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Letras
José Juan Cervera
Gota tras gota, el diablo se ofrendó en un torrente. Invadió el silencio y reflejó los cuerpos celestes en su curso ilimitado. Recuperó en su seno los rastros perdidos del rocío.
Días y noches fluyeron en los campos. Por fin, el impulso de una arteria desgarrada inundó los cálices que un par de manos lustraba en un recinto abovedado.
El fulgor, la sangre y la ceniza se fundieron nuevamente en sus orígenes.