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Personajes inolvidables

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Colonia Yucatán

“La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla”

Gabriel García Márquez

Al paso de nuestra vida por este mundo todos tenemos al menos una historia que contar. En estas letras encontrarás, estimado lector, muchas historias de personas que hablan de su vida en la Colonia Yucatán desde su particular punto de vista; una vida llena de anécdotas, vivencias basadas en una amistad sincera, de solidaridad, una vida en la que sus habitantes supieron hacer comunidad tal vez sin darse cuenta; vivieron una vida llena de satisfacciones, alegrías y respeto, trabajo y convivencia; vivieron la vida y nos la cuentan en estas páginas, la vida como recuerdan y como la recuerdan para contarla, como dijera García Márquez.

No abordaremos su historia, de eso ya se ha escrito. Daremos cuenta del testimonio de los pobladores que hicieron de esta comunidad parte íntegra e importante de su vida. Por supuesto, problemas siempre existieron, pero no es la intención explicarlos.

En esta serie de entrevistas y relatos que presentaremos en las próximas entregas, los protagonistas se manifiestan con un alto sentido de agradecimiento, pertenencia e identidad a la comunidad que les dio de todo: la Colonia Yucatán.

Los personajes nos abrieron las puertas de su corazón y de sus casas como si estuvieran esperando el momento preciso para contarnos de su intimidad. Sin falsas modestias, la vanidad nunca fue evocada; así, el agradecimiento sincero al lugar que les dio todo floreció en las pláticas que, por cierto, duraron algo más de dos horas, algunas rebasaron tres. En todas las conversaciones en la comodidad del hogar florecieron los relatos alegres y los sentimientos encontrados durante las visitas a los Colyuctecos. La mayoría de las veces el matrimonio en pleno me recibió; las emociones a flor de piel llenaron las salas en las largas conversaciones que parecían no tener fin.

Cada uno cuenta su vida con una vivaz inquietud. Risas y emociones se mezclan con la nostalgia y el orgullo. Muchos de los entrevistados llegaron a la “Selva” (que así se llamaba antes la Colonia Yucatán) siendo apenas unos niños de brazos, otros siendo párvulos, y muchos otros siendo muchachos cuyas familias llevaron en busca de trabajo y fortuna, encontrando ambas cosas.

La historia aún no termina; al contrario, la historia de Colonia Yucatán tiene futuro, un futuro sólido en los testimonios y esperanzas que cada uno de sus pobladores deja en estas líneas.

Para conocer un poco más acerca de esta singular comunidad empecemos con sus más populares personajes que, vale decir, eran más conocidos por sus apodos que por sus nombres de pila.

Todos estos personajes merecen ser recordados con todo respeto, ya que son parte fundamental de la historia de nuestra querida Colonia Yucatán.

Empecemos pues…

Oriundo de Dzitás, “Pancho López”, Felipe Leal Pérez, era el más conocido. Vestía siempre de color kaki, sombrero ancho, paliacate rojo anudado al cuello, pistola al cinto (aunque las balas las guardaba en la bolsa de su pantalón envueltas a su vez en una bolsa de Nylon) y el tirahule en el otro lado de su amplia cintura. Era el policía que, celoso de su deber, siempre trataba de meter al orden a todo aquel que se quisiera pasar de listo.  Sobra decir que Pancho López era el más temido… por los niños.

“La abuelita”, cuyo nombre de pila era Eulalia González, era una viejita de trenzas largas, muy apreciada en la Colonia ya que siempre andaba alegre y contenta, a pesar de que vivía sola en los galerones. Pocos saben de dónde era.

Un personaje peculiar con apodo no menos chistoso fue “El Tucho”, Bernabé Canché Tinal. Oriundo de Progreso, cuidaba celosamente el orden a la entrada del cine los sábados y domingos. Vestía siempre impecablemente de marinero, con todo y quepí.

¿Quién no recuerda a “Tuti”? José Inés Alcocer, la voz oficial del aguerrido equipo de beisbol “Maderera del Trópico”, un chaparrito entusiasta y amiguero.

“Malafacha”, José García, era otro personaje muy apreciado en la Colonia. Era el chofer del camión urbano que cubría la ruta de la Sierra a la Colonia; sabía hacer casi de todo y era una persona muy educada y servicial, aunque en apariencia no se parecía en nada a su apodo.

Agustín Moo Be, oriundo de Halachó, fue un personaje conocido por todos. Se empleaba como jardinero en el parque de la Colonia. Pese a su afición por la bebida, nunca se le involucró en escándalos ni pleitos: era una persona que “sabía tomar”; por algo le decían “El mago”. Estuvo casado con una persona no menos popular: Doña Bertha, que hacía unos tamales horneados muy ricos.

El “salado” es uno de los personajes quizá con más anécdotas que haya vivido en la Colonia. Fue boxeador, luchador, parrandero y jugador, apuntaba bolita y era un gran bailador. Su apodo le viene porque de chamaco, cuando asistía a la escuela, llevaba un pedazo de carne salada de Venado que compartía con sus compañeros. Pocos saben su verdadero nombre: Ángel Augusto Segura Moguel.

¿Quién no habrá probado los dulces de doña “Fela”? Felicitas López, una viejita que se apostaba todas las mañanas a la puerta de la majestuosa escuela “Manuel Alcalá Martín” a la hora del recreo, vestida con sweater y medias blancas a ofrecer sus sabrosos dulces y cremitas de coco “A diez”.  Sentada en un banquillo frente a su tablero de madera con una especie de matamoscas en la mano, hecho con hojas de papel de colores, espantaba las moscas o cualquier otro desagradable intruso que estorbase su dulce y sabrosa oferta.

El baile no empezaba ni se ponía bueno si no era con la presencia de unas parejas de espléndidos bailadores: los esposos Felipe Pérez y Eddy Lugo, Armando Cosío y Julieta Uribe. Ellos ponían “sabor” a los bailes de la Colonia. ¿No es cierto?

Don “Us”, Eusebio Díaz Euán, siempre fue estricto en su trabajo como jefe de turno en Lignum, pero alegre y entusiasta como organizador de los inolvidables carnavales.

¿Quién de los que vivimos en la Colonia no habrá pasado por las manos de “don Ibes”, Pablo Ruz, para que nos cortara el pelo? Además de ser un gran trompetista de la orquesta “Medval”, era un buen peluquero, aunque de poca paciencia.

Estricto, caminaba siempre con gallardía; serio y amable al mismo tiempo, gozó del respeto y alta estima entre los que vivimos en la Colonia. Muchos jóvenes marcharon cumpliendo su servicio militar bajo sus órdenes. ¿Saben ustedes a quién me refiero? ¡Claro! Al sargento Ramón Marcelenio.

Vaya, pues, un recuerdo y, donde quiera que se encuentren, un abrazo sincero. Un pequeño homenaje a todas estas personas, estimadas y recordadas con cariño, que tanto convivieron con nosotros en la Colonia, personajes que difícilmente podríamos olvidar.

LCC. VICENTE LÓPEZ TEJERO

vicentelote63@gmail.com

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