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Perogrulladas de nuestros días

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Editorial

Cuando los apasionamientos nublan una mente analítica, se emiten los peores juicios y se llega a las peores conclusiones, totalmente alejadas de la verdad comprobable.

Cuando el peso de la evidencia, los hechos, se sacrifican en el altar de las rencillas, encontrar la verdad es tarea imposible.

Cuando las opiniones nacen de la conveniencia, una persona informada pierde el respeto que se tiene a esa opinión.

Cuando las elecciones se hacen pensando en el bienestar propio, o desde el prisma de la venganza de una rencilla personal, contribuimos a perpetuar aquello que nos aqueja.

Cuando apabullamos con descalificaciones los señalamientos sobre malas acciones, sin ahondar en la veracidad, caemos en el fanatismo.

Cuando se fabrican o manipulan datos a conveniencia, las tesis pierden su sentido.

Cuando se exige obediencia antes que eficiencia en la administración pública, cualquier proyecto emprendido se convierte en una oportunidad de robar impunemente.

Cuando se esconden las cuentas  públicas bajo argumentos de seguridad nacional se roba, se miente y se traiciona la confianza de los que aportaron sus impuestos con la esperanza de que mejoren sus condiciones de vida.

Cuando se vive y mantiene una familia por décadas con $200 en el bolsillo, sin declarar ingresos y sin pagar impuestos, o se es un ser mitológico o se es un pillín.

Cuando nos abruman con mentiras, comprender la verdad puede escapar a nuestro entendimiento.

Cuando nos ofrecen y aceptamos bienes sin conocer su origen, nos convertimos en cómplices de un posible delito.

Cuando el emperador va desnudo, y no alcanza a percibirlo, es imposible que entienda el concepto de la desnudez o simplemente está enfermo de sus facultades.

Cuando no se cuestiona con intención sana, en búsqueda honesta de la verdad, las murallas se elevan.

Cuando los estudios impiden observar el fuego, el estudioso arde sin darse cuenta.

Cuando se abjura del ejercicio y aplicación de la Ley, la Ley queda indefensa y reina la impunidad.

Cuando se adopta la mentira como modo de vida y de comunicación, el mentiroso florece.

Cuando se encarga a las fuerzas castrenses labores para las que no fueron entrenadas, y se descuida aquello para lo cual existen, dejan de ser fuerzas castrenses.

Cuando se utiliza la ignorancia de un pueblo para beneficio de unos pocos y de sí mismo, ni se es estadista ni se es mesías, sino un vulgar ladrón.

Cuando no hay voluntad de cambiar para mejorar, estamos condenados a la mediocridad.

Cuando protegemos y defendemos a delincuentes, nos convertimos en cómplices.

Cuando se ha regalado el ejercicio del poder a los poderes fácticos, rescatar a un país corresponde a sus ciudadanos.

Cuando elijamos, que sea pensando en el futuro que puede ser, no en el presente que nos agobia y quita el sueño y la esperanza.

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