Nuestro compañero de viaje en el camino cultural, Edgar Rodríguez Cimé, ha tenido la gentileza de entregarme uno de sus libros: “No tengo tiempo de cambiar mi vida”, obra que absorbió mi interés de lector empedernido al abrirlo y conocer el porqué de esa negación a ser diferente en un medio angustioso como el que ha tenido que afrontar y que ahora revive editorialmente, recogiendo las imperfecciones, apariencias y cerrazón a las voces disidentes de un sistema.
Tiene razones y motivos el autor para desistir de un cambio de vida, asunto en el que coincidimos plenamente.
Edgar enumeró en 19 trabajos –relatos–vivencias–creaciones los posibles motivos de su falta de tiempo para cambiar. “El tiempo es polvo de oro”, y además circular, que nos atrapa, a quererlo o no, para hacer de nosotros juguetes temporales que a la larga desecha.
Mas cuando el autor aduce carencia de tiempo para cambiar su vida, con la última palabra de su exclamación ya ha logrado tal cambio. De ahí la calidad de esta obra literaria, incomprendida tanto por los mercaderes culturales como por la miopía en los niveles de toma de decisiones, que jamás darán pasavante o luz verde a trabajos literarios que exponen vivencias de procedencia popular, ahí donde no circulan sus vehículos sino problemas sociales, donde los personajes en acción son obligatoriamente descarnados, y sus denuncias expuestas como heridas sociales.
No tengo tiempo de cambiar mi vida es una obra recomendable para sacudirse la mirada de ese mundo de oropel y egoísmo que nos rodea.
El libro es fascinante. Se lee a renglón seguido. Se convive con sitios y personajes. Y nos invita, como mensaje final, a repensar si cada uno de nosotros aún tiene el tiempo para cambiar su propia vida.
Luis Alvarado Alonzo