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Nuevo Edificio de la Universidad de Yucatán en 1941 – XVI

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Memoria de las Fiestas Inaugurales

XVI

Sesión Solemne del H. Consejo de la Universidad de Yucatán en Honor del C. Secretario de Educación Pública.

 

El señor Rector, ingeniero Joaquín Ancona Albertos hizo en su discurso una vigorosa síntesis de las tareas realizadas por la Universidad en el último lustro y de sus planes de superación. –Palabras del licenciado Raúl Carrancá Trujillo, que llevó la voz del Ministro de Educación Pública. –Otros aspectos de la sesión.

 

El miércoles 7 de enero, a partir de las veinte horas, se efectuó en la Sala de Sesiones de la Universidad de Yucatán una sesión solemne de este organismo, a fin de recepcionar al licenciado Octavio Véjar Vázquez, Secretario de Educación Pública, y a sus acompañantes en la gira realizada por aquél en nuestro Estado.

Acompañaron al licenciado Véjar Vázquez, quien trajo la representación del señor Presidente de la República, las personas siguientes: general Aureo L. Calles, Comandante de XXXII Zona Militar; licenciado Emilio Pardo Aspe, ministro de la Suprema Corte de Justicia; licenciado Raúl Carrancá Trujillo, magistrado del Tribunal Superior de Justicia del Distrito y Territorios Federales; licenciado Alejandro Gómez Arias, secretario particular del señor Ministro de Educación Pública; doctor Alfonso Caso, Director del Instituto de Arqueología e Historia y doctor Carlos Véjar Lacave. El Consejo Universitario funcionó con la asistencia de la totalidad de sus miembros: ingeniero Joaquín Ancona Albertos, licenciados Hernán Canto Echeverría, Roberto Castillo Rivas, Alberto Castellanos Loría, Max Peniche Vallado, Augusto Patrón Herrera, Amílcar y Hernán Cetina Albertos, Armando Maldonado Cisneros; licenciados en Farmacia Martín Medina Rosado, Ramiro Alcocer y Alonso Sansores; doctores Maximiliano Canto Méndez, Benjamín Góngora Triay, Rafael Cervera Lara y Felipe Aranda A.; ingeniero Francisco Vega y Loyo; bachiller Conrado Menéndez Díaz; profesor Antonio Canto López, bachiller Tomás Alvarado y los representantes estudiantiles José Antonio Torres Mesías, Liborio Cervera F., Armando Bolio P., Carlos R. Gutiérrez Bassó, Rosario Muñoz P. y Dolores Ruiz Ruiz.

Presentación del Sr. Ministro de Educación Pública

El ingeniero Joaquín Ancona Albertos, Rector de la Universidad de Yucatán, hizo la presentación del licenciado Véjar Vázquez a los consejeros, poniendo de relieve que el distinguido huésped traía la representación del señor Presidente de la República, general Manuel Ávila Camacho.

El discurso del Sr. Rector

Haciendo gala de sencillez y claridad en la exposición, el señor Rector de la Universidad de Yucatán, ingeniero Joaquín Ancona Albertos emitió una enjundiosa pieza oratoria, que insertamos a continuación en toda su integridad:

Señor Secretario de Educación Pública,

Señores visitantes:

La Universidad de Yucatán se siente orgullosa con vuestra visita. Al recibiros en sesión solemne ha querido significar en cuánto estima que se halle entre nosotros un hombre que, a más de ostentar la muy alta y honrosa representación del Primer Magistrado de nuestro país, encarna, por el cargo que desempeña, la más alta autoridad educativa de México, la intelectualidad, la cultura de nuestra raza.

Por todo esto, os pedimos, señor Ministro, que aceptéis la bienvenida de la Universidad de Yucatán y su gratitud por vuestra visita. Os pedimos igualmente, que hagáis presente nuestra gratitud por esta visita al señor Presidente de la República, a quien espiritualmente consideramos presidiendo este acto, en vuestra persona.

A riesgo de cansar vuestra atención, señor Ministro, deseo aprovechar vuestra presencia para exponeros algo de lo que la Universidad de Yucatán ha estado haciendo y un poco de lo que quisiéramos realizar.

A principios del año de mil novecientos treinta y siete, cuando recién me había hecho cargo de la Rectoría de la Universidad, se hallaba ésta integrada únicamente por tres Facultades: la de Jurisprudencia, la de Medicina y la de Química y Farmacia. Contaba además la Universidad con la Escuela Preparatoria, y con una escuela de Primaria Superior nocturna dedicada especialmente a los trabajadores.

