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Editorial
El doloroso suceso violento en la capital de nuestro país el día 2 de octubre de 1968 aún continúa como herida abierta en nuestras raíces universitarias.
La generación juvenil de mediados del siglo anterior fue partícipe activa en momentos álgidos y trascendentes. Quienes aún recordamos esos momentos dolorosos no justificamos -ni entonces, ni lo hacemos ahora- la represión política en contra de una valiosa generación emergente de la que formamos parte como activistas periodísticos, políticos carismáticos y, sobre todo, la visión compartida de que, en nuestro país, las mordazas informativas y los frenos políticos ya eran inoperantes.
Nunca en la historia de Yucatán se han publicado tantos periódicos juveniles como en esa época en que la Asociación Periodística Estudiantil Yucateca, la APEY, logró dar a la luz pública, en un año, veinte periódicos juveniles, estudiantiles, con visiones diversas en cuanto a nuestro sistema económico, educativo, político y social, una marca aún no superada, muy difícil de igualar.
Nuevos liderazgos políticos se forjaron y un gobernante joven, Víctor Cervera Pacheco, otorgó a nuestra UDY de entonces la autonomía que actualmente ostenta.
De las universidades mexicanas surgió una gran fortaleza juvenil en la generación de líderes sociales que ahora, en la paz pública, continúa el impulso a cambios trascendentes y la elevación de la calidad de vida y libertad reconocida mundialmente de nuestro pueblo.
En Yucatán y el Distrito Federal hubo sangre derramada. Los herederos de este México actual lo valoran.
No se olvida.