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Pandemia, Año II

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Editorial

Durante el transcurso de las ediciones del año anterior tratamos el tema del flagelo mundial que es la pandemia del maléfico Coronavirus, invariablemente mortal, especialmente en los países del Tercer Mundo donde los avances de la vacunación o las condiciones de las economías familiares u oficiales no permiten realizar investigaciones profundas por carecer del equipamiento, ni asumir acciones de generalizada o más atención para los afectados enfermos por la limitación de medicamentos o escasez de espacios suficientes.

Es así que, por segundo año consecutivo, este flagelo afecta a todos los países del mundo, si bien en algunos ya se cuenta con recursos médicos en proceso de avance y crecimiento productivo que auguran que en los meses por venir tanto en el continente americano, como en zonas actualmente desprotegidas de África y Asia, puedan eficientizar y ampliar su combate al virus.

Se dice fácil: un año. Para la humanidad afectada ese tiempo ha parecido un siglo angustioso y mortal.

Ni siquiera las anteriores guerras mundiales –las anteriores a la era atómica– causaron tantas bajas civiles o militares en los ejércitos combatientes que lucharon hasta el final.

Hemos aludido en fechas anteriores a una aurora de esperanza, refiriéndonos a los descubrimientos médicos y al control de espacios, reduciendo la pandemia. Existe una vacuna probada, en proceso de producción, que se ve insatisfactoria en estos momentos.

Están bien localizadas y vigiladas, eso sí, las enormes zonas afectadas en los diversos continentes.

Muchos gobiernos han iniciado o fijado medidas apropiadas para el control de contagios actuales y posibles.

Se percibe justificada preocupación en los gobernantes de todas las extracciones políticas. El olor de la pólvora no está en el ambiente, mas el virus está en libertad, en tránsito libre por todo el planeta. Por ello, la protección generalizada en todos los países es aún el uso de los cubrebocas, especialmente en las áreas de obligada compartición de espacios –los transportes, los sitios de reunión pública, los parques de diversiones, los centros nocturnos e incluso las playas, en las cuales se observan personas utilizando como adminículo un cubrebocas.

Doce meses han pasado. Esperemos que en ellos haya estado la peor fase, que accedamos a tiempos de restauración sanitaria a nivel mundial.

El mundo que compartimos, el que pertenecemos, merece vivir y convivir en paz y a salvo.

Es nuestro sincero deseo.

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