En la Facultad de Medicina funcionaba una cátedra de Odontología que sólo trabajaba en forma cíclica, es decir, que abierto el primer curso para un grupo de alumnos, sólo se mantenía cátedra para este mismo grupo y no se reabría la inscripción nuevamente para iniciar la carrera, sino cuando los del grupo anterior la habían terminado ya. Funcionaba también en igual forma, una cátedra para preparar enfermeras.

Con el mismo método de la cátedra cíclica, trabajaba la Facultad de Química y Farmacia, que tenía un reducidísimo número de alumnos y carecía de los elementos más indispensables para realizar una enseñanza práctica. Sólo funcionaban con todos sus cursos a la vez, las Facultades de Jurisprudencia y de Medicina y la Escuela Preparatoria.

Paulatinamente, a causa de la dificultad de obtener recursos pecuniarios, hemos ido ampliando la Universidad y dotándola de mejores elementos. Hemos creado las secciones nocturnas de la Escuela Preparatoria, para dar oportunidad de cursar los bachilleratos, a los estudiantes que necesitan trabajar durante el día para sostenerse. Hemos creado la Facultad de Ingeniería que funciona actualmente, aunque todavía con deficiencias, pues únicamente prepara a los estudiantes para las carreras de Ingeniero Geodesta y de Ingeniero Topógrafo y Constructor.

Hemos creado la Facultad de Odontología, independizándola de la de Medicina para darle vida propia que la vigorice. El resultado no se ha hecho esperar, pues en la actualidad funciona ya con sus cursos completos, y con un número de alumnos considerablemente mayor que el que tenía la antigua cátedra de la Facultad de Medicina. Con la ayuda del Gobierno del Estado y de la Secretaría de Educación Pública, hemos podido dotarla además de un laboratorio y de una clínica que, a más de proporcionar a los estudiantes la manera de hacer un aprendizaje positivamente práctico, presta un verdadero servicio social atendiendo a gentes pobres, con especialidad a estudiantes de todas las escuelas de Mérida, con un costo mínimo, ya que sólo se les cobran los gastos que haya qué hacer en su curación. El servicio que esta clínica presta ha sido tan bien aceptado, que en la actualidad cuenta con una clientela numerosa.

Hemos creado también los cursos completos de la Facultad de Química y Farmacia, de modo que los estudiantes que deseen seguir esta carrera puedan hacerlo ya, sin esperar los cuatro años durante los cuales permanecía cerrada la inscripción. El número de alumnos de esta Facultad ha crecido también considerablemente en los últimos cinco años. De momento, sin embargo, no pudimos dotarla de elementos. Durante algún tiempo la Facultad de Química y Farmacia no contó con laboratorio ninguno y hacía deficientemente sus experimentos en el gabinete de Química de la Escuela Preparatoria; digo deficientemente, porque no se contaba ni con personal suficiente para atender el laboratorio, ni con recursos para costear los elementos que se necesitan para la enseñanza práctica.

En la misma Escuela Preparatoria existía un viejo gabinete de Física que fue quizás útil medio siglo antes, a raíz de la fundación del Instituto Literario de Yucatán; pero del que, en aquel entonces, sólo quedaban los restos de algunos aparatos que los maestros únicamente podían utilizar para exhibir y que no prestaban mejores servicios que las figuras con que se ilustran los libros de texto. Existió también un pequeño museo de Zoología, constituido por unos cuantos ejemplares de peces y de pájaros, de especies exóticas, que a veces ni nuestros maestros conocían. Sólo recientemente se había creado un laboratorio de Biología, con la ayuda de aportaciones pecuniarias de profesores y estudiantes, al que se había dotado de un microscopio, un micrótomo, un centrifugador y alguna vidriera.

En mil novecientos treinta y ocho, la Secretaría de Educación Pública nos dio un subsidio de cincuenta mil pesos, con los cuáles fue posible mejorar algunos servicios de la Universidad. Destinamos en primer lugar unos quince mil pesos para dotar los laboratorios con un equipo que, si bien no llenó aún todas nuestras necesidades, permitió sin embargo dar clases verdaderamente prácticas de Física, de Química, de Biología y otras, tanto en la Facultad de Química, como en la Escuela Preparatoria. Una parte del equipo, incluyendo dos microscopios, fueron entregados a la Facultad de Medicina, para que allí también se facilitasen las clases prácticas. Dotamos también de personal más numeroso los Laboratorios y les asignamos una cantidad fija, mensual, para sus gastos, a fin de que los experimentos pudieran hacerse con la mayor eficiencia posible.

