Ensayo Poético
IN MEMORIAM
Abuelas
Aurora Franco Ocampo
Margarita Peniche valle
Tía abuela
Felipa Acosta Franco
A mi madre
Margarita Acosta Franco
Madre política
Socorro González Graniel
Quienes me acompañan en septiembre de 2022
A mi compañera de vida
Addy Victoria Campos González
A mis hijas
Addy Margarita García Campos
Alma Patricia García Campos
A mi nieta
Michelle Combaluzier García
Y a mis bisnietas
Dionne Michelle y Alondra
Mi estro me impulsaba a dejar un ensayo o algún trabajo a las mujeres que han participado en mi vida, desde mi nacimiento y ahora en una vejez tranquila a pesar de la pandemia. El tiempo vivido me ha ayudado a prepararme para cambiar de plano cuando el Gran Arquitecto del Universo lo decida y pase a ocupar mi Columna en el Eterno Oriente.
Esto no es una despedida, ni nada que se le parezca, es un ensayo poético para las mujeres que han hecho de mí la persona que soy, cultural e intelectualmente, todas luchadoras sociales y de verticalidad de pensamiento y amantes de las artes y la cultura.
Mis abuelas fueron unas mujeres dulces que me aportaron la sensibilidad del amor a la familia, las visité con frecuencia, en particular a mi abuela materna que nos visitaba semanalmente ya en mi matrimonio; gracias abuelitas amorosas;
Mi tía Felipa, tía abuela que viajó a la Ciudad de México para ayudar a mi madre a cuidarme, me enseñó a leer a los cuatro años, me preparó musicalmente para una niñez llena de acordes; era cellista de filarmónica y nos dejó cuando falleció en el México de antaño.
Mi madre Margarita Acosta dejó sus estudios de medicina en la Universidad de Albany en New York para casarse con mi padre. Su unión fue respetuosa. Se conocieron como actores en el Teatro “José Peón Conteras”, y fueron la dupla de “Champagne Frappe”, una jocosa comedia, en dos actos y cuatro cuadros, que repitieron 15 años posteriores al estreno.
Mi padre Alfonso García Peniche, fue egresado de la primera generación como Declamador y Actor del Ateneo Peninsular.
Mi madre por esa época dedicó su vida a la enseñanza de idiomas en el Colegio “Genaro Rodríguez Correa,” sus alumnas con el título de Secretarias Comerciales; en el campo de la música, su vida transcurrió por diversos instrumentos: primero el violín, como su tía Alicia, posteriormente el piano, y finalizó con la guitarra, que dominó, componiendo algunas canciones a sus nietas, además de llevar algunas serenatas.
De quienes me acompañan en la actualidad, a mis 86 años, en primer término, mi esposa Addy Victoria Campos González, que se preocupa en demasía que no me falte ningún medicamento para el corazón (padezco una cardiopatía Isquémica, con un infarto desde hace unos quince años) -ese es mi mal mayor, un glaucoma en el ojo derecho. Con cero visión y operado el ojo izquierdo con un 20 % de visión total, soy disminuido visual, pero con unas lupas de aumento me ayudo para seguir escribiendo. Mi esposa me limpia el ojo derecho y me pone las cremas que recetó la dermatóloga Nixma Eljure y el Dr. Manuel Cabrero, a quien no tengo cómo agradecer sus visitas a casa para quitarme y ponerme un nuevo lente terapéutico. Estoy bien atendido en todos aspectos.
Mis hijas se preocupan por nosotros, nos llevan al Doctor y nos traen las medicinas a casa.
NOCTURNO
“ENSAYO POÉTICO”
ALFONSO HIRAM GARCÍA ACOSTA
I
Nace el temblor y tienes epicentros
Se convulsionan -fuego en todas partes-;
Esparcen sus anillos y circundan
Cada cual mi garganta acalambrada
Ante el fin que percibe en los crujidos
El yeso separado de su alma,
Las explosiones amarillas, verdes,
De tan azules que se inflaman cielos,
Infiernos y las caras del espanto
Sembrando en las entrañas de su amor,
El parto y la placenta de rumores,
Derrumbes y ese grito simulando
Que todo ha vuelto a su lugar, deshecho,
Que la niña ya camina entre nosotros.
