Inicio Nuestras Raíces Nochebuena

Nochebuena

10
0

Letras

Ermilo Abreu Gómez

(La escena se desarrolla en una vieja casita, aislada en medio de un gran patio. Cerca del suelo, sobre un pedazo de madera, una vela parpadea, difundiendo su luz amarillenta por aquella habitación en que la miseria y el dolor parecen vivir. En el rincón más obscuro se hallan acurrucados, tiritando de frío, una mujer y un niño; en la faz de ambos es fácil leer, a la vez que sus sufrimientos, la nobleza de sus almas. Un gato negro pasea junto a ellos maullando tristemente. A lo lejos, las campanas mezclan sus voces armoniosas.)

El niño –(Volviendo de aquella especie de letargo.) Mamá, tengo hambre…

La madre –Espera, hijito, más tarde cenaremos.

El niño –¿Y me darás de aquellos pasteles rellenos de dulces que esta mañana vimos en las calles de San Juan?

(La madre no responde, y procura ocultar sus lágrimas; el niño acaricia el lomo del gato que no cesa de maullar.)

La madre –¡Chist… Chist…!

El niño –No llores, gatito, ya te convidaré, mas… ten paciencia… mira, todavía no hay nada en la mesa…

La madre –No te descubras.

El niño –(Envolviéndose rápidamente hasta la cabeza). Mamá, ¿es cierto que los ángeles, a medianoche, reparten juguetes?

La madre –Pero solamente a los niños obedientes y dóciles.

(El niño permanece pensativo durante algunos instantes, como buscando en su conciencia alguna falta que lo hiciese inmerecedor a ellos; luego, seguramente, contento de su examen, besa sonriendo las manos de su mamá.)

El niño –¡Y dónde cogen los juguetes?

La madre –En el cielo: allí tiene San José grandes talleres donde se fabrican muñecas, polichinelas, caballitos, soldados de plomo, fusiles, carros y trompos…

El niño –(Sosteniendo un ¡Ah! Muy largo que lo obliga a bostezar repetidas veces). ¡Pobre San José, debe estar muy viejo!

La madre –No digas eso, en el cielo nadie envejece.

El niño –(Después de un momento de reflexión.) Pero los ángeles al no ver luz creerán que no estamos en casa, y se marcharán sin dejar nada. Voy a poner la vela cerca de la ventana.

(Se levanta y hace lo que ha dicho. Pasa un largo rato. Las campanas siguen repicando. Repentinamente enmudecen. Es la medianoche. Ha empezado la misa del Gallo. Una ráfaga de aire apaga la vela. El cielo tachonado de estrellas aparece más esplendoroso. El niño corre a refugiarse al lado de su mamá.)

La madre –¿Lo ves? El Niño Jesús se ha disgustado; sus ángeles no necesitan de señales para saber que estamos aquí.

(Dos brillantes exhalaciones cruzan el firmamento.)

El niño –¡Mamá! ¡Mamá! …mira …mira, están cayendo los luceros…

La madre –Son los ángeles que bajan; cállate; reza.

(El niño sonríe; hace la señal de la cruz; y al empezar un Ave María queda profundamente dormido, y sueña en ángeles y en juguetes, en dulces y en pasteles.)

 

Génesis. Pauca sed Bona. Mérida, año I, núm. 2, 15 de enero de 1914, p. 6

[Compilación y transcripción de José Juan Cervera Fernández]

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.