencia – física o verbal – tan solo engendra más violencia, ¿qué acaso eso no está claro?

Gerardo Saviola

gerardo.saviola@gmail.com

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