II
Cuando la luz de golpe se desangra
Cuadro la música se muere en tálamos
De oscuro sacramento por la calle,
Cuando la mano de este Dios se apaga
Por encima de rojas azoteas
Que languidecen en la ropa húmeda,
En un sopor candente y abandono,
Quisiera desnudarme de mí mismo,
Dejar mi piel en el olvido justo
Que merece la esencia de su nombre.
III
No queda cuerpo sobre cuerpo,
Nada permanece intocable, y como vírgenes,
Pedimos la pureza que la madre ofrece,
Cómplice, inquisidora, esposa abnegada,
Que encubre la vergüenza, la tristeza,
La soledad, el ansia de tocarnos
Con el castigo de los ojos torpes
Con el castigo de sabernos puros.
IV
A pesar del calor que me enloquece
El sueño que no puede levantarse,
Inundado de zumbidos invisibles
Tan ausente, drogado por las sombras,
Que se tropieza con los muebles,
Cuando busca en el suelo su lugar de asilo,
Cualquier refugio de mi cuerpo ardiente
Que pasa por las llamas de mi cuarto:
A pesar del calor que me enloquece,
Salgo al encuentro de esta hija pródiga
Que se retuerce, como yo, en el piso:
Yo sin el sueño que me cause infiernos,
Y ella sin el cuerpo calmo que lo sueñe.
V
Punzante el nervio pleno de la sangre
Enloquecidita en un cerebro hostil,
Rompe en relámpagos en sienes y ojos,
Que se escurren en charcos por la sábana,
Los sonidos se agolpan cien por uno,
Los cañones estallan sus membranas,
Tímpanos de repente reventados
Por esta inteligencia traicionera:
El enemigo que se esconde, humano
Entre cejas, y aguarde la señal
De hendir el cráneo, consumar el acto
Que imprima para siempre nuestra marca
De Caín, encendidas por la frente,
En las noches que ahogan nuestro sueño.
VI
Tu cuerpo, luz entre los muebles,
Abre un camino de estrellas que se apagan;
Tus muslos, fuego íntimo en su fuego,
Señalas otra señal más oculta;
Si tuviera que asir la llama fría,
Incendio que consume los deseos
Abriría mi pecho como el buitre
Que rebana su carne, sangre y alma:
Y pendo de tu cuerpo como broma
Que, por gracias del mar, firme se adhiere
A la piel enorme de la ballena;
Pero mis dedos se resbalan siempre
Por ese vidrio raro en tu mirada
Que lo mismo, me prende: azufre y flama.
VII
Con el pulmón abierto de ceniza
Hinchado frente al réquiem giratorio,
Interminable por la sala el treinta
Y tres… y tres… los tercios infinitos;
Huele a muerte implosiva, los inciensos
Que respiramos antes de los vómitos dulces,
Asfixias mensajeras, jalan el pecho,
Te vacían el estómago,
Todo está listo para el viaje…, el cielo
Se precipita sobre las alfombras,
Los sillones… y negro, solo negro.
VIII
A veces no se sabe en qué escondido
Rincón de la noche albergará sus lánguidas
Serpientes, porque, a veces, esperamos
En vano el toque de su lengua, luz
Que se lanza a lo oscuro y que se pierde
Otra vez en su boca condenada,
En el abismo que soñó con Ella
Cuando incendiaron, para siempre, el Sol
De su vergüenza, oculta desnudez
Delante de horizontes resbalosos
En busca de la puerta que celaron.
IX
Una vieja ponzoña serpentea
Feliz de hallarse en casa de un amigo;
Se me apagan los dedos, las ventanas
Y demás artificios de mi cuerpo:
De repente una luz perfora el muro,
Jadea la cama rechinante arriba
En el departamento de un amor
Desembocado, amor que, por el techo,
Gotean líquidos redondos, tibios,
Remedios que una mano que recorre,
Despacio, el hueco de la espalda fría
Y la pared que absorbe su calor;
Una vieja ponzoña serpentea
Entre mis puntas bífidas al aire.
X
Tómame así, desfallecido, entero:
Vuélveme la semilla de tu noche,
De mi sueño que nace en los canales
Negros, en los papeles que la lluvia
A sabiendas, ahoga en sangre fría
Porque corre la noche sin ventanas,
Porque la noche sega: Soy la Noche.