El resto del subsidio lo destinamos a crear nuevas secciones de alumnos en la Escuela Preparatoria, pues hasta entonces cada profesor tenía a su cargo, en el aula, noventa o más alumnos a la vez lo que hacía muy penosa y poco eficiente su labor.

Desgraciadamente, desde el año siguiente, mil novecientos treinta y nueve, el subsidio federal se redujo a la mitad; y como no era posible refundir los grupos de estudiantes, ni suprimir a los empleados de los laboratorios, para no cerrarlos o dejarlos de utilizar, optamos por sacrificar parte de nuestros emolumentos, que eran ya bastante exiguos, y que llegaron entonces a la categoría de ridículos.

Sin tratar de reclamar el reconocimiento de méritos, puedo aseguraros, señor Ministro, que los que laboramos en esta Casa de Estudios lo hacemos ajenos a todo interés personal, y únicamente porque nos hemos impuesto la misión de coadyuvar, en tanto nuestras fuerzas físicas e intelectuales nos lo permitan, a la culturización de la juventud yucateca, con el deseo y la esperanza de que esta labor sirva para hacer grande y fuerte a nuestra Patria.

Recientemente, persiguiendo siempre la mira de hacer más eficaz cada vez la enseñanza práctica, dividimos cada cátedra de Física, cada una de Química y cada una de Biología de la Escuela Preparatoria, en dos, a cargo de sendos profesores: una para la parte teórica de la asignatura, y otra para sus prácticas de laboratorio; y en esta última, distribuimos a los alumnos en mayor número de grupos, a fin de que puedan aprovechar individualmente los aún escasos elementos con que cuentan nuestros laboratorios. Algo parecido hicimos en la Facultad de Ingeniería, donde se crearon cátedras especiales de Prácticas de Topografía, además de las clases teóricas.

Algunos números pueden resumir lo hecho para el progreso de la Universidad en los últimos cinco años. A principios de mil novecientos treinta y siete, teníamos algo más de quinientos alumnos; hoy casi llegan a mil.

En 1937 la enseñanza se impartía a través de ciento una cátedras; el número de cátedras es ahora de doscientas dos, de modo que se ha duplicado exactamente en menos de un lustro, a más de los cursos por conferencias que se imparten en las Facultades.

Nuestro presupuesto era, en mil novecientos treinta y siete, de cinco mil doscientos veintinueve pesos treinta y tres centavos al mes, o sesenta y dos mil setecientos cincuenta y dos pesos al año; en noviembre de mil novecientos cuarenta y uno había ascendido ya a nueve mil ochocientos cuarenta y ocho pesos treinta y tres centavos al mes, o ciento dieciocho mil ciento setenta y nueve pesos noventa y seis centavos al año y en la actualidad, gracias a un aumento de cinco mil pesos mensuales que nos dio el Gobierno del Estado para nuestros gastos generales y a causa de la anexión del Instituto de Etnografía, Historia y Bibliografía, nuestro presupuesto es de dieciséis mil trescientos setenta y dos pesos ochenta y tres centavos al mes o ciento noventa y seis mil cuatrocientos setenta y tres pesos noventa y seis centavos al año. Son, al año, cerca de doscientos mil pesos, de los cuales nos proporciona veinticinco mil la Secretaría de Educación.

Se ha duplicado casi la población escolar, se ha multiplicado el número de grupos de alumnos; han sido creadas dos Facultades y se ha completado la Escuela de Enfermería: se ha anexado el Instituto de Etnografía, Historia y Bibliografía y se han fomentado los Laboratorios. Para esto, se ha triplicado el presupuesto de la Universidad, gracias a la nunca escatimada ayuda del Gobierno que preside el ingeniero Humberto Canto Echeverría.

Hemos trabajado también en otros sentidos, para mejorar la Universidad. Por ejemplo, hemos organizado la estadística en forma tal que no sólo podemos conocer en cualquier momento el estado o el movimiento general del personal de la Institución, sino también las condiciones en que cada uno de nuestros alumnos se encuentra, lo cual ha contribuido para encauzarlos por un sendero de orden y los ha estimulado para cumplir sus deberes у con puntualidad y eficacia.

