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Remembranza
ALFONSO HIRAM GARCÍA ACOSTA
Mis recuerdos se remontan a mi infancia en la Ciudad de México, cuando era Distrito Federal, a la mitad de los años 30. Era una gran ciudad con avenidas, transporte ferroviario, y avances tecnológicos de la época como la radio.
Ahí di mis primeros pasos, en la Col. Estrella de la alcaldía de Gustavo A. Madero. Mi padre trabajaba en el equipo de Neguib Simón. Mi vida se desarrolló entre familiares, músicos, y amigos de mis padres de la radio y teatro en México.
Recuerdo que mis padres me llevaban los domingos a la Alameda Central, a escuchar música tocada por la Orquesta Típica de México “Lerdo de Tejada”. Desde ahí contemplaba el Palacio de las Bellas Artes de México.
“El Palacio de Bellas Artes tiene como antecedente inmediato al edificio que albergaba al antiguo Teatro Nacional, considerado el más importante en su género en la vida artística y cultural de nuestro país durante la segunda mitad del siglo XIX. Al iniciarse el siglo xx, como parte del programa de obras arquitectónicas con las que se estaba embelleciendo a la Ciudad de México, se pensó primero en renovarlo, pero se optó por demolerlo para construir otro, acorde al crecimiento urbano y cultural de la Ciudad.
“La ubicación del nuevo teatro fue objeto de un minucioso estudio tanto por parte de las autoridades como por su arquitecto, el italiano Adamo Boari. Finalmente, en 1901 ya se había decidido que se situaría a un costado de la Alameda Central.
“La historia de la construcción del nuevo Teatro Nacional, llamado después Palacio de Bellas Artes, es compleja y tiene una dinámica singular; dos épocas importantes de la historia de nuestro país la definen: el régimen de Porfirio Díaz y la Revolución Mexicana. Los trabajos iniciaron en 1904 con el objetivo de terminarlo en cuatro años; sin embargo, problemas presupuestales y técnicos fueron demorando su conclusión. Tras el estallido de la Revolución en 1910 y el agravamiento de la situación económica en el país, Adamo Boari regresa a Europa en 1916. Se había concluido, hasta esa fecha, casi todo el exterior, excepto el recubrimiento de la cúpula.
“La idea generalizada de que el Teatro Nacional, en el periodo que va de 1917 a 1929, estuvo en completo abandono es difícil de sostener, pues hubo gran interés para que se terminara, tanto de algunos gobiernos posrevolucionarios como del público en general”.
“Además, el edificio se usaba muy frecuentemente para celebrar actos importantes de la vida citadina. A partir de 1930, bajo la presidencia de Pascual Ortiz Rubio, el arquitecto Federico E. Mariscal fue el encargado del proyecto de la conclusión del Teatro Nacional; sin embargo, no es sino hasta 1932, con el apoyo del secretario de Hacienda, Alberto J. Pani, que la obra fue revitalizada con las instrucciones precisas de concebir un edificio «… asiento de una institución nacional de carácter artístico», que albergara varios museos, de ahí que por primera vez en 30 años se cambiara el nombre del edificio, de Teatro Nacional al de Palacio de Bellas Artes. Debido a la fuerte inversión que se requería para acabar el recinto, éste debía responder a una necesidad social y ser de utilidad pública. Así, el Palacio de Bellas Artes fue concluido por el arquitecto Mariscal el 10 de marzo de 1934.
“De 2008 a 2010 se llevó a cabo la mayor intervención hecha a su teatro y sala de espectáculos, en la que se renovaron plataformas, tramoya, escenario, foso, iluminación, acústica, cabinas y butaquería.
“Se han realizado otras rehabilitaciones en el recinto, entre las que destacan en 1993, la construcción del estacionamiento subterráneo; un año después la remodelación de las salas de exhibición del Museo del Palacio de Bellas Artes; y de 2000 a 2004, la restauración de sus cúpulas.”

Entre lo más destacado del Palacio de Bellas Artes, en su Museo se encuentran obras de los más destacados muralistas mexicanos del siglo XX, como Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros y José Clemente Orozco. También se encuentra la sala de conciertos Manuel M. Ponce.
Eso me trae recuerdos gratos como pianista infantil. Fui presentado por mi maestra Guadalupe Rey a los 9 años, 1945, junto con Carlos González de 17 años, consagrado como concertista internacional. Presenté 4 obras de Schuman: Tarantela, El alegre labrador, La marcha de los soldados y su Opus 24. La crónica de ese evento la hizo Don Gerónimo Baqueiro Foster, considerado en esos momentos el mejor musicólogo de México.
La Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes fue nombrada así en homenaje al célebre compositor zacatecano, autor de una de las canciones mexicanas más populares en todo el mundo: «Estrellita». Esta Sala está ubicada en el 1er piso de este majestuoso recinto.
Mis recuerdos infantiles de los domingos en la Alameda Central, mis clases de piano durante cinco años con Guadalupe Rey, mi maestra de Música, y haber tocado en la Sala Ponce, me hicieron transcribir estas notas sobre el Palacio de las Bellas Artes, haciendo un reconocimiento al Instituto Nacional de las Bellas Artes y Literatura en México, por su trayectoria de siglos al servicio de la cultura.
Agradezco al Diario del Sureste que siga publicando mis escritos desde el año 52, cuando fundamos la Página Universitaria.

Fuentes
Historia y Arquitectura | Palacio de Bellas Artes / México
La Sala Manuel M. Ponce del… – Instituto Nacional de Bellas Artes | Facebook