XI
Se obstina en la ventana, la blancura
De un reflejo de lámpara tajado
Por la persiana de navajas dobles;
La lluvia vuelve intenso su calor
Al aplastar, sobre el cristal herido
Su membrana que con la de los buitres,
El nido levantado en mezcla, y yeso
Y las horas de estarlos vigilando.
XII
Busco estaciones de humo iluminado,
De sueños que no alcanzan sus orígenes,
Durmientes tan lejanos que bostezan,
Apenas cuando, duros, los vagones,
Sobre ellos impregnan por la noche
Los oídos de la niña que despierta;
Escucha los jadeos del viajero
Nocturno, trasoñando a la mujer
por la cual desfallece, solo y muere.
Mérida de Yucatán, a 17 de septiembre del 2022.
Este ensayo poético se quedó almacenado desde el 17 de septiembre del 2022.
A partir de ese día, mi vida se complicó con Covid 19, neumonía asociada a mi cardiopatía isquémica y mis 86 años a cuestas, que me pusieron en el umbral del cambio de plano astral.
Escribí como una premonición a un cambio de plano al cual estuve muy cerca; a una nueva vida etérea.
Afortunadamente, el riesgo ya es historia. Toca agradecer a las personas que intervinieron durante este desenlace casi fatal, ayudándome en mi restablecimiento físico
Hoy escribo por vez primera desde de esa fecha infausta.
Ahora que inicia el 2023, veo un rayo de esperanza en el futuro, restableciéndome y aprendiendo nuevamente a respirar, con el oxímetro a mi lado; casi cuatro meses estuve conectado a un tanque de oxígeno. Necesité nueva información y enseñanzas para volver a caminar, adquirir equilibrio, y aprender a respirar nuevamente, más otras funciones que se vieron interrumpidas
Estoy con ustedes nuevamente, escribiendo para el Diario del Sureste y algunas revistas culturales Latinoamericanas, con la pluma en ristre cual quijote literario, dejando huellas del andar entre letras.
Mi agradecimiento a todos los que intervinieron en mi recuperación de este trance de incertidumbre pandémica en el cual fui candidato ideal para quedarme al margen.
- A mi compañera de vida Addy Victoria. mi hija Addy Margarita, y mi nieto Godofredo, quienes me auxiliaron y solicitaron una ambulancia para que me revisaran los signos vitales posterior a un desmayo, llevándome a una clínica privada donde se me diagnosticó el Covid 19 positivo, determinando aislarme en casa
- Mi agradecimiento al Kevin Yvan Angulo Vázquez, quien de inmediato solicitó y envió a casa dos tanques de oxígeno para aplicación inmediata
Me visitaron en casa dos internistas: uno especializado en geriatría y una especialista en Covid. Tras placas neumológicas y una serie de pruebas de laboratorio, mi cuadro clínico fue considerado de gravedad.
Un sobrino de mi yerno Manuel Preciat, desde el hospital de investigación de Dallas, Texas, se sumó a quienes me trataban y monitoreaba diariamente mi estado clínico. Más pruebas pulmonares y nueva terapia clínica se definieron para sacarme de mi postración.
La Lic. en Enfermería Ana Luisa López Palma se hizo cargo. Los nueve meses que se pensó tardaría en recuperarme ella los convirtió en menos de cuatro con ejercicios pulmonares de mediano y alto impacto a los que he respondido favorablemente.
Ya tengo más de dos semanas sin necesitar oxígeno para respirar o dormir, y camino un kilómetro diario; me ejercito como en mi juventud con pesas, y me siento a un 70% de mi capacidad física, bien atendido por mi familia y los profesionales en estos menesteres derivados de la pandemia que nos azotó, y que continúa con nuevas variantes que nos siguen lastimando. Tengo la autorización para entrar a mi estudio un par de horas por día, para conjuntar lo físico con lo mental.
Esto es lo primero que escribo para Diario del Sureste.
Agradezco a mi nieto Godofredo Medina García mi nueva computadora para estar con ustedes y ligar el mundo del periodismo y de la literatura con las nuevas tecnologías.
Abur.