Hemos dedicado también algún dinero y muchas energías a editar algunos libros: un día, el Código Civil del Estado que no existía ya en los bufetes de Mérida, ni nuestros alumnos de Jurisprudencia podían encontrar para sus estudios; otra vez los textos de las lecciones que dictan nuestros maestros: una Botánica, una Biología, una Cosmografía, una Anatomía Patológica, una Psiquiatría, una Etimología, cursos de Matemáticas, etcétera, etcétera. Para esta labor hemos contado con el desinterés de nuestros maestros que añaden a las obligaciones inherentes a su cátedra, la de preparar estas lecciones, manejando personalmente su máquina de escribir, corrigiendo personalmente las pruebas de imprenta y atendiendo a todos y cada uno de los menesteres que su nueva labor les impone, sin pedir ni esperar ninguna recompensa.

Hemos impuesto al estudiante que en nuestras aulas adquiere un título universitario, la obligación de prestar un servicio social que devuelva en parte a la colectividad el esfuerzo que ella ha realizado al sostener esta Universidad: nuestros médicos recién graduados van a las comunidades indígenas en busca de un dolor para aliviarlo y van también desinteresadamente, más aún: sacrificando muchas de las ilusiones del que sale con su diploma bajo el brazo.

No me he detenido en esta larga y cansada exposición por el deseo vano de ostentar una labor eficiente. Por el contrario, la he detallado, para hacer notar sus deficiencias. No estamos satisfechos con la labor realizada. En el aspecto docente, la Universidad hace poco todavía. La enseñanza práctica va a recibir un impulso notable con los laboratorios donados por el señor Presidente de la República y que llegan en este momento para comenzarlos a instalar, pero, para que nuestros laboratorios presten el servicio que su importancia permite, se necesita que contemos con elementos, abundantes y costosos, y que los podamos renovar constantemente. Para aprovechar nuestros nuevos laboratorios en trabajos de investigación, quisiéramos, no sólo poseer equipo suficiente para llevarlos a cabo, sino también contratar algunos investigadores tanto del Estado como foráneos, que realicen la labor que se desea.

Nuestra Facultad de Medicina es ya insuficiente para atender a la necesidad del siempre creciente número de alumnos, hubiésemos querido hace tiempo dotarla de laboratorios propios con personal suficiente y con dinero que no hubiese que contar centavo a centavo para invertir en el trabajo de las clases prácticas; hubiésemos querido también, desde hace años contratar un competente cuerpo de maestros para la Facultad de Ingeniería, pues los ingenieros que viven en Yucatán, tienen tanto trabajo propio, que no pueden materialmente dedicarse a la enseñanza; hubiésemos querido también dotar a esta misma Facultad de Ingeniería de bastantes instrumentos como teodolitos, niveles, estadales, pantógrafos, planímetros, que permitiesen hacer estudios prácticos a los alumnos de Topografía; así como crear en el seno de la propia Facultad, cursos de Ingeniería Mecánica y Eléctrica con profesores foráneos, con laboratorios, gabinetes, talleres, etcétera, etcétera. Hubiésemos querido dotar la Clínica de Odontología de todos los elementos que fueran precisos para atender, absolutamente sin costo alguno, a las personas pobres de la ciudad, especialmente a estudiantes, y para que los alumnos más aprovechados y competentes pudiesen pasar visitas de inspección dental a todos los estudiantes de la ciudad y aun del Estado y quizás también a fábricas y talleres; hubiésemos querido dotar a la Facultad de Jurisprudencia de una biblioteca amplia, moderna siempre renovada; y fomentar la Biblioteca Central de la Universidad, las salas de estudios de todas las Escuelas y la Biblioteca Crescencio Carrillo y Ancona, especializada en libros yucatecos y sobre Yucatán; hubiésemos querido crear la Facultad de Filosofía y Altos Estudios, pues numerosos intelectuales de nuestro terruño están sedientos de una cultura superior; hubiésemos querido crear la Facultad de Economía y la Escuela Superior de Comercio y Administración, para dotar a nuestro Estado de técnicos que tiendan a llenar nuevas necesidades sociales; hubiésemos querido contar con recursos suficientes para hacer un intercambio de profesores y estudiantes con otras universidades del país; para con tratar profesores notables que viniesen a ampliar nuestras enseñanzas con cursillos y conferencias. Hubiésemos querido enviar a la capital de la República y aun a algunas ciudades extranjeras, a nuestros alumnos más distinguidos para perfeccionar y completar sus estudios y para hacerlos volver a propugnar por el progreso creciente de nuestra cultura vernácula. Hubiésemos querido crear una Facultad de Bellas Artes, una Facultad de Maestros, escuelas de toda índole que abarcasen la enseñanza posprimaria; hubiésemos querido crear escuelas secundarias y preparatorias fuera de Mérida, aunque sólo fuese en los principales centros urbanos del Estado: en Progreso, en Motul, en Ticul, en Valladolid, en Espita, en Peto, en Maxcanú, en quién sabe cuántas poblaciones más, cuyos jóvenes se quedan sin cultivarse intelectualmente, no porque no necesiten conocimientos, ni porque no lo deseen, sino porque no pueden pasar a radicarse a Mérida o a la capital de la República, en busca de un elevamiento intelectual que sí desean y que sí necesitan.

