Letras
José Dolores Sobrino Trejo
Guardémonos de llevar mucha intimidad con nuestros semejantes, pues de esto proviene que nos desprecien algunas veces. No hay que abandonarse demasiado, porque tarde o temprano las rupturas suministrarán a nuestros amigos elementos para vengarse de nosotros.
Tenemos, por el pensamiento, transportes sublimes que la estrechez de nuestra naturaleza nos impide llevar a nuestros actos.
El hombre fuerte es libre. Es su propia debilidad lo que arrehoja a un individuo haciéndolo sensible a las pasiones de sus semejantes y a las suyas propias.
El optimismo, si no siempre es feliz en sus pronósticos, constituye al menos un medio bastante cómodo para soportar el infortunio. El hombre optimista no sufre tanto como aquél que lo ve todo sombrío y no sabe esperar nada halagador.
El hombre tiende, inevitablemente y siempre, a satisfacer sus instintos de dominación; y sólo se detiene cuando presiente lo “imposible” que lo haría fracasar y contribuiría de tal suerte a su humillación. El hombre detesta la humillación; por eso se cuidará siempre de aspirar a aquello de cuya imposibilidad tiene clara conciencia.
La mujer es “una virtud burguesa”: es como la honradez, como la bondad, como la compasión. El hombre que desea perfeccionarse y que ama la voluntad de potencia, debe emanciparse por completo del gusto por el sexo femenino, del mismo modo que trata de alejarse de todos aquellos sentimientos que lo deprimen, impidiéndole desarrollar su personalidad.
Los imbéciles gustan de mirarnos algunas veces con cierto aire de protección: pero nosotros, generosos siempre con los indigentes del alma, les hacemos la caridad de mostrarnos sensibles a sus muecas: es, después de todo, una manera de hacer el bien a los que nos son inferiores en inteligencia y en corazón.
La mejor cortesía consiste en tratar a una persona como ella quiere y le agrada.
Gráfico. Revista Semanal Ilustrada. Año I, núm. 12, Mérida, 20 de enero de 1917, p. 5.
[Compilación de José Juan Cervera Fernández]