Los perros callejeros son aquellos que no tienen un hogar o aquellos que, perteneciendo a uno, pasan la totalidad o parte del día fuera de su casa, ya sea por descuido de sus dueños, abandono o por haber nacido en la calle. Algunos desarrollan estrategias de defensa contra los humanos, ya sea atacándolos o simplemente alejándose de ellos, evitando cualquier tipo de acercamiento, mientras otros conviven con los humanos y actúan de manera amistosa hacia ellos.
Su fuente de alimento son sobras tiradas por restaurantes, por puestos informales o por la basura de los ciudadanos, aunque en algunas ocasiones hay personas que les ofrecen comida. Sin embargo, los huesos sobrantes de la comida afectan negativamente su aparato digestivo o pueden causar ahogamiento, y cuando se les presenta comida en bolsas plásticas es posible que las ingieran pudiendo causar su muerte. Las muertes a causa de infecciones intestinales provocadas por la ingesta de alimentos en avanzado estado de descomposición son frecuentes en los perros callejeros.
En el día viven en lugares frescos y durante las noches en un lugar que mantenga el calor de sus cuerpos. Desgraciadamente no siempre encuentran un refugio y tienen que soportar los cambios de clima: desde el intenso calor a las fuertes corrientes frías, incluyendo los aguaceros y, en áreas tropicales, huracanes e inundaciones. Los canes que viven en la calle duermen donde pueden, comen lo que consiguen, agonizan en una plaza, sufren frío en invierno y calor en verano, son maltratados por personas sin corazón, se pelean entre ellos por un trozo de carne y tienen crías en cualquier sitio.
Buena parte de los perros que se vuelven callejeros pertenecían a familias humildes que optaron por abandonarlos ante la imposibilidad de cumplir los gastos, pues un perro de tamaño promedio genera un costo aproximado de más de medio sueldo mínimo, dependiendo de la marca de alimento y la zona económica-social de la ubicación de la mascota, así como la raza.
Muchos perros y gatos sufren discriminación cuando son callejeros o provienen de refugios, las personas prefieren gastar cantidades exorbitantes de dinero en cachorros que probablemente fueron criados de manera cruel. Un perro callejero sufre desde antes de nacer y, una vez que se vale por sí mismo, tiene que sobrevivir de cualquier forma, mendigando un pedazo de pan, una caricia, una palabra amable.
Lejos de la creencia popular de que son más «bravos» o «agresivos», los perros callejeros son muy agradecidos y dan el doble de amor a sus dueños. Ellos tienen un alma muy especial. Quizá no tienen consciencia como los seres humanos, pero saben que han sufrido y que tú los has salvado; por ello están muy agradecidos por la protección que ahora reciben.
Algunos de estos perritos acarrean problemas por todo el maltrato por el que pasan, pero con mucha paciencia y amor podemos cambiar su comportamiento.
Hay millones de perros que terminan siendo sacrificados cada año tan solo porque andan vagando por las calles. Un perrito callejero es amable y bondadoso, capaz de demostrar una gratitud inmensa que los humanos envidian.
Darle un hogar a un animalito en necesidad no solo ayuda al resto que está en la misma situación, sino que te da una nueva forma de ver la vida a través del servicio a los demás: Creces como ser humano.
Cuando eres una persona que ama y respeta a los animales, tienes una gran empatía por el mundo que te rodea. Entiendes la importancia de cada uno en el entorno y, con ello, aprendes a valorar más la vida.
La próxima vez que veas un perrito en la calle, trátalo muy bien, puesto que no sabes si se puede tratar del amigo que te enseñará las lecciones más valiosas de tu vida.
¡ADOPTA!
No regales por impulso.
¡NO COMPRES!
Dra. Carmen Báez Ruiz
drabaez1@hotmail.es