Hubiésemos querido también fomentar los deportes dotando a los estudiantes, siempre carentes de recursos, de los equipos necesarios, y estimulándolos con premios; hubiésemos querido ayudar a los estudiantes aprovechados, pero pobres, proveyéndolos de libros y útiles escolares, y aun becándolos con pequeñas cantidades mensuales que les permitiesen sostenerse mientras terminaran sus estudios.

Y aún después de haber realizado todo esto, hubiésemos sabido encontrar siempre la forma de que la función docente de la Universidad de Yucatán se realizase cada vez mejor y con mayor provecho, y para ampliarla más y más, atrayendo a la juventud, no sólo de Mérida, y de las ciudades del interior del Estado, sino aún de las vecinas entidades de Campeche y Quintana Roo.

Pero hay algo más importante todavía: la función docente no es la única ni la más importante de una Universidad. Nuestro Estatuto pide que realicemos investigaciones de carácter científico y social para llenar, especialmente, las necesidades de nuestro pueblo.

No porque el Estatuto lo diga, sino porque, al decirlo, está externando el ansia de las gentes cultas de Yucatán, quisiéramos nosotros emprender esas investigaciones con ardor y eficiencias; quisiéramos que los médicos recién graduados que enviamos a los centros rurales, fuesen dotados de medios propios de vida que les permitiesen dedicarse con tranquilidad y con ilusión a desempeñar la labor que se les encomienda; quisiéramos dotarlos de elementos de trabajo para que estudiasen las deficiencias de la alimentación de nuestros campesinos y aconsejasen al Estado los medios de mejorarlos; para que estudiasen las enfermedades, endémicas o no, que agotan a nuestros campesinos y que elevan el porcentaje de mortalidad infantil de nuestra región a un verdadero récord mundial; quisiéramos que estos médicos y otros muchos más, llevasen, no solamente los elementos para estudiar y combatir estas enfermedades, sino para proporcionar medicamentos y otros recursos a los campesinos que carecen absolutamente de ellos, ya que es perfectamente inútil aconsejarles un régimen de alimentación o de medicación, si no pueden seguirlos, porque no tienen un centavo.

Quisiéramos enviar por toda la superficie del Estado, universitarios competentes que fuesen a estudiar nuestra fauna y nuestra flora, que investigasen hasta qué punto serían utilizables los conocimientos de la vieja medicina maya, que aún sabe encontrar en las yerbas de nuestros campos el sedante del dolor humano, que estudiasen si es posible encontrar en la aridez de nuestra llanura calcárea, plantas que pudiesen darnos la riqueza que el henequén nos escatima hoy; que nos definiesen hasta qué punto sería industrializable la explotación de la copra o de las plantas oleaginosas que pueden producir grasas útiles para los alimentos o para otras industrias; o hasta qué punto podría industrializarse la fabricación de vinos de naranja y de otras frutas, que se ha ensayado ya que en pequeña escala en una modesta estación agrícola que la Universidad posee en Oxkutzcab; que explorasen el subsuelo de la península para estudiar de geología, su hidrografía subterránea, la posibilidad de utilizar las aguas que la roca nos esconde; quisiéramos enviar también gentes competentes a arrancar a los mares que rodean nuestra península los secretos de su fauna múltiple, la cual podría proporcionarnos una industria productiva, envasando peces que pudiesen exportarse, o utilizando el aceite de nuestros tiburones, o extrayendo el yodo contenido en el sargazo.

