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Nuestra tribuna roja

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Letras

Ricardo Mimenza Castillo

(Especial para el Diario del Sureste)

A Elvia Carrillo Puerto, afectuosamente

Interrogado en la última velada cultural de la Casa del Pueblo por uno de nuestros visitantes, voy a revivir los recuerdos imborrables de nuestra tribuna roja, inaugurada y propiciada por el gran Felipe Carrillo Puerto.

De una manera modesta y en el primitivo local del Partido Socialista en la calle 59, se iniciaron las veladas culturales y conferencias de los lunes, utilizando nuestros elementos propios de oratoria y prensa en 1917 y esto constituyó para el pueblo una eficiente cátedra de socialismo libertario.

Entonces era nuestro órgano primero El Socialista –del que fui consultor de prensa– modesta publicación que dirigía Álvaro Rivera Castillo, sacrificado en un rincón del país, y lo redactaban camaradas entusiastas. Dichas veladas culturales prosiguieron sin tregua en nuestro nuevo local de la calle 61 –incendiado y asaltado cuando el zamarripazo–. Ahí el mismo Carrillo Puerto daba lectura en alta voz a trozos escogidos de obras radicales y páginas vibrantes de Víctor Hugo.

En nuestro otro local de la 64 con la 65 continuaron, a la restauración socialista, dichas veladas que culminaron en resonantes triunfos cuando nos instalamos en la antigua Dirección de los Ferrocarriles, lugar que hoy sustenta la Casa del Pueblo.

Entonces era jefe del Departamento Cultural el camarada Edmundo Bolio y yo asumí la dirección del magazine Tierra, y ahí se inauguró el 1º de mayo de 1923 la biblioteca popular Zamná, y fue su encargado el dilecto joven poeta Ricardo López Méndez.

Abro la colección de Tierra de aquella época y me pongo a enhebrar recuerdos gratísimos.

En aquel tiempo Carrillo Puerto entabló correspondencia con el Partido Socialista argentino y el insigne doctor Ingenieros –quien había de escribir su mejor elogio fúnebre en la notable revista bonaerense Nosotros de mis amigos Giusti y Bianchi, revista de recio formato, excelente lectura y que, por desdicha, acaba de fenecer, fundada en 1907–.

Y en aquel tiempo mismo alcanza su auge el feminismo redentor que auspiciara desde entonces en el Ateneo Peninsular (en donde fundamos nosotros con la licenciada Esperanza Velázquez Bringas y el periodista José Moreno Irabién un año antes la veterana Liga de Periodistas) Elvia Carrillo Puerto con su liga Rita Cetina Gutiérrez en memoria de su ilustre maestra, y que fue ejemplo y paradigma de las asociaciones reivindicadoras de la mujer.

También Elvia, en 1923, encabezó la delegación femenina que fue al Congreso Panamericano de Mujeres celebrado en México.

Dicha delegación puso alta la bandera de su ideal.

Y así desfilan por la Tribuna Roja hombres de talla intelectual eminente, entre otros el doctor Alfredo L. Palacios y su secretario el doctor Alberti, el licenciado Genaro Vázquez, el doctor Puig Casauranc, Juan Ramón Uriarte –mi amigo cordial–, Eugenio Noel, el ingeniero Pérez Toro, el doctor Carlos León, el compañero Ramos Pedrueza, Fanny Anitúa y el poeta Carlos Pellicer, y otros numerosos artistas e intelectuales de valía suprema, además de los de casa.

Y en ese mismo año se celebran con entusiasmo inaudito la inauguración de la carretera a Chichén Itzá, el centenario del Primer Congreso Constituyente de Yucatán y el VIII Congreso de Periodistas de la República y asisten a él connotados delegados foráneos como Matías Oviedo, Hernán Robleto, Alfonso Guillén Zelaya, Vidal Mejía Uriarte, Leonardo Montalván, Aniceto Montero, Vicente Sáenz y otros, y el eximio poeta costarricense Rafael Cardona cuya briosa Elegía a Carrillo había de ser estupenda.

Nuestra Tribuna Roja ha recibido, pues, a notables ingenios extraños y propios que la han dignificado en extremo.

También por ese tiempo se verificaron ahí los bautizos y matrimonios socialistas que se anticiparon a los bautizos agrarios de hoy que se usan en otros estados.

Estos son, en síntesis, los recuerdos que enhebro –fiando en mi memoria– pero con la cariñosa efusión que me unía al apóstol Carrillo, como a la amazona del ideal feminista, émula y hermana de aquel mártir.

 

Diario del Sureste. Mérida, 30 de noviembre de 1935, p. 3.

[Compilación de José Juan Cervera Fernández]

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