Letras
José Dolores Sobrino Trejo
Los beneficios que se hacen a medias suelen inspirar más bien odio que gratitud. Prestarnos espontáneamente a un servicio incompleto casi equivale a dotarnos de una conciencia aguda de nuestra miseria. Así, pues, en vez de aliviarnos, nuestros benefactores no hacen más que aumentar nuestro sufrimiento. De aquí la poca gratitud y la débil estima que les profesamos.
No creer nada, no esperar nada, no abrigar ningún sentimiento, no sentir ni odio ni amor, ni piedad ni antipatía, tal es el supuesto paraíso, la bendita tierra de promisión a donde llegan al fin las almas ardorosas, inquietas, trágicamente sensibles que, en grandes accesos de ilusión, se propusieron buscar el ideal en la vida y en la sociedad de los hombres. ¡Oh! ¡El escepticismo que consuela y que acierta a reconciliarnos con las inquietudes del destino!
El ideal es inaccesible a la imperfección de los hombres. Sin embargo, el camino que conduce a él es tan hermoso, tan lleno de encantos y de dulzuras, que el solo placer de recorrerlo nos indemniza ampliamente de nuestra impotencia por alcanzarlo algún día. La felicidad de ir siempre hacia el Ideal, de escalar siempre y siempre sus mágicas alturas es la mayor de las felicidades posibles.
No hacer mal a nadie, abstenerse de agraviar nunca a los hombres, suele ser esta actitud en algunas almas el síntoma de un elevado orgullo que no quiere concitarse el odio ni la animosidad de nadie; y esto tan sólo por no guardar ningún punto de contacto con los otros.
La soledad que sentimos cuando nos hallamos en la sociedad de los que no nos comprenden, no es más dolorosa ni más trágica que la que nos pone en mitad de un desierto.
La concepción del progreso es un producto de la vanidad humana. Cada generación quiere ser superior y más aventajada que las que la han precedido. Esta voluntad de supremacía engendra una ilusión que lisonjea agradablemente al amor propio colectivo.
Gráfico. Revista Semanal Ilustrada. Mérida, 3 de febrero de 1917, año I, núm. 14, p. 5.
[Compilación de José Juan Cervera Fernández]