Quisiéramos también crear, por medio del Instituto de Etnografía, Historia y Bibliografía, un cuerpo de personas competentes que estudiasen en forma real, positiva y seria los vestigios dejados profusamente en toda la extensión de la península y aun dotarnos de laboratorios, nos hacen confiar en que las autoridades del país se han hecho el propósito de elevar a nuestra Universidad a la categoría que debe tener, de una institución docente e investigadora de primer orden.

Nuestra confianza se ha acrecentado hoy, señor Ministro con vuestra grata visita, que es por sí sola, para todo el personal docente y para todo el alumnado de la Universidad, un estímulo. Para terminar, señor Ministro, la Universidad os agradece lo mismo que a vuestros ilustres acompañantes, esta visita que tanto nos honra, y os ruega una vez más que hagáis presente al señor Presidente de la República nuestra gratitud por la eficaz ayuda que nos ha proporcionado hasta hoy.

He dicho.

Palabras del licenciado Carrancá y Trujillo

En nombre del licenciado Véjar Vázquez habló a continuación el licenciado Raúl Carrancá y Trujillo, dando respuesta a las palabras del señor Rector. En sentidas palabras el orador redondeó los siguientes conceptos:

«Entiendo que al designarme a mí, hijo del Instituto Literario del Estado, para hacer llegar su voz a esta honorable asamblea, el señor ministro de Educación Pública ha querido no tanto honrarme a mí como al Abuelo Instituto y a la Universidad de Yucatán.”

El licenciado Carrancá y Trujillo elevó un canto apasionado al Instituto Literario del Estado, forjador de tantas generaciones de prestigiosos intelectuales, honra y prez de Yucatán. Continuó expresando que si era verdad que la Secretaría de Educación Pública, organismo encargado de la tarea de encauzar la educación del pueblo en escala nacional, se preocupa en forma relevante por dar impulso a la cultura popular, no por ello deja de tomar en consideración la necesidad de ayudar y orientar a las instituciones de cultura superior.

Subrayó el orador la importancia que asumen en la formación de la gran patria mexicana el conocimiento del medio físico y la vinculación de la escuela con el hogar. Expresó también sus deseos de que la Universidad de Yucatán se convierta en el futuro en el centro de cultura superior más importante del Sureste de México, e inclusive de toda la América Central.

A guisa de colofón de su discurso señaló la aspiración máxima que anima a la Secretaría de Educación Pública en la actualidad: la de propugnar que el alma mexicana se manifieste a través de la cultura mexicana desde la escuela rural hasta las instituciones de cultura superior.

Salutación de varios consejeros

En representación de los profesores universitarios saludó al señor ministro de Educación Pública el doctor Benjamín Góngora Triay, de parte de los estudiantes alzaron su voz con el propio fin las señoritas Rosario Muñoz P. y Dolores Ruiz Ruiz. Por último el bachiller Conrado Menéndez Díaz, director de Publicidad de la Universidad, pronunció un conciso discurso dedicado a glosar en forma esquemática el proceso de la cultura superior en nuestro Estado.

Un efusivo brindis del señor Rector

Terminada la sesión fue servida una copa de sidra champagne con la cual se brindó por las siguientes palabras del señor Rector.

«Brindo por el ciudadano Presidente de la República, general Manuel Ávila Camacho; por su digno representante, licenciado Octavio Véjar Vázquez; por el ciudadano Gobernador del Estado, ingeniero Humberto Canto Echeverría, y porque nuestra cooperación sea la base de la cultura de esta región de la patria mexicana»,

Visita del ministro Véjar Vázquez a las dependencias de la Universidad

Antes de que se efectuara la sesión solemne del H. Consejo Universitario, el licenciado Véjar Vázquez, así como sus acompañantes, visitaron en unión del ingeniero Ancona Albertos, las distintas dependencias universitarias, quedando gratamente impresionados los destacados huéspedes de nuestra máxima casa de estudios de la ardua labor desarrollada para poner ésta al nivel de las mejores del continente.

El licenciado Véjar y su comitiva elogiaron calurosamente la belleza y capacidad del edificio, así como la eficiencia y modernidad de las instalaciones, correspondientes a los varios departamentos de la Universidad.

Continuará la próxima semana…

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